Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Eric Nepomuceno
En estos días el presidente Jair Bolsonaro determinó que se prohíbe circular por el Palacio do Planalto, sede del gobierno brasileño, usando pantalones jeans. Hombres y mujeres deberán vestir ‘pantalón social’, es decir, de tela común.
A propósito de las señoras y señoritas que prefieran vestidos y faldas, deberán observar que estén ‘a la altura de la rodilla’.
La ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos ya había advertido que ‘niñas visten rosa, niños visten azul’. Quien creyó que la frase era el colmo del ridículo, ahora se da cuenta de que se equivocó: el presidente ultraderechista es insuperable.
El ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo, que en una carrera más bien mediocre jamás ocupó una embajada, se hizo conocido por sus dotes intelectuales. Entre otras joyas raras denunció que quien arremete contra el calentamiento global es una mera herramienta del “marxismo cultural”.
Ahora emitió una orden tajante que dejó estupefactos a todos los embajadores brasileños: tienen como tarea inmediata presionar a los gobiernos de los países en que están para que condenen con vehemencia el respaldo que Cuba le sigue prestando a Venezuela.
Nunca jamás se disparó semejante estupidez a los embajadores brasileños esparcidos por el mundo. Pero hay más: esa nueva misión deberá ser cumplida en coordinación con los embajadores de Estados Unidos en cada país. Con eso, Araujo rompió todas las marcas de sumisión registradas a lo largo de la historia brasileña.
Hay, sin embargo, un peligro —grave peligro— en dejarse distraer por las actitudes bizarras de Bolsonaro y compañía, y olvidar lo que ocurre entre una ridiculez y otra: el derrumbe del país.
Los correos, por ejemplo. Son 350 años de existencia, y hay planes concretos de privatizarlo. O la banca pública: ya está en marcha acelerada un programa de privatización de los sectores más lucrativos de la estatal Caixa Económica Federal, como las tarjetas de crédito y las loterías. El Banco do Brasil, a su vez, impuso el encogimiento de la oferta de créditos, para que consumidores y productores recurran a la banca privada.
Mitad de las refinarías de Petrobras será llevada a subasta, además de los ductos, y Bolsonaro pone cara de misterio cuando le preguntan sobre la posibilidad de privatizar la empresa entera. A lo largo de la campaña del año pasado, Bolsonaro en ningún momento presentó un programa de gobierno que fuese más allá de una drástica y violenta reforma del sistema jubilatorio.
Se limitó a insistir en su promesa de ir contra ‘la vieja política’, y a asegurar que gobernaría sin hacer concesiones a los partidos.
A propósito: el ‘súperministro’ de Economía, Paulo Guedes, que tiene en su currículo un único punto que llama la atención —el haber integrado el equipo económico del dictador Augusto Pinochet en Chile— presentó un proyecto a los diputados sufrirá amputaciones profundas. Que, además, podrán ser ampliadas en el Senado.
Sobrevolando este panorama de confusión absoluta, permanece la sombra de los cuarteles. Nunca hubo tantos militares en un gobierno, siquiera en tiempos de la dictadura. Entre tantas preocupaciones, ostentan una en especial: que el costo de los desastres de Bolsonaro y que la compañía se desplome sobre sus uniformados hombros.
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