Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Julieta Paredes
La forma cómo nos han relatado y enseñado la historia ha sido siempre
la sucesión de hechos heroicos, plagados de fechas memorables, dentro de los
cuales sólo han tenido cabida hombres extraordinarios, que nada tienen que ver
con los hombres comunes y corrientes que habitan nuestros pueblos. Por supuesto
que las pocas mujeres que aparecen en la Historia figuran en un orden patriarcal; y
siempre con relación a los hombres, a sus parejas o familiares. Por lo tanto,
rara vez mujeres ch'ullas, mujeres sin pareja o un familiar varón van a
aparecer en primera fila; aparecerán al último, si es que aparecen.
Voy a recordar algunas
palabras que el hermano Evo dijo en repetidas ocasiones: “Yo no soy el chapulín
colorado”, refiriéndose a que él es una persona común y corriente como
cualquiera (a propósito, hace mucho tiempo que no escucho esa expresión llena
de sabiduría) y en esa frase por lo menos reclamaba a hombres y mujeres del
pueblo sus propias responsabilidades, respecto al Gobierno y al proceso de
cambio.
Siempre me he rebelado
contra la mitificación de las personas. De niña he admirado apasionadamente al
Che, a Jesucristo, a Juana Azurduy; pero apenas crecí y maduré, me parecía
injusta la manera deshumanizada de recordarles. El ejemplo más evidente es el
tener en las iglesias imágenes de Jesús torturado, arrodillarse ante esta
imagen y pedirle favores; eso me horrorizaba. Cuando me enteré de la historia
real de mi guerrillera favorita fue terrible. Ella era algo así como la Xena de mis años de wawa,
saber que Juana acabo pidiendo limosna y se le murieron sus wawitas, !qué
terrible!
Los sigo queriendo, a cada
uno de ellas y ellos, que fueron mis héroes y heroínas. Pero hoy otro
sentimiento me reclama desde dentro de mí ser: la compasión, el cariño
compasivo; sentimiento que hoy me produce el compa Hugo Chávez. No puede ser
que los procesos revolucionarios hagan que los pueblos deshumanicen a los
hombres y mujeres, y los conviertan en caudillos. Los caudillos están alejados
del pueblo, son convertidos en súper héroes; o sea, no humanos. Estos
súper héroes están obligados a no fallar, a tener la razón siempre y, por
supuesto, a no tener o no demostrar ninguna debilidad o enfermedad. Es una
práctica necrófila del movimiento revolucionario, es cruel delegar a una
persona la realización de las utopías sociales. Pero eso es lo que hacemos por
flojera de pensar y crear, por la comodidad de ser opinólogos y de no
embarrarnos las manos de aciertos y equivocaciones que suceden al hacer la
revolución.
Yo espero y estoy
esperanzada de que el pueblo venezolano, el que yo vi apoyar a Hugo en las
urnas, hoy apoye el proceso revolucionario que le pertenece, porque los
procesos son de mujeres y hombres de los pueblos, y no son de los
caudillos. Algunos hombres y mujeres son símbolos reconocidos y queridos, pero
no podemos, no debemos, convertirlos en caudillos, porque si no, los procesos
no son auténticos y tendremos que esperar mucho más para cambios
revolucionarios. Salud hermano Hugo.
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