Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Verónica Córdova
Celebro
que el Estado boliviano haya decidido crear becas para que sus profesionales
puedan acceder a estudios de posgrado en las universidades más prestigiosas (y
también más costosas) del mundo. Lo celebro porque solo cultivando al ser
humano podremos eventualmente cosechar un verdadero vivir bien.
Me
preocupa, sin embargo, que el objetivo de alcanzar una soberanía científica y
tecnológica marque una estrategia funcional a las necesidades meramente
económicas del país, olvidando que un pueblo requiere de alma tanto como de
mente, de pan tanto como de rosas, de ciencia tanto como de ajayu. Y, mientras
sigamos divorciando la ciencia y la tecnología del arte y el humanismo, solo
podremos cultivar a nuestra sociedad a medias: apenas podremos aspirar a un
“vivir más o menos”.
Un
ser humano que solo calcula y piensa, pero no siente ni expresa emociones, es
nomás un ser humano ch’ulla. Qué bien nos haría como sociedad el que, junto a
los profesionales que se gradúen en petroquímica, siderúrgica, biotecnología o
robótica, recibiéramos a jóvenes talentosos que hayan estudiado pintura,
música, cine, literatura, teatro o danza en los centros artísticos más
prestigiosos del planeta. Qué saludable sería que podamos enviar a nuestros
maravillosos artistas populares (a los que, hasta hace poco llamábamos
artesanos) a estudiar o especializarse, a buscar caminos de intercambio, de iluminación
y hasta de enseñanza de sus capacidades a otros artistas repartidos por el
mundo.
Si
un ser humano está formado por mente, cuerpo y alma, ¿por qué solamente se
promueve el deporte para que el cuerpo se fortalezca y la mente para capacitar
técnicos y científicos, pero dejamos que el alma de nuestros talentosos
artistas se mustie en las estrecheces de un medio sin grandes horizontes? ¿Por
qué desmotivamos a nuestros artistas jóvenes, promoviendo olimpiadas
científicas y campeonatos interestudiantiles, mientras olvidamos casi
sistemáticamente el fomento a las artes, al pensamiento, a la escritura, a la
expresión de las almas individuales y colectivas?
La autora es cineasta
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