Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Marcos Roitman Rosenmann
Los muertos
no contaban, salvo aquellos pertenecientes a organizaciones religiosas,
misioneros, médicos, enfermeras y personal auxiliar de organizaciones
humanitarias, de piel blanca, trasplantados al, eufemísticamente apodado,
continente negro. Mucha víctimas del Ébola u otras enfermedades infeccionas han
pasado a la categoría de Santos y
mártires. Religiosos altruistas que dan su vida por ayudar al desvalido. Una
manera como cualquier otra de salvar el alma y redimir el sentimiento de culpa
propio de pecadores. Igualmente, médicos, deportistas, actores y gente de la
farándula hacen campaña para apadrinar un niño, construir una escuela o
levantar un hospital. África es un buen lugar dónde practicar la condición de
buen samaritano. Inclusive, Naciones Unidas tiene sus embajadores, gente de bien al servicio de causas
humanitarias. Acciones que ennoblecen y reivindican al homo sapiens, sapiens, como seres
reflexivos y conscientes, dolosos con la desgracia ajena, al decir de Adam
Smith.
¿Algo habrá que hacer ante las
hambrunas, falta de escuelas, hospitales, desastres naturales y enfermedades
que asuelan África? Mil cosas, desde campañas de concientización en medios de
comunicación hasta bonos solidarios ubicados estratégicamente en las cajas
registradoras de supermercados y grandes superficies que nos recuerdan la
necesidad de misericordia con los pobres y desheredados de la tierra. Sin
olvidarnos de las órdenes religiosas que se esmeran en recoger alimentos,
medicamentos y donaciones para ampliar su labor evangelizadora. Comparte tu
riqueza con un pobre, Dios te recompensará en el cielo, pero antes pasa por
caja, la Iglesia te lo agradece. Sólo un dato: la orden San Juan de Dios, a la
cual pertenecía el sacerdote español repatriado de Liberia y contagiado de ébola,
contaba en 2011 para su filial, Orden Hospitalaria San Juan de Dios, con 12
millones de euros en productos financieros de deuda pública del tesoro español
y capitales de riesgo y 1.16 millones de euros en renta fija del Banco de
Santander. Todo un detalle, teniendo en cuenta que el medio millón de euros,
que dice el gobierno ha costado el traslado a Madrid, será sufragado
íntegramente por el Estado. De esta forma se cierra un capítulo más de la
connivencia entre Iglesia y Estado.
Eso sí,
mientras nos congratulamos del operativo humanitario,
en EEUU el ejército anuncia poseer un fármaco secreto llamado Zmapp como
respuesta al virus del ébola. Dicho anuncio coincide con los traslados del
médico Kent Brantly y la cooperante Nancy Writebol, afectados por el virus, al
centro de enfermedades infecciosas de Atlanta, el más completo en el mundo para
su tratamiento. Mientras tanto, el religioso español Miguel Pajares es
repatriado a un hospital de Madrid, desmantelado, que no cuenta con medios,
pero sí con el fármaco, enviado gentilmentepor el
ejército estadunidense para ser administrado como paliativo. En ambos casos se
da vía libre para experimentar en humanos. Ahora, tras la muerte del sacerdote
español Miguel Pajares, el Comité de Ética de la Organización Mundial de la
Salud aprueba el uso experimental del fármaco en África como opción para el
tratamiento o prevención, aunque no se conozcan sus efectos secundarios y su
eficacia no esté comprobada. Pero, oh casualidad, el fármaco está agotado….
Utilizar el Zmapp en los países
afectados por el virus del ébola amplía la población sobre la cual
experimentar, pero sobre todo facilita a sus dueños el control, a pie de campo,
de los posibles efectos secundarios, convirtiendo a África en un laboratorio al
aire libre. Por el momento el brote actual ha causado la muerte de más de mil
personas, situando la tasa de mortalidad entre 25 y 90 por ciento de los
infectados. Pero nos olvidamos que los países afectados forman parte del tercer
mundo, donde se desarrolla la venta de armas, la extracción de materias primas
y el comercio ilegal de diamantes o animales exóticos por auténticas mafias y
empresas trasnacionales, donde los gobiernos hacen la vista gorda. No hay nada
mejor que una espléndida pandemia vírica para aumentar beneficios.
Sirva como recordatorio que África, sus
gentes y sus riquezas han sido explotadas por potencias e imperios en nombre
del progreso y la civilización occidental. Bélgica, Holanda o Gran Bretaña. Sin
olvidarnos de Francia, España, Portugal, Alemania o Italia. Desde el siglo XVI,
hombres, mujeres y niños fueron capturados, encadenados y transportados a
Europa y América, vendidos como esclavos. Reyes, cortesanos y burgueses
amasaron sus fortunas potenciando el comercio de carne humana.
Igualmente expropiaron sus territorios y
establecieron sus lindes para monocultivos, plantaciones de caucho, cacao,
azúcar y cuanta materia prima fuese capaz de generar ganancias. Asimismo, el
marfil, las pieles y los trofeos de caza fueron lucidos en las mansiones de
Londres, Ámsterdam, París, Bruselas, Brujas, Roma o Hamburgo.
Hoy Europa le cierra las puertas. Antes
los importaban como mercancía, hoy los expulsan como seres humanos. Pateras
atestadas de jóvenes africanos, atraídos por las sociedades opulentas, dejan su
vida en el mar por un sueño imposible. Son miles los africanos muertos en las
aguas que bañan las costas de España y Italia o ven cómo se les reprime cuando
tratan de saltar las alambradas de Melilla. El ébola es un argumento más para
cerrar puertas y, de paso, seguir obteniendo beneficios económicos en nombre
del progreso. El ébola es una bendición para las empresas farmacológicas.
Además lo sufren africanos, no la gente civilizada. Una verdadera ventaja.
La
Jornada
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