Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Xavier Albó y Sonia Pérez
Arcopongo siempre me sedujo como un perdido
Shangri-La andino con mucho ganado y sin caminos al norte de la provincia
Inquisivi. Ahí se refugió el dirigente katarista Jenaro Flores, por ser una
vallada de su provincia Aroma, cuando Banzer lo perseguía... Pero ahora se ha
encontrado oro y allí acude gente de todas partes. Y se balean.
Doña Sonia Pérez, quien nos ayuda en nuestra
casa de El Alto para la comida y otros menesteres, también había tenido sus
raíces en Arcopongo, aunque la vida la llevó por el altiplano de Aroma, por La
Asunta (Sud Yungas) y ahora reside en El Alto. En sus últimas vacaciones, hace
medio año, decidió ir allá a buscar oro con su esposo joyero, sus dos hijos
mayores (de 15 y 17 años) y un primo que ya había estado allí. Hay muchos de
Arcopongo en La Asunta. Esos días, a propósito del nuevo conflicto, he tenido
largas charlas con ella, hemos buscado en Google Earth y en mapas, donde el
límite entre Arcopongo y La Asunta es una línea recta que no toma en cuenta la
compleja geografía local...
Partieron de La Asunta muy de madrugada,
primero tres horas en un vehículo, en dirección a Chulumani hasta un nuevo
desvío en San Bartolomé (Quinuni) donde siguieron aguas arriba hasta San Pedro.
De ahí siguieron ya a pata por caminos pésimos en que los pies se les clavaban
adentro del barro. Dicen que “la clima ahí es siempre muy lluviosa (jachawalla
'llorón')”. Ya de noche llegaron a Palma Flor. Durante la jornada se cruzaron
con unas 20 personas que en pequeños grupos retornaban del área minera.
En Palma Flor había “puro cochabambinos”.
También hay cocales, una escuelita y una pampa en que a veces llegan
helicópteros: ¿también para sacar (o controlar) la pichicata? Este es el lugar
que la semana anterior fue ocupado por un grupo enmascarado y armado causando
al menos dos muertos de bala y varios heridos, en una situación aún medio
confusa. Los asaltantes eran de la “cooperativa” Ullacaya Condorinin, que tiene
una concesión minera pero en la distante provincia Bautista Saavedra
(Charazani) a cientos de kilómetros. Hay también algún herido de esa
cooperativa y cada día salen nuevas denuncias entre diversos grupos. Es otro de
tantos nuevos far west locales...
La siguiente madrugada bajando media hora,
llegaron a la “mina”, es decir, al río Chaquety, que nace cerca del pueblo
capital Arcopongo (unas 100 familias), un día a pie subiendo y a donde ahora ya
llegan flotas desde Cochabamba (17 horas) dos veces por semana. La “mina” son
en realidad un sinfín de grupos llamados “cooperativas” (mapa de La Razón
21-05-2014), casi ninguna con título formal.
Para Sonia esta fue la parte más difícil: hay
un subir y bajar laderas empinadas, a veces botando primero los bultos y
deslizarse después por moras o lianas. De un extremo a otro del área más
explotada se puede tardar hasta dos días. En su trayecto se cruzaron con muchos
grupitos, unos trabajando otros transitando. Les dijeron que en vano llegaban,
porque solo dejaban trabajar a los del mismo Arcopongo. Al llegar a Chaquety
Plaza, un controlador local les pidió sus documentos. “¿Cómo los voy a traer
por esos caminos?”, le respondió; pero nombrando a parientes y a su comunidad
Marancelani, pudieron convencerlo y les dejó trabajar, es decir, excavar
tierra, lavarla y ver si queda algo de oro. Se quedaron todo un día y lograron
sacar apenas un poco para el anillo de un ahijado...
Al escuchar ahora que ahí irían ministros,
comentó: “¡Ojalá! Así sabrán lo que es sufrir”...
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