Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Carlos Soria Galvarro
A 20 días de las elecciones las cartas parecen estar echadas. Todo indica que la candidatura oficialista se impondrá cómodamente. Lo probable es que no alcance los altos porcentajes deseados por la dirigencia masista, pero por lo menos, salvo una sorpresa de último minuto, no será necesaria una segunda vuelta. Algún voto cruzado a nivel local ante la presencia de candidatos desconocidos o verdaderamente indeseables no alterará el cuadro general de los resultados previstos, aunque esto puede ser decisivo con relación a los anhelados dos tercios en el poder legislativo.
Hasta aquí la desabrida campaña electoral, plagada de acusaciones, contraacusaciones e improperios, huérfana de propuestas programáticas, tampoco ha determinado cambios en ese panorama. Así las cosas, queremos compartir con los lectores dos inquietudes, la una formulada como hipótesis y la otra planteada solamente a través de interrogantes.
La hipótesis: el rumbo futuro del país no será definido el domingo 12 de octubre, sino después. La verdadera correlación de fuerzas en el porvenir más o menos inmediato no se medirá entre oficialistas y opositores, sino al interior del variopinto y contradictorio campo de alianzas estructurado por el MAS.
Me explico. El proceso de cambio iniciado en 2006 será recuperado y profundizado, avanzará hacia las metas que originalmente se propuso solo en tanto y en cuanto en las inevitables pulsetas que se avecinan se impongan las fuerzas populares sobre los sectores advenedizos, en ciertos casos inocultablemente derechistas, que se han subido al carro del poder. Lo deseable es que tales ineludibles pugnas, esos nuevos “puntos de bifurcación” (usando el lenguaje de moda) transcurran en el marco democrático y al amparo de la nueva institucionalidad construida trabajosamente en los últimos años. Que no sea nuevamente un “todos contra todos” ni un “sálvese quien pueda”, sino la reconstrucción desde abajo de un nuevo polo popular y democrático capaz de imprimir su sello en el curso de los acontecimientos, capaz de frenar los retrocesos e impedir el retorno al pasado. Por supuesto, esos futuros desenlaces no pasarán exclusivamente por los curules parlamentarios, sino en lo fundamental por la movilización activa de las fuerzas sociales transformadoras.
Las interrogantes. ¿Cuánta votación habrá dilapidado el partido de gobierno por sus vacilaciones programáticas entre un novedoso aunque difuso “socialismo comunitario” y un capitalismo puro y simple que no altera para nada las inequidades sociales? ¿Cuánta votación se habrá enajenado el MAS por la incoherencia que significa decir una cosa y hacer exactamente lo contrario? ¿Cuántos votos habrán cambiado de rumbo por la no aplicación, y en ciertos casos violación de la nueva Constitución Política del Estado?
¿Cuánto apoyo habrá perdido el Ejecutivo por acciones que aparecen, no digo que necesariamente lo sean, como contrarias a la independencia de los otros poderes y orientadas a construir un poder personal omnímodo e indefinido? ¿Cuántos y cuántas bolivianos y bolivianas que antes votaban por Evo ahora están perplejos, han perdido el fervor que tenían, vacilan, se abstendrán, anularán su voto o votarán en contra por lo que consideran uso abusivo del poder?
Cabe preguntarse también cuánto respaldo abandona al partido oficial a raíz de los cambios de camiseta inducidos y muy publicitados. La pregunta estaría dirigida a los estrategas y directores de campaña, ¿se olvidaron de la elemental enseñanza de que hay sumas que restan, están ciegos o atornillan al revés?
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