Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Alfredo Rada Vélez
Una
lectura serena de varias encuestas de alcance nacional —dejando en claro que
esos estudios realizados por empresas privadas son solamente referenciales—
lleva a la conclusión de que es ya irreversible la tendencia hacia una
contundente victoria del Movimiento Al Socialismo (MAS) en las elecciones del
12 de octubre. Conforme se acerca esa fecha, la perplejidad inicial va dando
paso a la preocupación cada vez más notoria en las dos expresiones políticas de
la oposición de derecha, la moderada —que postula a Samuel Doria Medina— y la
radical —que apoya a Jorge Quiroga Ramírez— reducidas hoy a una disputa por el
mismo segmento minoritario de votación: menos de una tercera parte del padrón
electoral. Es una lucha fratricida porque entre las dos opciones de derecha no
existen profundas discrepancias ideológicas o programáticas, ya que comparten
los mismos fundamentos neoliberales que, para señalar un aspecto de sus
programas, les lleva a plantear que Bolivia debe incorporarse a la “Alianza del
Pacífico”, ese bloque de libre comercio conformado por los gobiernos de Chile,
Perú, Colombia y México.
En
realidad, el zarandeo entre samuelistas y tutistas está expresando una lucha
intestina por la supervivencia política a mediano plazo, una pugna en la que
lleva la peor parte el empresario cementero, que puede terminar convertido en
el chivo expiatorio de la peor derrota de las fuerzas conservadoras en una
década.
Al
interior de los dos partidos (Unidad Demócrata, UD; y el Partido Demócrata
Cristiano, PDC) sus estrategas y asesores externos de campaña, habiendo dado
por perdida la contienda por la Presidencia, se afanan ahora por preservar
algunos bolsones de votación en Beni, Santa Cruz y Tarija, para desde allí
relanzar un frente único de oposición en el ámbito nacional, pensando en las
elecciones municipales y departamentales que se efectuarán en marzo de 2015.
Particularmente
importante para la continuidad y profundización del proceso de cambio es la
creciente gravitación política del departamento de Santa Cruz, ya que es el que
tiene la mayor y más diversificada actividad económica del país, es el más
extenso en territorio y el que ocupa el segundo lugar en población del país con
tendencia sostenida a seguir recibiendo flujos migratorios del occidente.
En
Santa Cruz, el MAS puede superar el 50% de respaldo en las urnas, con lo que
redondeará un inédito triunfo político de carácter estratégico para la
izquierda en una región tradicionalmente controlada por partidos y logias
conservadoras de los intereses de la burguesía agraria, industrial y
financiera.
Sabido
es que entre 2004 y 2009, las representaciones políticas de esa burguesía,
haciéndose fuertes tanto en los comités cívicos como en las prefecturas (hoy
gobernaciones) de los departamentos de la denominada “media luna”, intentaron
desestabilizar al naciente proceso de cambio efectuando un supremo esfuerzo
para hacer fracasar la Asamblea Constituyente (2006-2007), para así precipitar
la caída de Evo Morales. Fueron derrotadas democráticamente en el Referéndum
Revocatorio de agosto de 2008 y luego militarmente, cuando fue sofocado el
intento de golpe cívico-regional de septiembre de ese mismo año, cuya cota de
violencia fascista y racista más alta fue la masacre de campesinos en la
localidad pandina de Porvenir.
Pero
nunca hay que olvidar que aquella fue una derrota en el plano superestructural
que obligó a esa burguesía a replegarse de la acción conspirativa, lo que no
significa que haya perdido su poder económico basado en los procesos de
acumulación capitalista. Sin embargo, su hegemonía política en la región
oriental se ha debilitado y fisurado; lo que a su vez ha permitido el
fortalecimiento de las fuerzas campesinas, obreras y populares que, en los
últimos años han logrado significativos avances en su unidad, organización y
movilización. Me adscribo a la hipótesis de que el triunfo electoral de la
izquierda en Santa Cruz será el resultado de estas transformaciones en la
composición y correlación de fuerzas entre las clases sociales que han
terminado consolidando y fortaleciendo el liderazgo político de Evo Morales en
tierras cruceñas. Vistas así las cosas, las maniobras táctico-electorales con
fuerte dosis de pragmatismo se ubican en un plano secundario.
El
previsible triunfo de las fuerzas transformadoras en Santa Cruz abre grandes
perspectivas para profundizar el proceso de cambio en Bolivia. Pero eso
dependerá de la manera cómo los principios revolucionarios y el contenido
discursivo anticapitalista del Gobierno definan sus orientaciones programáticas
hacia aquella región del país, donde el capitalismo y el consumismo se arraigan
con más fuerza en el conjunto de la sociedad. ¿Podrá la joven clase obrera de
este departamento, la más numerosa a nivel nacional pero también la menos
organizada en el sector fabril, de la construcción y en la actividad petrolera,
actuando como parte de un Bloque Social Revolucionario más amplio, desplegar su
propio rol en el impulso de nuevas transformaciones revolucionarias? ¿Se movilizarán
las bases campesinas para hacer valer su propuesta de profundizar la revolución
agraria, eliminando las nuevas formas de latifundio y la denominada
extranjerización de la propiedad de la tierra en los departamentos amazónicos
de Bolivia? ¿Se mantendrá la inclinación favorable al cambio de sectores
importantes de las clases medias cruceñas que, seducidas por la buena gestión
de la economía, aceptan hoy con entusiasmo lo que ayer rechazaban con
desconfianza?
Está
claro que en el nuevo contexto en el que los partidos de la derecha son
incapaces de representar adecuadamente sus intereses generales, la burguesía
cruceña a través de sus organizaciones clasistas, como la Cámara de Industria y
Comercio (CAINCO) y la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), han pasado de la
confrontación a la adulación, buscando arribar a acuerdos con un Gobierno que
saben se mantendrá por el siguiente quinquenio. En este afán conciliador
nuevamente acuden al discurso de la “seguridad jurídica” y piden “reglas del
juego estables”; en otras palabras están buscando detener el curso de las
transformaciones.
Acá
entrará en juego el Bloque Social Revolucionario que en el país se expresa por
la articulación de la Central Obrera Boliviana (COB) con todas las
organizaciones que conforman la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM),
que desde hace algunos meses vienen planteando la tesis política de la
profundización del proceso de cambio desde los movimientos sociales. Este
Bloque, que respalda al compañero Evo Morales y que es el factor unitario que
está contribuyendo al triunfo, especialmente en los departamentos más
densamente poblados del país, tendrá también que proponer un curso de acción
posterior al 12 de octubre en el que se administre adecuadamente y, en función
de objetivos revolucionarios, el resultado en las urnas.
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