Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Pablo Vasco
"El socialista que
no es feminista carece de amplitud. Quien es feminista y no es socialista
carece de estrategia."
Louise Kneeland, socialista y feminista norteamericana, 1914.
Las clases dominantes justifican su explotación naturalizando y profundizando la división de clases: siempre hubo ricos y pobres, algunos logran progresar, existen capacidades diferentes… De un modo similar, también naturalizan el orden patriarcal, la supuesta inferioridad de la mujer, la maternidad como un mandato social ineludible y las tareas domesticas como su correlato.
Pero la diferencia biológica, por sí misma, no impone jerarquía ni prioridad alguna entre el hombre y la mujer. Es el propio sistema capitalista el que asigna roles fijos a unos y otras con el objetivo de asegurar el sostenimiento y la reproducción de sí mismo. En esa construcción impuesta, se espera que la mujer sea quien garantice el cuidado cotidiano y la continuidad futura de la mano de obra del sistema, y mucho mejor aún si a la vez cumple con ser compradora compulsiva y objeto sexual. Las conductas machistas que ejercen muchos trabajadores y varones de sectores populares, y que tantas mujeres también aceptan como "normales", tienen su origen en la estructura económica e ideológica del sistema dominante.
La doble opresión que sufren las mujeres bajo el capitalismo tiene asimismo un lado más oscuro y doloroso que el plano social, ya que a veces también está presente en el hogar, en el barrio, en su relación íntima o de pareja con un hombre. Y se refleja en las altas cifras de mujeres golpeadas o maltratadas y en la cantidad de femicidios.
Por otra parte, en todas estas situaciones las mujeres deben enfrentar de alguna manera la complicidad del Estado, por acción u omisión: el aborto sigue estando prohibido, para la violencia falta prevención y contención reales, en la trata para explotación sexual hay connivencia del delito con la protección policial, judicial y política.
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Por lo tanto, la salida debemos pensarla no individualmente sino en forma colectiva. La emancipación de las mujeres forma parte intrínseca de la liberación de la clase trabajadora en su conjunto. Así como es imposible obtener avances económicos, sociales, democráticos y políticos significativos sin la participación activa de las mujeres, tampoco es posible lograr la emancipación plena de las mujeres sin luchar por una salida anticapitalista.
Seguramente la derrota del capitalismo no significará que de un día para el otro, de manera automática, se acabe la opresión de la mujer. Hará falta toda una amplia tarea educativa, cultural e ideológica para erradicar las conductas y prejuicios machistas, tan arraigados. Pero lo que en realidad es completamente utópico es creer que se pueda terminar con la opresión del a mujer mientras vivamos en el marco de esta sociedad capitalista, desigual e injusta por naturaleza.
Ahora bien: que la estrategia de los revolucionarios sea por una salida de fondo anticapitalista y socialista, no equivale a quedarse sectariamente de brazos cruzados ante los reclamos concretos de género del presente, así no sean explícitamente socialistas. Existe entre ambos aspectos una combinación dialéctica. Como decía la Kollontai, "cada nuevo objetivo de la clase trabajadora representa un paso que conduce a la humanidad hacia el reino de la libertad y la igualdad social: cada derecho que gana la mujer la acerca a la meta fijada de su emancipación total…".
No hay forma, insistimos, de terminar definitivamente con la opresión de la mujer sin cambiar de raíz la base material que la origina y se beneficia de ella, que hoy es la explotación capitalista. La desaparición de la explotación de una clase por otra y el reemplazo de la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad social son la condición para lograr ese cambio e iniciar la construcción del socialismo a nivel nacional e internacional.
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El autor es dirigente del Movimiento Socialista de los Trabajadores en Argentina
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