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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...

Razón de vivir mi vida


Por: Victoria Ginzberg
Celebró cada encuentro como si fuera propio. Se angustiaba cuando las historias se complicaban y se alegraba cuando el regreso se allanaba. Todos los nietos fueron un poco de ella. Por eso, ayer, su nieto fue un poco de todos. Estela Barnes de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, pronto podrá abrazar a Guido, el hijo que su hija Laura tuvo en junio de 1978, mientras estaba secuestrada. “Encontramos a tu nieto”, le dijo ayer al mediodía, en el juzgado, la jueza María Servini de Cubría, aunque en realidad Guido se encontró solo, gracias a los años de trabajo, tenacidad y creatividad de las Abuelas de Plaza de Mayo. Porque al final, Guido también buscó a Estela.
Hace unos quince años, cuando las Abuelas comenzaron a entender que los nietos que buscaban habían dejado de ser niños, que eran adolescentes o adultos, ampliaron su estrategia. Ya no se trataba de espiarlos en la puerta de la escuela, sino de interpelarlos. ¿Vos sabés quién sos?, fue la frase que eligieron para abrir esa nueva etapa. Y la escribieron en una pancarta que colgaron en un recital de rock que organizaron.
En junio, un joven mandó un mail a las Abuelas de Plaza de Mayo con esa duda a cuestas. Hace un par de semanas, tocó la puerta de la sede de la institución. Sabía que los que consideraba sus padres biológicos no lo eran. Se lo había confesado alguien cercano a la familia. Sospechaba que podía ser hijo de desaparecidos. Lo derivaron a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) que dirige Claudia Carlotto. Su sangre se cruzó con las muestras del Banco Nacional de Datos Genéticos y ayer estuvieron listos los resultados: sus padres eran Laura Carlotto y Walmir Oscar Montoya. El dato de filiación paterna tiene su historia, ya que la familia Carlotto no estaba segura de quién era la pareja de Claudia, debido a que por la militancia clandestina de ambos no conocía su nombre. La aparición de Guido, por lo tanto, también permitió llegar a esta certeza.
La información de la prueba de ADN no llegó a Conadi, sino que fue llevada a Tribunales, porque allí había una causa abierta por la desaparición de Laura y la apropiación de Guido. Así fue que Servini de Cubría fue quien le dio la noticia más esperada y a la vez inesperada a Estela. Cuando estaba saliendo del juzgado, recibió un llamado de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Decime si es cierto”, le dijo CFK. “Lloramos juntas”, contó después Estela.
En la sede de las Abuelas, su segunda casa, se juntó con sus hijos Claudia, Kibo y Remo, sus otros trece nietos y sus dos bisnietos. Luego fue llegando su segunda familia: sus compañeras, colaboradores, amigos, nietos encontrados y hermanos que todavía buscan a sus hermanos. “Es artista y vive en el campo y le dijeron que se parecía a mí”, contaba Estela, entre abrazos. Estaba contenta y sorprendida porque Guido había participado en el ciclo Música por la Identidad, organizado por Abuelas. Y también agradecida porque estuviera vivo, porque estuviera sano, porque estuviera cerca. Al rato, el lugar se pobló de periodistas, fotógrafos y cámaras de tv. Para ese momento ya se sabía que Guido había sido criado en Olavarría y crecido con el nombre de Ignacio Hurban, datos que habían sido difundidos por el juzgado, pero que las Abuelas y la familia Carlotto habían intentado preservar en la intimidad para que no se generara un acoso sobre el joven y, así, tuviera tiempo de procesar la noticia que le había cambiado la vida.
“Por suerte me hice un estudio cardíaco hace poco. Y está todo bien. Ahora quiero tocarlo, mirarlo a la cara. Ahora tengo a mis 14 nietos, la silla vacía ya no lo estará y los portarretratos vacíos van a tener su imagen. Lo he podido ver y es hermoso. Es un chico bueno. Se cumplió lo que dijimos las Abuelas, que ellos nos van a buscar”, dijo Estela, durante la conferencia de prensa que se armó en la sede de las Abuelas por la tarde. Allí estaba Estela con una falda escocesa, un suéter naranja y un saquito marrón, la ropa que se había puesto por la mañana, cuando todavía no imaginaba que ese día sería diferente a todos.
“Quiero compartir esta alegría enorme que nos brinda hoy la vida, de encontrar lo que busqué y buscamos tantos años. Que Laura sonría desde el cielo. Porque ella lo sabía antes que yo: ‘Mi mamá no se va a olvidar de lo que me hicieron y los va a perseguir’”, dijo Estela al recordar una frase que su hija les dijo a sus asesinos antes de saber que su madre se convertiría en un emblema en la lucha contra la impunidad, la memoria y la justicia y que no sólo perseguiría a los responsables de la muerte de su hija y de la apropiación de su nieto, sino a todos los que participaron en los crímenes del terrorismo de Estado. “Y yo no persigo más que justicia, verdad y el encuentro de los nietos. Laura estará diciendo ‘ganaste esta batalla’.”
Atrás de Estela lloraba Tatiana Sfiligoy (Ruarte-Britos), la primera nieta encontrada por Abuelas. Lloraba también Lorena Battistiol, que busca a su hermano o hermana desaparecido. Y reían muchos jóvenes que recuperaron su identidad, como los diputados Juan Cabandié y Horacio Pietragalla, Victoria Montenegro, Francisco Madariaga y Guillermo Pérez Roisinblit. También estaba el secretario de Derechos Humanos, Martín Fresneda, él mismo un hijo que busca a su hermano, y el diputado Wado de Pedro, otro hijo, al igual que Carlos Pisoni, subsecretario de Promoción de Derechos Humanos. Los ministros de Justicia, Julio Alak; de Trabajo, Carlos Tomada, y de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, también se acercaron a acompañar a Estela.
La presidenta de Abuelas no quiso dar precisiones sobre la familia que crió a su nieto, “quizá inocentemente”. Dijo que sabían quién lo había entregado, pero que esa persona está muerta. “Esto es para los que todavía dicen ‘basta’, los que pretenden que olvidemos como si nada de esto hubiera pasado. Hay que seguir buscando para que todas las Abuelas sientan lo que siento hoy. Lo que yo quería era no morirme sin abrazarlo y pronto lo voy a lograr”, señaló. También contó que tiene un montón de cajas llenas de remeras y prendedores que juntó y guardó durante todos estos años por todo el mundo “para que vea en cuántos lugares lo buscamos”.
Estela agradeció a Dios, a sus compañeras, a los nietos, al pueblo y a la democracia. Y dijo que la aparición de su nieto era un triunfo de todos los argentinos. Antes de terminar salió al balcón. A uno pequeño que daba sobre la calle Virrey Cevallos, donde se había quedado la gente que no había podido entrar en la casa de Abuelas, miembros de organismos de derechos humanos, amigos, pero también vecinos del barrio que se habían acercado para saludar a Estela. Antes, la presidenta de Abuelas había dejado claro que el encuentro de su nieto no significaría que disminuiría su esfuerzo y dedicación para buscar a los 400 jóvenes que faltan, sino todo lo contrario: “Los chicos están, más cerca o más lejos, están esperando que los encontremos. Los esperan la libertad y el amor. Me preguntan de dónde saco mi fuerza... de mis hijos, de Laura”.

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