Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Introducción
Las perspectivas recientes sobre
educación ambiental y educación para la sostenibilidad de muy variadas maneras
se enfocan en el “desarrollo sustentable”. Buena parte de la discusión queda
centrada, por lo tanto, en cuestiones como determinar las condiciones
ecológicas para el desarrollo, generar un desarrollo “verde” o alentar una
sensibilidad ambiental. De alguna manera puede entenderse que esas posturas son
reformas ambientales al desarrollo.
En cambio, otra manera de enfocar
estas cuestiones es promover simultáneamente una crítica sustancial sobre la
idea misma de “desarrollo”. En otras palabras, admitir que un tránsito a la
sustentabilidad implica cambios radicales en las ideas que hoy son aceptadas
sobre el desarrollo.
Un proceso de este tipo está en
marcha en algunos países y movimientos en América Latina. Se está observando
una renovación de la crítica al desarrollo, donde uno de sus componentes
proviene de las preocupaciones ambientales. Pero esta nueva reflexión ofrece la
particularidad de ir hasta las raíces culturales de las concepciones de
desarrollo, y una vez allí, entiende que las alternativas se encuentran más
allá de esas ideas. Son, por lo tanto, críticas al desarrollo donde se termina
abandonando la idea convencional de “desarrollo”.
El presente artículo ofrece un
resumen de algunas de estas discusiones, y en especial aquellas que están
enfocadas en las alternativas que ahora se conocen como “Buen vivir” o “Vivir
Bien”. Las secciones que siguen reproducen un artículo que hemos publicado
recientemente (Gudynas y Acosta, 2011).
Nuestro objetivo es revisar
algunos aspectos claves de la actual construcción de las ideas sobre Buen Vivir
como crítica al desarrollo. Se repasan algunas posturas críticas al desarrollo,
ubicando a las ideas sobre el Buen Vivir como una respuesta a varios de esos
cuestionamientos. Se analizan los componentes que explican la construcción de
las ideas de Buen Vivir, comentándose sobre sus formulaciones en las nuevas
Constituciones de Bolivia y Ecuador. Paralelamente, indicamos que estas ideas
recuperan posturas claves ancladas en los conocimientos saberes propios de
pueblos indígenas. Sus expresiones más conocidas remiten a Ecuador y Bolivia;
en el primer caso es el Buen Vivir o sumak kawsay (en kichwa), y en el segundo,
en particular el Vivir Bien o suma qamaña (en aymara) y sumak kawsay (en
quechua). Finalmente, se avanza en la idea del Buen Vivir como una plataforma
política para la construcción de alternativas al desarrollo.
El Buen Vivir, en tanto concepto
plural y en construcción, discurre en el campo de los debates teóricos, pero
también avanza en las prácticas, sea en aquella de los pueblos indígenas y en
los movimientos sociales, como en la construcción política, dando sus primeros
pasos en las recientes constituciones de Bolivia y Ecuador. Más allá de la
diversidad de posturas al interior del Buen Vivir, aparecen elementos
unificadores claves, tales como el cuestionamiento al desarrollo entendido como
progreso o el reclamo de otra relación con la Naturaleza. El Buen Vivir no es,
entonces, un desarrollo alternativo más dentro de una larga lista de opciones,
sino que se presenta como una alternativa a todas esas posturas.
La crítica y la
permanencia del desarrollo convencional
Las ideas contemporáneas sobre el
desarrollo comenzaron a formalizarse en la década de 1940. Es habitual
presentar como referencia el discurso de 1949 del presidente de Estados Unidos,
Harry Truman, donde se presenta la idea del desarrollo como sucesivos avances
en la linealidad del progreso. El desarrollo es definido también en relación a
su contracara, el subdesarrollo; la primera situación se observaría en los
países industrializados, cuyos regímenes de gobierno y sus patrones culturales
se deben convertir en el ejemplo a seguir por los países del sur (véase, por
ejemplo, a Sanchs, 1992, y Rist, 2002).
De esta manera, América Latina
junto a otras regiones, debían aplicar un conjunto de políticas, instrumentos e
indicadores para salir del “subdesarrollo” y llegar a aquella deseada condición
del “desarrollo”. A lo largo de estas últimas décadas, casi todos los países
han intentado seguir ese supuesto recorrido. ¿Cuántos lo han logrado? Muy
pocos. En realidad, lo que se observa en el mundo es un “mal desarrollo”
generalizado, existente inclusive en los países considerados como
desarrollados. José María Tortosa va más allá, afirmando que “el funcionamiento
del sistema mundial contemporáneo es«maldesarrollador»” en su propia lógica, ya
que está basado en una idea de“eficiencia que trata de maximizar los
resultados, reducir costes y conseguir la acumulación incesante de capital” (en
el sentido de Tortosa, 2008).
Por cierto que existe cierta
heterogeneidad dentro del amplio campo del desarrollo contemporáneo. De hecho,
por lo menos desde la década de 1960 comenzaron a sumarse distintas visiones
críticas inconformes con las posturas de un progreso lineal, con reclamos en el
terreno social y ambiental (véase la revisión de Unceta, 2009). Los objetivos y
medios para avanzar en el desarrollo difieren entre escuelas de pensamiento y
diversos autores, las que quedan bien ejemplificadas por Tortosa (2008) al
recordar que van desde las “versiones más economicistas que lo identifican con
el crecimiento del PIB a las más complejas del desarrollo a escala humana,
necesidades básicas, nuevo orden internacional, desarrollo humano,
ecodesarrollo o codesarrollo”.
Entre esas corrientes se
encuentran las críticas ambientales, y al menos desde 1980, el desarrollo
sostenible como concepto. Si bien sus posturas originales, la sustentabilidad
requería una reformulación sustancial del desarrollo, pero al pasar el tiempo,
esta idea se diversificó en corrientes muy diversas, incluyendo aquellas que
quedaron en un mero intento de reformas instrumentales del desarrollo para
relanzarlo como crecimiento económico.
La diversidad de posiciones alrededor
del desarrollo s muy clara en el caso latinoamericano, lo que explica la
“azarosa biografía” de la idea de desarrollo en la región, cambiando “muchas
veces de identidad y de apellido, tironeado entre un consistente reduccionismo
economicista y los insistentes reclamos de todas las otras dimensiones de la
existencia social. Es decir, entre muy diferentes intereses de poder”, al decir
de Aníbal Quijano (2000). Inicialmente sus promesas fueron movilizadoras,
agrega Quijano, “pero fueron eclipsándose en un horizonte cada vez más esquivo
y sus abanderados y seguidores fueron enjaulados por el desencanto”.
A su vez, la región también jugó un papel importante en generar revisiones críticas sobre el desarrollo convencional, tales como el muy conocido estructuralismo inicial de Raúl Prebisch, los diferentes énfasis en la teoría de la dependencia, hasta posiciones más recientes, como el neo-estructuralismo de CEPAL. Estas posturas heterodoxas y críticas encierran una importancia considerable, pero también han adolecido de algunas limitaciones. Por un lado, sus cuestionamientos no lograron alcanzar los núcleos conceptuales de la idea de desarrollo convencional entendido como progreso lineal, y en particular expresado en términos del crecimiento económico. Por otro lado, cada una de ellas generó una ola de revisiones pero que no lograron sumarse y articularse entre sí; si bien generaban un pico en los cuestionamientos, poco después éstos comenzaban a languidecer y las ideas convencionales volvían a retomar el protagonismo. Este tipo de procesos explica que a pesar de las diversas posiciones críticas sobre el desarrollo que se acumularon sobre todo en la década de 1970, desde el dependentismo a los llamados a un “otro desarrollo”,de todas maneras el núcleo básico desarrollista persistió, y se acentuó bajo las reformas de mercado de inspiración neoliberales de las décadas de 1980 y 1990.
A su vez, la región también jugó un papel importante en generar revisiones críticas sobre el desarrollo convencional, tales como el muy conocido estructuralismo inicial de Raúl Prebisch, los diferentes énfasis en la teoría de la dependencia, hasta posiciones más recientes, como el neo-estructuralismo de CEPAL. Estas posturas heterodoxas y críticas encierran una importancia considerable, pero también han adolecido de algunas limitaciones. Por un lado, sus cuestionamientos no lograron alcanzar los núcleos conceptuales de la idea de desarrollo convencional entendido como progreso lineal, y en particular expresado en términos del crecimiento económico. Por otro lado, cada una de ellas generó una ola de revisiones pero que no lograron sumarse y articularse entre sí; si bien generaban un pico en los cuestionamientos, poco después éstos comenzaban a languidecer y las ideas convencionales volvían a retomar el protagonismo. Este tipo de procesos explica que a pesar de las diversas posiciones críticas sobre el desarrollo que se acumularon sobre todo en la década de 1970, desde el dependentismo a los llamados a un “otro desarrollo”,de todas maneras el núcleo básico desarrollista persistió, y se acentuó bajo las reformas de mercado de inspiración neoliberales de las décadas de 1980 y 1990.
Crítica y cansancio
A partir de fines de la década de
1990, los cuestionamientos parecen potenciarse entre sí, en particular como reacción
frente al reduccionismo de mercado. La confianza en el desarrollo se
resquebraja en las décadas de 1980 y 1990. Por un lado, las posturas
neoliberales consideran que éste no es un proceso a construir o planificar,
sino que resulta de dejar actuar libremente al mercado. La temática del
desarrollo parece reducirse en el ámbito académico y en la gestión
gubernamental.
Por otro lado, las promesas de
los planes, programas y proyectos de desarrollo, no se concretan. Los problemas
de pobreza y desigualdad en el continente persistían, y los beneficios
anunciados por el desarrollo no lograban cambios sustantivos en las economías
nacionales o locales. Es más, en algunos casos, los emprendimientos que se
anunciaban como disparadores del desarrollo, en realidad tenían efectos
contrarios, especialmente diversos impactos sociales y ambientales.
No pretendemos decir que
fracasaron todos los emprendimientos que han invocado metas del desarrollo.
Pero sí deseamos puntualizar que ello sucedió en muchos casos, y que hay actores
sociales claves que reaccionan negativamente o están defraudados por ese tipo
de iniciativas (más allá de la validez o no de esas posiciones). De hecho, se
han montado redes ciudadanas para denunciar y alertar sobre algunos de esos
efectos negativos (y en muchas de ellas, las cuestiones ambientales tienen un
papel central).
En este estado de cosas, apenas
resumido en los párrafos precedentes, se formalizan los cuestionamientos del
postdesarrollo, entendiéndolo como una reconstrucción y crítica de la base
conceptual, las prácticas, las instituciones y los discursos del desarrollo
(véase por ejemplo, Escobar, 2010). Estas críticas calan mucho más
profundamente, en tanto conciben que los problemas no radican en las
mediaciones o instrumentalizaciones de diferentes opciones de desarrollo, sino
que es necesario ir a las bases conceptuales, incluso ideológicas o culturales,
en las que se sustenta el desarrollismo convencional. Es así que muchos de
aportes de las corrientes heterodoxas antes mencionadas, en realidad enfocan
“desarrollos alternativos”, mientras que es necesario generar “alternativas al
desarrollo”.
Las controversias sobre el
desarrollo, sus pretendidos éxitos como sus reconocidos fracasos, por distintos
medios, desembocaron en la retracción a esa temática, tal como se adelantó
arriba. Es un escenario que hemos calificado en otras oportunidades como un
“cansancio” con las ideas convencionales sobre el desarrollo.
El regreso de las
alternativas al desarrollo
Apelando una vez más a un
apretado resumen, es posible señalar que en los albores del siglo XXI, el
estilo de desarrollo neoliberal comienza a agotarse, y se suceden recambios
políticos en varios países, cuya expresión más nítida ha sido la llegada al
poder de la nueva izquierda o progresismo sudamericano. Sin duda los procesos
en juego son diversos, y los tonos de cada uno de los nuevos gobiernos también
es distinto, pero en todo ellos se comparte un rechazo al reduccionismo
neoliberal, buscar el rencuentro con los sectores populares, la defensa del
protagonismo del Estado, y acciones más enérgicas en la lucha contra la
pobreza.
Paralelamente, ganaron un nuevo
protagonismo los aportes de los pueblos indígenas. Sus aportes incluyen
diversos cuestionamientos al desarrollo, tanto en los planos prácticos como en
los conceptuales. Bajo algunos saberes indígenas no existe una idea análoga a
la de desarrollo, lo que lleva a que en muchos casos se rechaza esa idea. A su
vez, el desarrollo convencional es visto como una imposición cultural heredera
del saber occidental, por lo tanto las reacciones contra la colonialidad en los
saberes implica un distanciamiento del desarrollismo. Cuestionamientos de ese
tipo están más allá de cualquier corrección instrumental de una estrategia de
desarrollo (con lo cual, por una vía independiente y distinta, de todos modos
se observan analogías con la crítica post-desarrollista).
Finalmente, a inicios del siglo
XXI también se refuerzan otras vertientes contestatarias del desarrollo.
Destacamos entre ellas las alertas sobre el deterioro ambiental ocasionado por
los patrones de consumo occidentales, y los crecientes signos de agotamiento
ecológico del planeta.La Tierrano tiene la capacidad de absorción y resilencia
para que todos repitan el consumismo propios de los países industrializados. El
concepto de desarrollo convencional no brinda respuestas adecuadas a estas
alertas.
Procesos de este tipo explican el
regreso de la problemática del desarrollo, y en particular aquellas que buscan
una alternativa al desarrollo. Esto es, alternativas en un sentido más
profundo, que buscan romper con bases culturales e ideológicas del desarrollo
contemporáneo, y apelar a otras imágenes, metas y prácticas. En este contexto,
ciertas ideas originadas en los saberes tradicionales andinos, enfocadas en el
bienestar de las personas y defensoras de otro tipo de relacionalidad con el
ambiente, rápidamente lograron incidir en el debate sobre el desarrollo, y se
constituyen en nuevas alternativas a éste. Este es el espacio ocupado por las
ideas englobadas bajo el rótulo de “Buen Vivir” (un resumen en inglés en
Gudynas, 2011b).
El Buen Vivir, tal como se
entiende en el presente artículo, es un concepto en construcción, bajo
distintas confluencias que van desde aquellas promovidas desde la reflexión
académica a las prácticas de los movimientos sociales. Este resulta de una
recuperación de saberes y sensibilidades propias de algunos pueblos indígenas,
que eran tanto una reacción contra el desarrollismo convencional, como una
apuesta a una alternativa sustancial. De esta manera se apartaba de las ideas
occidentales convencionales del progreso, y apuntaba hacia otra concepción de
la vida buena, incluyendo una especial atención ala Naturaleza. Sibien, el Buen
Vivir no puede ser simplistamente asociado al“bienestar occidental”, tampoco
rechaza algunos aportes contemporáneos que parten del saber occidental, en
especial aquellas corrientes críticas y contestarias como las que ejemplifica
el ambientalismo o feminismo.
Es también un concepto que está
dando sus primeros pasos en los marcos normativos nacionales de algunos países,
y en la planificación y gestión estatal. Seguidamente se analizan algunos de
estos componentes.
El Buen Vivir en las
nuevas Constituciones andinas
Las ideas del Buen Vivir lograron
formalizarse en las nuevas constituciones de Bolivia (aprobada en 2009) y
Ecuador (2008). Como se adelantó arriba, el concepto está anclado en saberes y
sensibilidades de algunos pueblos indígenas. En el caso ecuatoriano, se expresa
bajo la idea del sumak kawsay en kichwa, que ha sido defendido e invocado a lo
largo de los últimos años, hasta cristalizar políticamente en el proceso
constituyente de 2007 y 2008 (más abajo se citan los números de los artículos
de cada Constitución).
En Bolivia, la idea de la “vida
buena” también tiene viejos antecedentes, aunque su formulación como suma
qamaña en aymara, es posiblemente mucho más reciente (Uzeda, 2009). De la misma
manera, la idea se formalizó en la nueva Constitución de Bolivia, y fue además
asociada a otros conceptos análogos que son defendidos desde otras
nacionalidades indígenas.
En el caso dela Constituciónde
Ecuador, esta idea es presentada como un derecho. Integra los “derechos del
Buen Vivir”, que también incluyen un amplia variedad de otros derechos (tales
como a la alimentación, ambiente sano, agua, comunicación, educación, vivienda,
salud, energía, etc.), donde existen correspondencias entre ellos y el sumak
kawsay. En la formulación ecuatoriana estos derechos no están jerarquizados, y
por lo tanto se complementan en un mismo plano. Por lo tanto los derechos del
Buen Vivir ocupan la misma jerarquía que esos otros conjuntos de derechos, y a
su vez, este conjunto tiene un correlato en una sección dedicada a las
responsabilidades.
Seguidamente se indican dos campos principales de acción en un mismo nivel de jerarquía: por un lado el “régimen del Buen Vivir”, y por el otro, el “régimen de desarrollo”. Este último es definido como “el conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales, que garantizan la realización del Buen Vivir, del sumak kawsay”(artículo 275). Se postula una directa vinculación entre las estrategias de desarrollo y los derechos; el “Buen Vivir requerirá que las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades gocen efectivamente de sus derechos, y ejerzan responsabilidades en el marco de la interculturalidad, del respeto a sus diversidades, y de la convivencia armónica con la naturaleza” (art. 275). Este régimen de desarrollo debe atender una planificación participativa, y se expresa en las áreas del trabajo, y de las soberanías alimentaria, económica y energética. En paralelo, el régimen del Buen Vivir incluye las cuestiones de inclusión y equidad (por ejemplo, educación, salud, vivienda, cultura, etc.) y biodiversidad y recursos naturales.
Seguidamente se indican dos campos principales de acción en un mismo nivel de jerarquía: por un lado el “régimen del Buen Vivir”, y por el otro, el “régimen de desarrollo”. Este último es definido como “el conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales, que garantizan la realización del Buen Vivir, del sumak kawsay”(artículo 275). Se postula una directa vinculación entre las estrategias de desarrollo y los derechos; el “Buen Vivir requerirá que las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades gocen efectivamente de sus derechos, y ejerzan responsabilidades en el marco de la interculturalidad, del respeto a sus diversidades, y de la convivencia armónica con la naturaleza” (art. 275). Este régimen de desarrollo debe atender una planificación participativa, y se expresa en las áreas del trabajo, y de las soberanías alimentaria, económica y energética. En paralelo, el régimen del Buen Vivir incluye las cuestiones de inclusión y equidad (por ejemplo, educación, salud, vivienda, cultura, etc.) y biodiversidad y recursos naturales.
Como la formalización ecuatoriana
coloca al Buen Vivir en el plano de los derechos, su satisfacción requiere de
cambios sustanciales en las estrategias de desarrollo. De esta manera, las
estrategias de “desarrollo” en el uso clásico de la palabra, deben ser
rediseñadas de nueva manera para asegurar el Buen Vivir.
En el caso de la nueva
Constitución de Bolivia (2009), las referencias al Buen Vivir aparecen en la
sección sobre las bases fundamentales del Estado. Allí, al abordarse los
principios, valores y fines del Estado (art. 8), se “asume y promueve como
principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama
suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir
bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin
mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble).” En este caso se observa una mayor
amplitud cultural, en tanto se postulan concepciones del Buen Vivir de varias
tradiciones indígenas además de la aymara, tales como quechua y guaraní.
Estos principios del Buen Vivir
se presentan en paralelo, y con la misma jerarquía, que otros principios
clásicos, tales como unidad, igualdad, inclusión, dignidad, libertad,
solidaridad, reciprocidad, respeto, equidad social y de género en la
participación, bienestar común, responsabilidad, justicia social, etc. (también
incluidos en el artículo 8).
A su vez, estos principios son
vinculados directamente con la forma de organización económica del Estado,
donde también se apuntan algunos cambios en el camino del desarrollo. En
efecto, se sostiene que el “modelo económico boliviano es plural y está
orientado a mejorar la calidad de vida y el Vivir Bien” (art. 306). Por
ejemplo, se postula un ordenamiento económico plural, vinculado a principios
como la solidaridad y reciprocidad. Aquí también, el lograr “Vivir Bien en sus
múltiples dimensiones”, requiere cambios económicos sustantivos, como atender a
la generación de producto social, redistribución justa de la riqueza,
industrializar los recursos naturales, etc. (art. 313).
De este breve repaso surgen
varias similitudes en la presentación del Buen Vivir en estas constituciones.
En los dos casos, la idea del Buen Vivir está directamente vinculada con
saberes y tradiciones indígenas. Por lo tanto, hay un esfuerzo deliberado de
volver a hacer visibles saberes y concepciones que han estado ocultadas y
sojuzgadas por largo tiempo. También se busca otro desarrollo, apuntando a un
cambio profundo en las economías y en otra postura frente al mercado. El
mercado por sí solo no es la solución, tampoco lo es el Estado, de donde el
Buen Vivir apunta a relaciones dinámicas y constructivas entre el mercado, la
sociedad y el Estado. Se busca construir una sociedad con diversidad de
distintos tipos de mercados, para no tener una sociedad mercantilizada. No se
quiere una economía controlada por monopolistas y especuladores, pero tampoco
se promueve una visión estatista a ultranza de la economía.
Pero también hay diferencias
importantes entre las propuestas boliviana y ecuatoriana. En el caso de
Bolivia, el suma qamaña y los demás conceptos asociados, son principios
ético-morales y no aparecen como derechos, tal como sucede enla
Constituciónecuatoriana. Están enfocados en delimitar los marcos para una
sociedad que se define como plurinacional. Incluso se puede argumentar que
estos principios ético-morales serían una de las fundamentaciones de esa
plurinacionalidad, y el Buen Vivir es entonces una condición que puede
expresarse de diferente manera en cada una de ellas.
La Constituciónde Ecuador, en
cambio, el sumak kawsay es presentado a dos niveles: como el marco para un
conjunto sustantivo de derechos, y como expresión de buena parte de la
organización y ejecución de esos derechos, no sólo en el Estado, sino en toda
la sociedad. Es una formalización de mayor amplitud y más precisa, ya que el
sumak kawsay aparece dentro del conjunto de derechos y a la vez como contrapeso
a un nuevo régimen de desarrollo. En cambio, en el texto constitucional
boliviano ese vínculo entre suma qamaña y los derechos no es explícito; por
ejemplo, no hay una referencia a este concepto en la sección de los derechos
fundamentales. A su vez, en el texto boliviano, el suma qamaña es claramente
presentado como una de las finalidades del Estado. En cambio, enla
Constituciónecuatoriana el Buen Vivir aparece en un alto nivel de la jerarquía,
y desde éste se derivan muchos derechos.
La dimensión plurinacional es más
fuerte en el caso boliviano que en el ecuatoriano. A la inversa, los aspectos
ambientales son mas sustantivos en la formulación ecuatoriana, donde se
reconocen los Derechos dela Naturaleza(arts.71 a74), mientras que el texto
boliviano es más ambiguo, ya que algunos artículos defienden el mandato del
Estado de industrializar los recursos naturales (por ejemplo en el art. 9).
La relación conla Naturalezaes un
aspecto clave en la construcción del Buen Vivir. Por esa razón, la propuesta
ecuatoriana ofrece muchas más posibilidades al reconocerse quela Naturalezaes
sujeto de derechos. Esta es una postura biocéntrica que se basa en una perspectiva
ética alternativa, al aceptar valores intrínsecos en el entorno.La
Constituciónboliviana no ofrece una postura biocéntrica, y sus mandatos de
industrialización de los recursos naturales queda atrapado en las ideas
clásicas del progreso basadas en la apropiación dela Naturaleza.
Expresiones y facetas
del Buen Vivir
El examen de los textos
constitucionales de Bolivia y Ecuador sirve para ilustrar varios de los
aspectos actualmente en consideración en la construcción del Buen Vivir. Un
punto clave que resulta de esa experiencia es que el Buen Vivir representa una
alternativa al desarrollo, y por lo tanto expresa una de las respuestas
posibles a las críticas sustanciales del postdesarrollo. Eso se refleja en
aportes diversos, que van desde el cuestionamiento a las visiones cartesianas
sobre el mundo por Dávalos (2008), o al rechazo al desarrollo convencional
desde la mirada indígena por Huanacuni Mamani (2010). De esta manera, el Buen
Vivir no sería un conjunto de “desarrollo alternativos”, sino que una exploración
de alternativas a la idea misma del desarrollo, sus expresiones en la gestión y
política, su institucionalidad y sus discursos de legitimación.
El Buen Vivir recupera la idea de
una buena vida, del bienestar en un sentido más amplio, trascendiendo las
limitaciones del consumo material, y recuperando los aspectos afectivos y
espirituales. Esta dimensión se expresa en subrayar la“plenitud de la vida”
(según la analista aymara Choque, 2006), y en la austeridad y el rechazo de
vivir “mejor” a costa de otros (a juicio de Albó, 2009). También se incorporan
algunas ideas clásicas, tales como asegurar que las “libertades, oportunidades,
capacidades y potencialidades reales de los individuos se amplíen y florezcan”
(Ramírez, 2010).
Además de estos y otros aspectos
comunes, el Buen Vivir tiene especificidades culturales propias. Es así que
encontramos el sumak kawsay que es propio de la cultura kichwa, de su historia
y de su contexto ecológico; lo mismo sucede con el suma qamaña, que es una
elaboración ajustada a la circunstancia de los aymara de Bolivia. Estas y otras
formulaciones poseen sus particularidades propias, y si bien se comparten
elementos comunes entre todas ellas, cada una de ellas refleja sus propias
circunstancias históricas, sociales y ambientales.
Para ilustrar este punto es
apropiado repasar algunos aspectos, en el sentido de Buen Vivir como una
“plataforma” de encuentro de diferentes posturas (Gudynas, 2011a). En el caso
del suma qamaña, uno de sus proponentes más visibles es el intelectual aymara
Simón Yampara (por ejemplo, Yamapra, 2001). Sus aportes, entre otros puntos,
concibe el suma qamaña como un amplio bienestar basado en una armonía entre las
dimensiones material y espiritual, y que en buena medida depende de un contexto
comunitario y ambiental, representado en el ayllu andino.
A su vez, el sumak kawsay
ecuatoriano, según uno de los líderes históricos del movimiento indígena
ecuatoriano, Luis Macas (2011), se corresponde entre varios aspectos, con el
espacio comunitario, en donde existe reciprocidad, convivencia con la
Naturaleza, responsabilidad social y consenso.
También se invoca el ñande reko
de los guaraníes, cuya acepción más rigurosa invoca a un modo de ser. Bajo ese
concepto se incluyen diversas virtudes de la buena vida, tales como la libertad
y la felicidad, y que están orientadas a la búsqueda de la “tierra sin mal”. Se
pueden seguir sumando otros conceptos similares desde otros saberes indígenas a
los que se comentaron arriba, como puede ser el küme morgen de los mapuches de
Chile, las ideas de la buena vida de los achuar (Amazonía ecuatoriana), los
kunas (Panamá), y así sucesivamente se pueden sumar otras concepciones.
Queda en claro, por lo tanto, que
el Buen Vivir es un concepto plural (podría hablarse de “buenos vivires” o
mejor sería decir “buenos convivires”), donde por ejemplo el sumak kawsay no es
idéntico al ñande reko, ya que éstos y los demás, tienen especificidades
propias de cada cultura. El Buen Vivir no puede ser reducido al sumak kawsay o
al suma qamaña de los Andes, sino que ideas similares se encuentran en
distintas culturas indígenas, y también en algunas criollas, o como resultado
de hibridizaciones contemporáneas recientes (Gudynas, 2011a, b). Es más, como
se mencionó antes, el suma qamaña de Bolivia parece ser una formulación
reciente de un grupo de intelectuales aymara. Esto no implica un aspecto
negativo para el Buen Vivir desde nuestra perspectiva, y por el contrario es
una de sus facetas positivas, ya que expresa el dinamismo propio de un concepto
en construcción, donde interactúan saberes tradicionales con nuevas miradas,
las cuales permiten redefinir identidades hacia el futuro.
Esto permite despejar otro
malentendido usual con el Buen Vivir, al despreciarlo como una mera aspiración
de regreso al pasado o de misticismo indigenista. Al contrario, el Buen Vivir
expresa construcciones que están en marcha en este mismo momento, donde
interactúan, se mezclan y se hibridizan saberes y sensibilidades, todas
compartiendo marcos similares tales como la crítica al desarrollo o la búsqueda
de otra relacionalidad conla Naturaleza.
El Buen Vivir también recibe
aportes de algunas tradiciones occidentales que han cuestionado distintos
presupuestos de la modernidad dominante. Entre ellas se encuentran posturas
éticas alternativas, donde se reconocen los Derechos dela Naturaleza, los
aportes del feminismo como reacción a la dominación de base patriarcal, las
nuevas conceptualizaciones en áreas como la justicia y el bienestar humano y
muchas de las críticas al desarrollo.
En efecto, el desarrollismo
convencional también recibió una crítica sustantiva desde “dentro” del saber
occidental. Muchas de esas corrientes heterodoxas fueron marginalizadas, y en
algunos casos combatidas desde los saberes convencionales. Aquí aparecen
posturas ambientalistas muy conocidas, destacándose la defensa del biocentrismo
desde la “ecología profunda” (Arne Naess, 1989). Es evidente que la sensibilidad
ambiental en el suma qamaña o el sumak kawsay tiene semejanzas claves con
críticas ambientalistas que han existido al interior de la tradición cultural.
Una situación similar se puede describir para algunas críticas feministas, y en
especial ecofeministas. De esta manera, el Buen Vivir posee muchas afinidades
con las corrientes“super-fuertes” del desarrollo sostenible, donde se reconocen
los valores intrínsecos dela Naturaleza.
Otros análisis sobre el Buen
Vivir incluso lo presentan como una re-elaboración del socialismo clásico, con
un toque de republicanismo (es el caso de Ramírez, 2010).
Se puede retrucar que esta
diversidad hace que el concepto de Buen Vivir se vuelva demasiado difuso, y que
la solución radicar en encontrar una versión“verdadera” u “objetiva”. Unos
podrían considerar que ese “verdadero” Buen Vivir es el suma qamaña, mientras
que otros lo ven como una reforma sustantiva de la izquierda socialista. Pero
este intento deja en evidencia las dificultades en pretender que existe una sola
definición, o que sea posible acordar una versión esencialita, una “receta”,
del Buen Vivir. Sea por sus ventajas como desventajas, el Buen Vivir es un
concepto plural, tanto por su matriz cultural, como por la necesidad de
ajustarse a diferentes marcos ambientales.
De esta manera se arriba a otra
particularidad del Buen Vivir: es un espacio de encuentro de diferentes
culturas, tanto aquella del sumak kawsay como las de feministas o biocéntricos.
No es un mero ejercicio multicultural o de yuxtaposición de culturas, sino que
es un encuentro intercultural, entendiendo que existe un plano de igualdad
entre distintas culturas, pero que a la vez opera un decolonialidad en admitir
la superioridad de los saberes europeos.
Siguiendo este razonamiento, el
Buen Vivir puede ser entendido como una plataforma de encuentro de diferentes
maneras de entender el mundo, y nuestro papel en éste. En otras palabras, es
una plataforma para el debate político sobre las alternativas al desarrollo,
donde si bien existe una diversidad y superposición de distintas posturas, de
todos modos hay elementos críticos en común. Entre ellos destacamos otra
relación conla Naturaleza, la descolonización de los saberes, otra ética para
reconocer y asignar valores, el abandono de las pretensiones de instrumentalización
y manipulación del entorno. Este espacio político discurre con un talante de
encuentro, diálogo e interacciones entre diferentes saberes y afectos, y que de
esa manera configuran comunidades ampliadas. Entendemos que es una plataforma
política, entendiendo la “política”en su sentido más amplio, como el debate
público que realizan sujetos sobre el bien común, buscando trascender lo que
venía siendo descrito como desarrollo.
El cuestionamiento a
la Modernidad
Es importante advertir que este
amplio conjunto de alternativas, sea aquellas originadas en saberes indígenas,
como el sumak kawsay, o las que cuestionaban desde dentro al saber occidental,
como la ecología profunda, de una manera u otra están poniendo en discusión
varios de los cimientos dela Modernidadde origen europeo. En efecto, la crítica
al desarrollo convencional y la búsqueda de alternativas pone en entredicho
posturas tradicionales, tales como las que conciben ala Naturalezaa ser
dominada y manipulada por el ser humano, o la fe en el progreso material. Estas
y otras ideas, en sus formulaciones actuales tienen un origen en el
renacimiento, en posiciones como las de Francis Bacon o René Descartes. El
mandato baconiano de una ciencia que “torture ala Naturaleza, como lo hacía el
Santo Oficio dela Inquisicióncon sus reos, para conseguir develar el último de
sus secretos…” (citado en Arrojo, 2010), se ha convertido en uno de los
cimientos ideológicos del desarrollismo contemporáneo.
Por lo tanto, cuando el Buen
Vivir cuestiona radicalmente las bases conceptuales del desarrollismo actual,
simultáneamente pone en entredichola Modernidadde origen europeo. No son
suficientes las reformas o ajustes al programa baconiano– cartesiano. Los
“desarrollos alternativos” enfrentan limitaciones concretas en sus capacidades
para resolver las problemáticas contemporáneas. Estas críticas determinan que
el Buen Vivir, desde su pluralidad, represente exploraciones para ir más allá
de las ideas de desarrollo propias dela Modernidad.Estorefuerza aquí la
importancia de los saberes y sensibilidades indígenas, ya que esa
pluriculturidad ofrece mejores posibilidades en poder salir del espacio de lo
moderno.
Uno de los terrenos concretos de
estas tensiones tiene lugar alrededor del extractivismo, la apropiación intensa
y masiva de recursos naturales, con altos impactos sociales y ambientales. Ese
estilo de desarrollo (que incluye la minería, petróleo y monocultivos), se está
expandiendo en casi toda América del Sur, y en muchos casos bajo el empuje de
los gobiernos progresistas. Las reacciones ciudadanas y el debate alrededor de
esos emprendimientos con frecuencia expresan el reclamo por adentrarse en un
sendero del Buen Vivir, frente a los efectos negativos que ocasionan esas
actividades.
En este campo, las tensiones no
son sólo instrumentales, tales como el manejo de la contaminación petrolera o
minera, sino que es una disputa en las formas de entender el desarrollo y de
buscar alternativas. Un buen ejemplo lo constituye el “Plan Nacional para el
Buen Vivir, 2009-2013” del Ecuador. Debe ser bienvenida la presentación de un
plan, y que éste no se organice bajo la idea convencional del desarrollo, sino
que apunte al Buen Vivir como meta, incluyendo propósitos como poder remontar
la dependencia del extractivismo actual. Pero el problema es que al elaborar
las mediaciones concretas, el plan vuelve a caer en instrumentos y procesos
similares al desarrollo convencional, incluyendo mantener el extractivismo
tanto minero como petrolero, y todos sus impactos sociales y ambientales. Se
genera así una contradicción inevitable, en tanto se busca una alternativa al
extractivismo pero se acepta más extractivismo como intento para alcanzarla.
Una plataforma
compartida para un concepto en construcción
Finalicemos reconociendo que en
el mundo actual se comprende, paulatinamente, la inviabilidad global del estilo
de vida dominante. Sus límites políticos, económicos, sociales y ambientales,
se vuelven evidentes. La discusión debería dejar de centrarse en la validez de
esas advertencias, para pasar a abordar la ponderación de las alternativas de
salida.
Bajo ese grave contexto, el Buen
Vivir, emerge desde sociedades marginadas históricamente, y se proyecta como
una plataforma para discutir alternativas conceptuales, pero también respuestas
concretas urgentes, a los problemas que el desarrollismo actual no resuelve. Es
tanto una crítica al desarrollismo como un ensayo de alternativas. Es un
cuestionamiento que abandona la idea convencional de desarrollo, y no intenta
reformarlo. En cambio se lo quiere trascender.
El crecimiento material no es la
única vía a la que debería darse necesariamente prioridad. A escala global, la
concepción del crecimiento basado en inagotables recursos naturales y en un
mercado capaz de absorber todo lo producido, no ha conducido ni va a conducir a
las metas que promete del desarrollismo. Entretanto, ese recorrido está
generando serios problemas sociales, como comunidades desplazadas o pobreza
persistente, y un creciente deterioro ambiental, tanto a escalas locales (como sucede
con la deforestación o erosión de suelos), como a escala planetaria (expresada
en el cambio climático). El Buen Vivir se ha convertido en un fértil campo de
construcción y análisis que permite abordar esta complejidad.
Con el Buen Vivir se ha renovado
la crítica al desarrollo, pero se ha ido mucho más allá, ya que se quiere
superar la idea convencional del progreso (en su deriva productivista) y del
desarrollo (en tanto dirección única y lineal). Esto lo coloca más allá del
“desarrollo sostenible”, en tanto se pone en cuestionamiento la idea de un
“desarrollo” posible. Es por esto que este proceso de elaboración de
propuestas, siempre que sean asumidas activamente por la sociedad y no se
circunscriban a unos cuantos textos académicos, permiten proyectarse con fuerza
en los debates que se desarrollan en el mundo.
Este concepto plural, en
construcción, que cierra la puerta a las recetas y manuales, así como a los
dogmatismos y a los comisarios políticos, es una plataforma de debate político
en el camino de crear una libertad sustantiva y efectiva para todos y todas.
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