Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
J. Flores
La revolución de las pititas fue
violenta. Uno de los indicadores de esa violencia fue la cobertura de la prensa
y cómo la población bloqueadora dirigió esa cobertura. Porque no dejó que se
filme la violencia socapada, la violencia simbólica de la medida, el fascismo
de sus acciones. Ellos sólo querían que se filmen las acciones que producen
emociones agradables y que causan placer, o hundirse en empalagosas muestras de
alegría y falsas solidaridades promovidas durante el paro o removerse en el
oscuro morbo de la violencia extrema. Y como la prensa se nutre de esas
emociones no fueron capaces de filmar los bloqueos de las llamadas zonas duras,
que comprendían todos los puntos desde el Comité Cívico, la avenida Cristo Redentor
y la carretera al Norte, por ejemplo. Porque tampoco los iban a dejar filmar ni
grabar, como hicieron en otros puntos donde sonaban violines y se hacía arte
callejero. Camacho reprochó a la prensa que no se mostraba la alegría del paro,
pero era porque sabía que sí se calaba un poco, si se hurgaba más a fondo, la
prensa iba a mostrar el fascismo.
La revolución de las pititas fue
violenta porque no existe medida menos democrática que un paro cívico donde
paralizar las actividades cotidianas resulta ser una medida obligatoria. La
esencia de la democracia es el disenso. Y en un paro cívico lo que menos hay es
disenso. La misma decisión de bloquear es la muestra de que no puede haber
disenso. La decisión de bloquear es una estrategia burda de coerción social. Es
que la gente no se da cuenta que el bloqueo ciudadano espontáneo y pacifico es
más peligroso y siniestro que el bloqueo directo de una carretera. Nadie ve lo
siniestro que es disfrazar el fascismo con cara de abuelita, de vecina, de
niños y niñas. El que osaba disentir era acusado de “masista” y corría el
riesgo de ser humillado y golpeado. El paro indefinido fue obligatorio porque
si no, no tenía ningún resultado.
La “revolución de las pititas”
fue violenta porque los cruceños y cruceñas debíamos pasar por controles. Era
el filtro más pragmático que indicaba que ser masista era ser delincuente. Si
llevabas un arma punzocortante, no eras un feminicida, asesino o ladrón o un
simple delincuente, eras masista. O sea, el paro le lavó la cara a los
delincuentes, con el rostro del masismo. Entonces si eras delincuente el único
lugar seguro que te quedaba para ocultar tu ser delincuente era bloquear. Pero
si bloqueabas en una rotonda de un barrio de “clase media” se podía notar, por
eso había que cuidar justamente las periferias, de donde salen, para los
cruceños que solo conocen “hasta el cuarto anillo”: los “maleantes”. Por eso el
Comité Cívico Pro Santa Cruz, cuando hay tensión social se preocupa de
alimentar y cuidar las periferias. Porque esa clase no formada ideológicamente,
desclasada, humillada el resto del año, por ser “cunumis”; esos jóvenes marginados,
no quieren ser el punto de la mira, sino quieren ser quienes van a disparar. Es
decir, quieren estar con el "ganador", de ahí que el Comité Pro Santa
Cruz cuente con su brazo operativo que es la Unión Juvenil Cruceñista, de la
cual no es parte ningún hijo del empresariado cruceño. Así es que, saliendo del
cuarto anillo, en el bloqueo de Satélite Norte nunca hubo violines, ni arte, ni
danza. Había jóvenes ebrios de supuesto poder, canalizando la rabia de la
marginalidad y dispuestos a volcarla en cualquiera que ellos decidieran que era
“masista”.
El control era parte de ese
juego. Más allá del argumento de controlar que no entraran armas, lo cual
hubiese sido una posibilidad, pero una posibilidad que emergía como respuesta a
una medida fascista no justificable; pero ante la falta de posibilidad de
disentir públicamente, en una lógica binaria y convencional del patriarcado, no
queda más lenguaje de comunicación que la violencia. Si había punto de control,
para evitar armas, era porque sabías que la única forma de combatir tú medida
"pacífica" eran las armas, no las ideas ni el diálogo, ni el debate,
ni el disenso.
Con la revolución de las pititas,
más que haber ganado que se haya ido Evo, Santa Cruz demostró que en 14 años
perdió. ¿Cómo explicar a los niños lo que pasaba? Mi hijo hubiese entendido
perfectamente todo lo que yo le hubiese explicado, pero el problema era que me
dolía dar esas explicaciones. Sólo respondí a dos preguntas, a la primera le
dije que no podíamos salir a visitar a la abuela y no podía ir al kinder porque
había una gran “trancadera” en la ciudad y que no se podía transitar. A la
segunda, que Evo se había ido porque no les caía bien a ciertas personas. Y la
verdad creo que no estuve a la altura de sus necesidades de explicación, que
eran reflejadas en muchas preguntas que lo único que hacían era demostrarme a
mí misma que los únicos que perdimos fuimos los cruceños.
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