Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Isabel Gaia
Marielle
Franco creció en una favela y estudió sociología. La muerte violenta de una
amiga la despertó y la convirtió en una activista por los derechos humanos y
contra el abuso policial. Era una mujer negra, feminista, lesbiana, madre
soltera. Era concejala de Río de Janeiro y denunció la militarización como
política de seguridad. Hoy Brasil llora a una líder.
-Debemos
ocupar con nuestros cuerpos todos los espacios.
Dijo
Marielle Franco horas antes de ser asesinada, en la “Roda de conversa Mulheres
Negras Movendo Estruturas”. Desde el 2016, Marielle era parlamentaria: era una
mujer negra, de la favela, madre soltera, lesbiana, feminista, militante, que
había llegado a ser parlamentaria. Esa noche, en la Casa das Pretas, seguro que
también se refirió a acompañar el lanzamiento del Calendario del Iporinchê,
previsto para la semana próxima, una iniciativa del Iporinchê Salão de Belezas
Negras para el fortalecimiento de la autoestima y la identidad
afrodescendiente.
Marielle
se había pintado el pelo de rubio.
-
Negona, ahora estoy criloira (‘negrubia’) como vos, porque nosotras podemos ser
lo que queramos, le dijo a su amiga Carolina Rocha.
Su
pelo envuelto en turbantes de colores se levantaba como una bandera dentro de
la Cámara Municipal de Concejales de Río de Janeiro. Generaban comentarios de
los que no entendían su simbolismo y lo folklorizaban. “Vivir en un turbante es
una forma de pertenencia. Es juntarse con otro ser diaspórico que también vive
en un turbante y, sin tener que decir nada, saber lo que costó y lo que aún hoy
cuesta llevarlo. Tuvimos que esconderlo, escamotearlo, disfrazarlo, negarlo. El
turbante colectivo que habitamos fue constantemente racializado, invadido,
desacralizado, criminalizado”, como describió Ana Maria Gonçalves.
Hace
un año, ella había denunciado en las redes sociales que la policía del
aeropuerto de Brasilia le había revisado hasta su pelo durante una pesquisa
“aleatoria”.
-¡Tocaron
mi corona!
La
cabeza de Marielle, cubierta de ancestralidad, de ideas de igualdad racial,
social, sexual y de género, era el blanco de sus enemigos políticos.
-Van
a tener que soportar que las trans, lesbianas y negras ocupemos todos los
espacios sin ser violentadas ni violadas.
Gritó
Marielle en la tribuna de la Cámara Municipal, el 8M, cuando un hombre se asomó
a las galerías para interrumpirla y defender la dictadura militar.
A
la salida de aquel evento en la Casa das Pretas, antes de las diez de la noche
del miércoles 15, un Cobalt color plata la siguió durante cuatro kilómetros.
Recibió cuatro tiros directo a la cabeza. Callaron su grito. La Policía trabaja
con la hipótesis de crimen por encargo. Los movimientos sociales le apuntan la
fuerza policial.
Marielle
Franco tenía 38 años. Le decían “cría de la Maré” porque era nacida y criada en
ese complejo de favelas del norte carioca.
Fue
madre a los 19, la misma edad que hoy tiene su hija. Decía que había caído en
las estadísticas -de embarazo adolescente- pero que luego había logrado escapar
-cuando pudo entrar y terminar la facultad-.
-Mataron
a mi madre y a 46 mil electores más! Seremos resistencia porque fuiste lucha-
escribió su hija en Twitter.
Marielle
Franco se recibió de Socióloga en la Pontifícia Universidade Católica de Rio de
Janeiro, donde logró ser becada. Había sólo dos alumnas negras -en un país
donde el 54,9% de las personas se reconocen como negras y pardas-. Luego hizo
un master en Administración Pública. Su tesis, “UPP: el reducir la favela a
tres letras”, analiza las problemáticas Unidades Policiales de Pacificación
instaladas en las comunidades desde el 2008. Fue profesora, trabajó en el
Centro de Acciones Solidarias de Maré (Ceasm) y la Brasil Foundation. Afiliada
al Partido Socialismo y Libertad (Psol), coordinó la Comisión de Defensa de los
Derechos Humanos y la Ciudadanía de la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro.
Su
militancia por los derechos humanos y contra la violencia policial empezó casi
al mismo tiempo que se convertía en madre, que entraba en la universidad y que
una de sus mejores amigas moría víctima de un bala perdida por una pelea, en su
barrio, entre policías y narcotraficantes.
En
2016 se postuló por primera vez a concejal y venció con 46.502 votos, fue la
quinta más votada en su ciudad. En la Cámara, fue una de las siete mujeres
entre los 51 concejales. Presidió la Comisión de Defensa de las Mujeres.
“Todos
tienen que saber lo que pasa en el barrio de Acari: el Batallón 41° de la
Policía Militar aterroriza a los vecinos. Esta semana dos jóvenes fueron
asesinados y tirados a una fosa. La policía recorre las calles y amenaza. Esto
pasa desde siempre, pero tras la intervención militar todo está peor”, publicó
la concejala en su Facebook el 10 de marzo.
Los
datos del Instituto de Segurança Pública brasileño registraron que, en 2017, la
Policía Militar de Río de Janeiro mató a mil personas, casi 3 por día. Por cada
23 ciudadanos muertos, un policía es asesinado. Por eso se dice que esta fuerza
es la que más mata y muere en el mundo.
Marielle
era la voz contra la violencia institucional y el abuso policial en las
favelas, y era el apoyo a sus víctimas. Aquel mensaje denunciando lo que pasaba
en la comunidad de Acari fue apenas se puso en marcha un decreto presidencial
de febrero pasado que avala la intervención militar en la provincia de Río de
Janeiro para garantizar el orden público.
Aunque
las comunidades periféricas de Río y de otras provincias siempre sufrieron
intervenciones de las fuerzas armadas, esta es la primera vez que la acción
tiene este alcance y que pone a un militar a cargo de la seguridad pública.
Para
fundamentar esta política, Michel Temer se escuda en un recurso avalado por la
constitución brasileña pero que nunca se aplicó en democracia. Está destinado a
proteger al país ante un colapso social. Esta es una de las primeras acciones
del flamante Ministerio de Seguridad Pública, que también tiene a un general
del Ejército al frente.
Naciones
Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se opusieron a esta
intervención. Un día antes del asesinato de Marielle, estos organismos firmaron
comunicado conjunto: expresaron preocupación por la autoridad que ganaban las fuerzas
armadas y la violación a los derechos humanos que potencia, sobre todo ante las
personas pobres y afrodescendientes. Instaron a Brasil a enfocarse en
desarrollar políticas públicas con enfoque integral y de reinserción social, y
a evitar acciones represivas y de criminalización. En el comunicado, las
autoridades recordaron que en octubre de 2017 Brasil modificó su código penal
militar para permitir que los homicidios dolosos cometidos por agentes de las
fuerzas armadas sean juzgados por tribunales militares.
Marielle
Franco criticó la intervención militar miles de veces, siempre señalando los
intereses políticos que había detrás y también su ineficacia. Relacionaba esas
intervenciones policiales truculentas contra la población de las favelas con la
necesidad de conquistar votos de la clase media a cambio de promesas de
seguridad. Denunciaba también la falta de políticas relacionadas con educación,
cultura y recreación en las comunidades.
El
28 de febrero la concejala fue elegida relatora de una comisión que iba a
fiscalizar la intervención.
Marielle
fue asesinada en el momento menos pensado, como tantas víctimas a las que
representaba. Esa noche también mataron a otro hombre de origen pobre, Anderson
Pedro, que manejaba el auto.
Más
de diez ciudades en Brasil, además de Buenos Aires y Santiago de Chile, ya
hicieron actos exigiendo justicia por Marielle. Asistentes al Foro Mundial
Social le dedicaron un minuto de silencio en Salvador, Bahía. En el parlamento
europeo, más de 50 diputados le hicieron un homenaje y pidieron la suspensión
inmediata de las negociaciones para un acuerdo comercial entre la Unión Europea
y el Mercosur debido a lo ocurrido.
Entre
sus ministros, Michel Temer encasilló la muerte de Marielle Franco como un
emblema de la violencia social que amerita la militarización de Río de Janeiro.
Un
día antes de ser asesinada, Marielle Franco publicó en su cuenta de Twitter, en
referencia a otro homicidio de un joven negro a manos de la policía de Río:
“¿Cuántos más tendrán que morir para que esa guerra termine?”
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