Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
En otra de sus recurrentes piruetas verbales (si continúa
así, pronto será el Arjona de la política boliviana), el candidato de la
residual Democracia Cristiana, Tuto Quiroga, lanzó un desafío tan divertido
para el personal como temerario para su estómago: “Si seis de diez votan por
Evo Morales, me como mi reloj”. ¿Se imaginan? He ahí el compromiso: si Evo
obtiene el 60% de la votación, Tuto se convertirá en traga-relojes.
Oficio nada desdeñable, está visto, para digerir derrotas.
Pero Tuto no solo amenaza con devorar su reloj. Hace poco
prometió que si el 12 de octubre se confirma la encuesta de Mori, “se traga la
corbata”. Quizás el siguiente paso sea fagocitarse. Ahora bien. Más allá de la
provocación, el heredero de Banzer funda sus retos gastronómicos en un
supuesto: asegura que ya está en segundo lugar y, con su “franco ascenso”,
ganará las elecciones. Le queda un gran trecho, considerando que la encuesta
más optimista le da apenas 9% de intención de voto.
Esta lógica, que llamaré “optimismo avestruciano”, no es
privativa del candidato del PDC. El líder del Movimiento Sin Miedo (MSM), Juan
del Granado, también inició su campaña electoral con una afirmación sin
matices: “Le quiero decir a Evo Morales: prepárese para ser oposición, haga
maletas para irse de Palacio de Gobierno”. Y lo ratificó hace poco al asegurar
que irá a segunda vuelta. Algo dramático tendrán que hacer los Ku Klux Juan
para superar el actual 3% que le dan las encuestas.
¿Alguien más? Por supuesto: el compadre Samuel. Tras renegar
de las encuestas —que utilizó/ensalzó para ganar las “internas” del fallido
Frente Amplio—, el candidato presidencial de Unidad Demócrata también jura:
“estamos a metros de llegar a una segunda vuelta”. Claro que las elecciones no
se definen en metros, sino con votos. Y los datos lo muestran estancado, a la
baja, con menos del 20%. ¿O estará confiando en el adivino Ramsés, quien, tarot
en mano, pronosticó su victoria electoral?
Si nos atuviésemos a estas promesas/deseos de los candidatos
opositores, todos ellos irán a segunda vuelta electoral con Evo Morales. Pero
los datos de las encuestas (que ciertamente admiten variaciones) dicen otra
cosa: el actual Presidente, en clave de re-reelección, ganaría cómodamente en
primera vuelta. Así las cosas tendremos que preguntar/observar: ¿Tuto se comerá
su reloj-corbata? ¿Juan alistará maletas para viajar a sus cuarteles de
invierno? ¿Samuel se castigará confinándose a Trinidad?
Es probable que la noche del 12 de octubre, cuando se
conozcan los datos en boca de urna (si acaso se mantiene la actual intención de
voto), en lugar de reconocimiento de la derrota opositora haya un variopinto
juego de justificativos. Tengo especial curiosidad por saber qué dirán Tuto,
Juan y Samuel. ¿Gritarán “fraude monumental”, como ya anticipan con su
reciclado ataque al Padrón Electoral? ¿Escupirán al árbitro? ¿Acusarán al
aparato de Estado por las evidentes ventajas del candidato oficial?
Como sea, más allá de los anhelos de voto, el resultado de
la votación y los discursos ulteriores de unos y otros, lo que más preocupa en
este proceso electoral (a cinco días del inicio formal de la propaganda en
medios) es su marcada opacidad. Abundan juicios, insultos y filtraciones (ah,
la “farandulización de la política”). Escasea la deliberación pública en torno
a propuestas programáticas y visiones de futuro. ¡Si ni siquiera el Órgano
Electoral está haciendo campañas motivacionales e informativas!
Volvamos al desafío/compromiso de Tuto. Digamos que, en un
ataque de rabia, en efecto sazona su reloj y se lo engulle. Listo. Festín
mediático. ¿Y después? Aquí importa el después. Tuto desaparecerá nuevamente,
pero quedará la oposición en la Asamblea. ¿Otra vez débil y fragmentada,
básicamente reactiva, impotente? ¿Se repetirá el simulacro en desbande de
Podemos y Convergencia? Corren apuestas, comen relojes.
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