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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás

Marcelo Quiroga Santa Cruz


(1931 – 1980)

Quiroga Santa Cruz representó uno de los liderazgos más lúcidos y honestos de la política boliviana de la segunda mitad del siglo XX. Su excepcional inteligencia y sus notables dotes de orador y escritor se combinaron  con una particular mística que lo convirtió en uno de los símbolos de la izquierda boliviana.

Nacido en Cochabamba el 13 de marzo de 1931, era el cuarto de los cinco hijos del político José Antonio Quiroga y Elena Santa Cruz. 

La primaria la cursó en el colegio La Salle de su ciudad natal ya que, en 1934, su padre es electo diputado por el partido Republicano Genuino y designado Ministro del Gobierno de Daniel Salamanca. 

Originalmente estuvo próximo a las posiciones de la Democracia Cristiana, que a su vez era próxima a la Falange Socialista Boliviana (FSB), de la cual se desprende una fórmula que accedió al Parlamento durante el gobierno de Barrientos. Su interpelación al propio Barrientos por la masacre de San Juan (1967) le costó la cárcel. 

Fue Ministro de Minas y Petróleo del gobierno de Ovando, desde esa cartera propugnó y consiguió la nacionalización de la Gulf Oil; renunció a su cargo en mayo de 1970, después de que Ovando diera un viraje hacia la derecha y, al año siguiente, junto a un grupo de intelectuales y dirigentes sindicales, fundó el Partido Socialista, del que se convirtió en primer secretario. 

Durante el golpe de Estado del general Hugo Banzer Suárez en agosto de 1971, luchó junto a las fuerzas populares de resistencia. Pero, luego de ser derrotadas, sale al exilio, primero a Chile y después a Argentina, donde enseña en la Universidad de Buenos Aires, y a México (1975), donde se desempeña como profesor a tiempo completo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), además de convertirse en columnista regular de diversos periódicos locales. 

Mientras ejerció el periodismo, en los años sesenta y setenta, fundó el efímero periódico “El Sol” y la revista “Clarín Internacional”. Sus columnas más importantes, en la prensa mexicana, fueron recopiladas en el libro “Hablemos de los que mueren”. 

Incursionó en el cine con un cortometraje “El combate” (1959), pero su obra de creación más destacada se dio en la narración siendo “Los deshabitados” (1959) un clásico de la literatura moderna de Bolivia; también destacan sus escritos políticos “El Saqueo de Bolivia” (1972) y “Oleocracia o patria” (1976). 

En 1977 retorna clandestinamente al país para reasumir la conducción del Partido Socialista que había permanecido proscrito durante régimen banzerista y que adoptó la sigla de PS-1. 

Fue candidato a la presidencia en tres oportunidades (1978, 1979 y 1980), logrando cada vez mayor cantidad de respaldo hasta alcanzar 100.000 votos en 1980, una cantidad muy significativa en esos años. En 1979 como diputado socialista inició un juicio de responsabilidades contra el ex-dictador Hugo Banzer. 

El 17 de julio de 1980, terminando una reunión de análisis del golpe de Estado que ya había iniciado un día antes y tras una conferencia de prensa en la sede principal de la Central Obrera Boliviana (COB) en La Paz, un grupo de paramilitares rodearon disparando el lugar, obligando a todos los dirigentes a entregarse a los sicarios de los golpistas que, al verle, le balearon hiriéndole de muerte, lo trasladaron al gran Cuartel Militar de Miraflores, lugar donde lo torturaron en sus últimos minutos de vida en lo que resultó un brutal asesinato. Sus restos nunca fueron entregados a sus familiares. Tenía 49 años de edad.

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