Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Han surgido
estos días, y durante los meses en los que se aparentaba debatir sobre si
intervenir o no cuando la decisión estaba tomada, debates sobre si la acción
militar que se desarrolla ahora mismo en el norte de Malí es una acción
imperialista más o si es necesario frenar el avance de los yihadistas en el
Sahel.
El lenguaje
mediático de la guerra ha dibujado el siguiente escenario: occidentales que
apoyan al Gobierno de Malí luchan contra la invasión de yihadistas que amenazan
por extender en la zona prácticas islamistas radicales. Además del terror. En
el mismo altar, los países de la CEDEAO, organización de países de África
Occidental, que también dan soporte a la operación. Y esta última precisión no
es baladí para hacer un análisis de la situación.
Es obvio que en
África Occidental hay miedo. En los estados hay cierto temor al avance de los
islamistas radicales. También es cierto que el papel que ha tomado Francia,
precisamente, recuerda a la historia del colonialismo y su continuo papel
neocolonial después de las independencias. No hay que olvidar que no ha dejado
de ejercer un rol explotador de los recursos naturales a sabiendas de que
muchos ciudadanos de los países en los que obtiene de forma injusta estos
recursos viven de forma miserable, en muchas ocasiones con menos de 1$ al día.
Mientras, empobrecidos, desconocen cómo sus riquezas (oro, uranio, petróleo...) se fugan hacia las necesidades europeas. Cabe dudar si este conflicto tiene algún ingrediente de expansionismo en tiempos de crisis. La posición de las naciones y multinacionales europeas han generado contradicciones que la izquierda europea no ha sabido contestar. Hablo del empobrecimiento sin remedio de muchos pueblos africanos o de la corrupción consentida. También hablo de golpes de Estado y de asesinatos de líderes premiados con la lealtad y un riego económico fluido.
Mientras, empobrecidos, desconocen cómo sus riquezas (oro, uranio, petróleo...) se fugan hacia las necesidades europeas. Cabe dudar si este conflicto tiene algún ingrediente de expansionismo en tiempos de crisis. La posición de las naciones y multinacionales europeas han generado contradicciones que la izquierda europea no ha sabido contestar. Hablo del empobrecimiento sin remedio de muchos pueblos africanos o de la corrupción consentida. También hablo de golpes de Estado y de asesinatos de líderes premiados con la lealtad y un riego económico fluido.
Es imposible
dejar de ver que tras la intervención podemos encontrar a todo un Consejo de
Seguridad de la ONU y las élites militares francesas y europeas. Que la OTAN
está en la retaguardia encantada. Canadá. Estados Unidos. Unanimidad. Y que en
este espacio de unanimidad se encuentra la más alta burguesía empresarial.
Mientras tanto, hay quién ve el conflicto no desde la geopolítica religiosa,
sino desde una lectura de clase que habla de pobreza, pueblos esquilmados y
consecuencias. Perfectamente comprensible, a poco que atendamos a datos
históricos y de las multinacionales como Areva en Níger, por citar un primer y
evidente ejemplo de expolio a coste cero, o casi cero.
No se habla
para contar esta guerra del vacío político y la degradación de estados
ficticios hechos realidad en un ejercicio de colonialismo. Ese vacío político
es la causa real del conflicto en Malí. Pero ese vacío político, en el pasado,
se materializó en movimientos de izquierda que lideraron, por ejemplo, los
asesinados Thomas Sankara y Patrice Lumumba. Y la clase adinerada de Bélgica,
Francia, Reino Unido y Alemania decidieron acabar con ellos. Muchos africanos
que luchaban contra el colonialismo desaparecieron. Ahora, los que luchan son
reaccionarios grupos radicales religiosos armados hasta los dientes. En el
conflicto de Libia se aliaron con el lado contrario. No es una cuestión
ideológica, sino religiosa y de poder.
En cualquier
caso, el panorama en África, atendiendo a las relaciones internacionales, se
antoja curioso. En un mundo en manos del dinero y sus transferencias, China ha
tomado un papel fundamental en el continente. Acaparando tierras, negocios,
países y relaciones fraternales con muchas naciones africanas. Llenando incluso
la liga china de fútbol de los mejores jugadores africanos. Estados Unidos
sigue haciendo una diplomacia comercial poderosa. Sin ruidos, tiene una intensa
presencia militar, diplomática y empresarial. ¿Y Francia? Estaba perdiendo su
clásica hegemonía. Una arista más del análisis. Esta intervención decidida y
por sorpresa es un golpe en el tablero africano, para atender a quién es el
líder aquí. El Franco CFA es otra huella imborrable por ahora.
Es una lectura
controvertida la de este conflicto, al menos si hacemos el análisis desde una
perspectiva de clase y no en base a las reglas del juego de relaciones
internacionales. Desde esta otra perspectiva, poco extendida en los medios de
comunicación, la clase obrera ha tenido que huir de una región sin soportes, ni
desarrollo social ni político. Una región que apenas tuvo defensa militar. Una
región de la que ha emigrado mucha población en los últimos años por la falta
de oportunidad. Una región ampliamente explotada por empresas multinacionales
europeas y en las que no se invierte apenas nada del beneficio que obtienen por
sus recursos naturales. Un conflicto en el que vuelven a pagar los de siempre:
los que menos tienen.
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