Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Impresionaba por su sencillez y por la calidez de
su trato; sabía enseñar en forma coloquial, como quien charla con un amigo; te
hacía sentir mayor de lo que eras por la atención que ponía cuando hablabas; no
veía en ti a un pecador en potencia sino a un ser humano en formación; te abría
horizontes al comentarte de filosofía, de literatura o de cine; le conmovía
recordar cómo viven las amas de casa mineras o los campesinos y, sin forzar
nada, inculcaba en ti el compromiso de vida por los humildes.
Yo
formaba parte de un pequeño grupo de quinceañeros que, sabiendo todavía muy
poco de la vida, le ayudábamos en sus actividades. Fuimos varias veces a la
iglesia del Cristo Obrero, le apoyamos en un comedor para indigentes y llegamos
a conocer las pequeñas oficinas del semanario Aquí, ubicadas frente a la vieja
Estación Central, donde ahora queda la parada de la línea Roja del teleférico.
A ese jesuita catalán al que no le gustaba que le dijeran "padre” le conocimos por apenas seis meses, pero fue suficiente para marcarnos de por vida. Por eso que aún hoy, sigue doliendo recordar ese 22 de marzo de 1980, cuando nos enteramos por la radio que a Lucho lo habían asesinado. Durante su entierro, al que asistieron decenas de miles de personas, caminábamos en silencio con la mirada en el suelo, sin fuerzas para gritar las consignas que la multitud coreaba.
Luego nos quedó claro por qué le habían matado. La dictadura que estaba a punto de entronizarse –poco después ocurrió el golpe militar del 17 de julio de 1980- no toleraría periodistas sin pelos en la lengua y menos curas que osaran hablar de la Teología de la Liberación, esa buena nueva que se había extendido por toda América Latina, con su mensaje lleno de fe viva, de fe popular, de fe revolucionaria, tan distinta del que repetía la Iglesia institucional.
En esa Iglesia oficial llena "de boato y de rutina”, con el nombramiento del polaco Karol Wojtyla como Juan Pablo II, se impuso en 1978 la corriente más anticomunista que comenzó a marginar y expulsar a los renovadores que defendían el Concilio Vaticano II de 1962 y a los religiosos que en Latinoamérica se alinearon con la Conferencia Episcopal de Medellín de 1968.
Por eso Luis Espinal incomoda a tantos jerarcas católicos aún después de muerto. Sólo una parte de los jesuitas se afana en recordarle, el resto de la curia guarda silencio y nunca hizo gestión alguna para investigar su asesinato y menos para declararlo mártir. Pero Lucho arraigó en la memoria del pueblo, como ningún otro sacerdote pudo hacerlo.
Francisco
El ciclo conservador llegó a su fin en una Iglesia Católica agobiada por la reducción de fieles, por problemas económicos y por las denuncias de pederastia contra sacerdotes en varios países. Amenazada también por el surgimiento y expansión militar del islamismo político, cuyas vertientes más fascistas -el Estado Islámico (Isis) y el Boko Haram- tienen presencia en países donde viven millones de cristianos como Siria o Nigeria, el Vaticano decidió mirar a Latinoamérica, eligiendo hace dos años a Jorge Bergoglio que tomó el nombre papal de Francisco.
De joven Francisco tuvo influencia de la Teología del Pueblo, una vertiente filosófica que surgió hace medio siglo con los escritos del jesuita argentino Juan Carlos Scannone y que postula la necesidad de hacer Iglesia desde el pueblo y junto al pueblo. Menos revolucionaria que la Teología de la Liberación, toma de ésta la opción preferencial por los pobres, que en los tiempos de la globalización capitalista significa opción preferencial por los excluidos.
Francisco ha traído vientos de renovación a la Santa Sede, pero no hay que olvidar que él es la cabeza con intención reformadora de una institución en esencia conservadora y patriarcal. Podrá hacer muchos cambios en el orden de la austeridad vaticana, por ejemplo, o en cuanto a la manera de relacionarse con el pueblo laico, o en lo referido al fortalecimiento del ecumenismo que pretende volver a reunir a todas las confesiones cristianas. Esas cosas podrán ser transformadas pero no va a cambiar la postura institucional sobre el rol de la mujer. Y no me refiero a la exclusión femenina del sacerdocio, para la que no hay razones valederas dentro de la propia doctrina de la fe cristiana, sino a la secante posición del clero que se opone públicamente al avance de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Diálogo fecundo
Ahora que Francisco llega a Bolivia, ¿cuál debe ser la actitud de un gobierno de izquierda dentro de un Estado laico como es el nuestro luego de la Asamblea Constituyente? Considero que debe ser de respeto en el marco del pluralismo confesional y religioso del que habla también nuestra Constitución Política del Estado.
No es necesario ni correcto que las autoridades se vuelvan ahora, literalmente, "más papistas que el Papa”. Al que sea católico le vendrá bien actuar como le mande su fe. Pero los que no somos creyentes actuaremos tal como nos enseñó Luis Espinal: que puede y debe haber un diálogo fecundo entre creyentes y no creyentes sobre los problemas que nos afectan a todos.
El calentamiento global que amenaza a todas las formas de vida incluida la vida humana en el planeta, las guerras que desangran a pueblos y naciones, la explotación inmisericorde del ser humano que destruye todo vínculo de afecto y comunidad, la cultura del consumismo que idiotiza y funcionaliza a las personas a los fines de la acumulación capitalista. Mi planteamiento es que sobre todos estos tópicos es posible y hasta imprescindible un diálogo entre el cristianismo consecuente y el socialismo comunitario.
Y uno de los escenarios para este diálogo será el Encuentro Mundial de Movimientos Populares que se efectuará en la ciudad de Santa Cruz y al que asistirá Francisco el jueves 9 de julio. Allí estarán reunidos representantes de movimientos sociales de matriz campesina, obrera y popular para debatir sobre la Madre Tierra, Techo, Trabajo e Integración de los Pueblos. Será una buena ocasión también para rendir homenaje a Lucho Espinal, después de 35 años de su muerte.
y Twitter: @escuelanfp
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