Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lourdes Montero
Al inicio de los 90, el sociólogo Daniel Bell afirmaba que la mayor revolución del siglo XX había sido el ingreso de las mujeres al espacio público. Y tiene razón, porque desde la antigüedad hasta hoy el ámbito de la política estuvo reservado exclusivamente para los hombres y, en el caso de Bolivia, a los hombres propietarios/profesionales de piel blanca. Recientemente el campo político ha variado significativamente con el ingreso de tres actores: indígenas/campesinos, jóvenes y mujeres, provocando una verdadera revolución en la representación y, lo que es fundamental, una crisis de los códigos tradicionales sobre qué se discute, dónde se discute y cómo se discuten los asuntos públicos.
En las pasadas elecciones Bolivia alcanzó un 48% de mujeres en la representación del Parlamento nacional, un verdadero logro frente al promedio regional, que apenas alcanza a 25%, y el mundial, que es de 22%. Esto asegura que nuestra Asamblea Legislativa contará con lo que la politóloga Drude Dahlerup ha llamado una “masa crítica”, indispensable para que se presente un cambio en la cultura política y en acciones públicas concretas.
El próximo viernes enfrentamos un nuevo desafío: la conformación de un gabinete paritario que complemente adecuadamente esa Asamblea Legislativa que tanto nos enorgullece. Actualmente en el mundo un 17% de mujeres ejercen puestos ministeriales. En los países nórdicos esta cifra llega al 49%, reflejando el ideal de la paridad, aunque Europa en su conjunto apenas alcanza el 18%. En el continente americano esta cifra se ha incrementado sistemáticamente gracias a las leyes de cuotas, reportando para el 2014 una cifra récord de 30%; además de contar simultáneamente con tres mujeres que se desempeñan como presidentas: la brasileña Dilma Rousseff, la argentina Cristina Fernández y la chilena Michelle Bachelet. Es indudable que para las mujeres corren buenos vientos en la política latinoamericana.
En Bolivia los gabinetes con presencia de mujeres son muy recientes. Recordemos que en el primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada ninguna mujer se desempeñó como ministra; posteriormente, en su segundo mandato, tan solo el 11% eran mujeres. Con Hugo Banzer y Tuto Quiroga ese porcentaje llegó a un 6%. Esa voluntad política mejoró en los gobiernos de Carlos Mesa (19%) y Rodríguez Veltzé (20%). En 2010 y 2011 pudimos celebrar con el presidente Evo Morales el primer gabinete paritario de nuestra historia con un 50% de mujeres en la gestión estatal. Los años posteriores esta presencia se vio disminuida a un 35%, y por ello nuestra atención está puesta en las designaciones del próximo viernes.
La mayor presencia de mujeres en el campo político ha tenido, en primer lugar, un importante efecto simbólico, porque ha sensibilizado a la población sobre los problemas específicos que enfrentan las mujeres, entre los que destaca, sin duda, las altas tasas de violencia intrafamiliar y feminicidio que requieren atención urgente. Paralelamente, la mayor presencia femenina ha ido creando el hábito de pensar en las mujeres como activistas sociales, profesionales y políticamente capaces de ocupar cargos de poder. Es decir, ha ayudado a modificar la concepción tradicional sobre los roles de género, pero sobre todo ha permitido a las niñas y niños soñar con un futuro distinto.
Seguir avanzando en todos los campos permitirá a las mujeres pasar de una participación esporádica y espontánea a una actuación política más orgánica, coherente y sostenida, dejando de ser lo que la CEPAL denomina “actores sociales inesperados”. Como bien ha dicho Chantal Mouffe, no se trata de una lucha en contra del poder, sino a favor de construir formas de poder más pertinentes a una democracia radical.
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