Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Magalí Gómez y Yamila Campo
En las sociedades mediatizadas en
las que vivimos, nuestros marcos de pensamiento, es decir, aquello que sabemos,
que conocemos y que entendemos sobre la realidad, siempre están atravesados por
las pujas por los sentidos. Los dispositivos culturales y mediáticos son
grandes abonadores de estas luchas por la significación, por lo que es y lo que
no es.
El golpe de Estado perpetrado en
Bolivia, que derrocó al gobierno de Evo Morales mediante el uso de la violencia
y la persecusión, y que dejó un saldo de más de 30 muertes, ha tenido a su
favor una gran maquinaria de producción de sentido que construyó una idea de
que eso que sucedía en el país hermano no era un golpe. Los medios bolivianos,
uno a uno, fueron ubicándose del lado de los discursos que justificaban los
hechos, mientras las voces denunciantes del golpe se iban silenciando.
En Bolivia, durante el gobierno
de Evo Morales, siempre existió una polarización mediática. Por un lado, el
sistema público de medios, conformado principalmente por la Agencia Boliviana
de Información, el Canal Bolivia TV y el periódico Cambio eran los resortes con
los que el gobierno contaba para difundir sus políticas públicas. Por su parte,
los medios privados gozaron de libertad de expresión durante el período, y
muchos de ellos, se ubicaron como actores opositores durante el gobierno.
Entre ellos, se encontraba la Red
Uno, Unitel, El Deber, Página 7, entre otros. Es cierto que también entre los
medios masivos y privados, podían encontrarse algunos que realizaban la
cobertura de actos de gobierno y construían su editorial con críticas, pero no
desde una oposición recalcitrante.
Esta conformación del mapa de
medios que mantenía una polarización relativamente plural, dejó de sostenerse
en el momento en el cual los medios públicos reproducen los discursos del
gobierno de facto sin repregunta ni análisis.
La cobertura mediática del golpe
Pensando en todo el proceso que
se fue gestando y cómo lo acompañó el discurso de los medios. Podemos dividir
la cobertura en tres etapas en donde el rol que desempeñaron y desempeñan los
medios, mantiene grados de incidencias importantes en la opinión pública de
Bolivia y el mundo.
Primera etapa: El antes - Reality
Show.
Se basó en la sensibilización e
instalación entre la opinión pública de la idea de fraude electoral. Desde que
se celebraron las elecciones hasta la renuncia del presidente Morales, los medios
de comunicación privados acompañaron cual reality show, tanto en Santa Cruz de
la Sierra como en la ciudad de La Paz, todas las acciones que desarrollaba Luis
Fernando Camacho, devenido en el líder preferido de las derechas.
En la mayor parte de la
programación, se transmitía el paro que lideraba, los cabildos que organizaba,
su voz recorría todos los canales y la cámara siempre se encontraba ubicada del
lado de las movilizaciones, cuyos participantes eran construidos como los
“defensores de la democracia”.
Camacho era endiosado, no se
mostraban los excesos y la violencia que protagonizaba. Si bien, la mayoría de
los medios privados asumieron esta posición, fueron Página 7 y Unitel los
medios que se constituyeron en el instrumento más efectivo para la construcción
de opinión pública en contra de Evo.

Lo primero que hicieron fue tomar
un medio de comunicación, que mientras se sucedían los hechos de violencia en
las calles, estaba transmitiendo novelas y repetía programación. En ese
momento, obligaron a los y las trabajadoras a dejar sus puestos de trabajo.
Segunda etapa: Durante - Blindaje
del golpe.
Las cámaras dejaron de transmitir
las manifestaciones y se ubicaron del lado represor. Quienes se movilizaban, ya
no defendían la democracia, sino más bien eran “vándalos, hordas masistas,
delincuentes”. Eran estas “turbas enardecidas” que bajaban desde El Alto a
saquear, incendiar y violentar las calles de La Paz.
Se construyeron así
estigmatizaciones de los sectores que se manifestaron en defensa de la whipala
– que había sido quemada públicamente por fuerzas policiales en esos días- y
que denunciaban el golpe de Estado suscitado contra el primer presidente
indígena, que restituyó derechos negados a las poblaciones más vulneradas del
país.
El discurso mediático apelaba a
la figura de vándalos, pero no circularon imágenes de ningún apresamiento. Un
relato se iba construyendo eligiendo qué mostrar. Como los cabildos que se
desarrollaron en contra de la autoproclamación del gobierno de Jeanine Añez, la
quema de las casas de los ministros del MAS, y las amenazas y persecuciones de
las que fueron víctimas quienes cumplían funciones en el gobierno.
Todo silenciado, no había lugar
en los medios para estos acontecimientos. El mecanismo fue la supresión.
Las imágenes de esos días en las
tapas de los diarios muestran como un hecho normal un gobierno autoproclamado y
un militar colocando una banda presidencial. “Jeanine Añez es la nueva presidenta
de Bolivia” o “Asumió la presidencia de Bolivia”, titularon en la primera
plana, no hubo lugar a interrogantes o cuestionamientos.

Inmediatamente, la ministra de
Comunicación del gobierno golpista, Roxana Lizárraga, en forma pública previno
a los periodistas internacionales de no realizar lo que ella catalogó de
sedición. Frente a estas expresiones persecutorias, los periodistas locales
tenían, sobre sus palabras y sus letras, un control más estricto aún.
Las amenazas a dueños de canales
que no se encolumnaron rápidamente, se multiplicaron. Las indicaciones fueron
siempre claras, cambiar las líneas editoriales y ocultar los muertos. Las
consecuencias de no hacerlo, la persecución judicial. En ese momento, el diario
La Razón era el único que mencionaba a las personas fallecidas.
Cuando los muertos por la
represión se hicieron inocultables, la estrategia mediática fue repetir las
palabras del ministro de facto Arturo Murillo, que insistía que los
manifestantes se mataban entre ellos por la espalda. Un caso particular se dio
cuando se reprimió con gases el cortejo fúnebre de muertos en Senkata, en el
que los noticieros insistían en que los cajones estaban vacíos, dejando de lado
la violencia que se estaba desarrollando.
Parte de la ciudadanía boliviana
comenzó a molestarse con los y las periodistas, el malestar subió y en
ocasiones sufrieron increpaciones por las calles. En algunos casos, el
desconcierto fue tal que hasta se amenazaba a estudiantes de comunicación que
intentaban registrar en las calles. Momentos de mucha confusión y desamparo.
Tercera etapa: Hoy-
Invisibilización del sujeto indígena
Si algo había logrado el gobierno
de Evo Morales fue la reparación histórica a los 36 pueblos y naciones
originarias bolivianas a partir de la puesta en vigor de una nueva Constitución
Política del Estado, que transformó la República en un Estado Plurinacional. La
Whipala, como símbolo nacional, también recuperó su lugar de enunciación y los
sectores de la población que la defienden, lograron ser sujeto de
visibilización.
Con el golpe, se animalizó al
indígena. ¿Y por qué afirmamos esto? Porque la nueva tarea de los medios de
comunicación es ocultar al indígena. Y si lo muestran, es para estigmatizarlo.
Abundan las coberturas clasistas y racistas. Las líneas editoriales de la
programación central han virado, los métodos de la censura y la instalación del
miedo y las amenazas de intervención judicial, provocan autocensura.
Las necesidades del gobierno
golpista son cubiertas por los medios privados y públicos. Estos últimos fueron
intervenidos y así vimos que el periódico Cambio cristalizó su rotundo viraje y
pasó a llamarse Bolivia. Además, borraron del mapa mediático a Telesur y Russia
Today. Todas las voces se dirigen hacia un solo lugar.
Se ha normalizado la violencia y
la represión dictatorial. Se ha vuelto a poner en relevancia la eterna
“civilización o barbarie” que atraviesa nuestra historia latinoamericana. Los
masistas se transformaron en hordas. Se trata de dejar claro que son salvajes
quienes invaden La Paz para desatar el caos. Las definiciones neocoloniales
abundan, los indígenas son animales, inferiores, bárbaros. Una tapa de El Diario
del 16 de noviembre titulaba “Grupos subversivos armados impiden pacificación
del país”, y este sigue siendo el tono imperante.
Ya los Wikileaks nos dejaron ver
la relación que hubo entre la CIA y los medios de comunicación bolivianos en el
2008, cuando el golpe cívico prefectural intentó, sin éxito, llegar al punto en
que en la actualidad está el Estado Plurinacional. Hoy nos resta poder desandar
algunos caminos para quizás obtener informaciones similares.
Lo que sí podemos saber y ver, es
que finalmente el sujeto indígena es el más perjudicado en todos estos hechos.
Ha puesto los muertos, su historia y su presente en juego, pero los grupos
concentrados de poder insisten en revivir el sometimiento. Parece que es un
actor del que temen, un actor político fuerte que debe hoy levantarse
nuevamente para demostrar que su civilizada barbarie está más viva que nunca, y
en lucha.
Magalí Gómez es
docente/investigadora del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana
Manuel Ugarte, de la Universidad Nacional de Lanús. Yamila Campo es
investigadora del departamento de Comunicación del Centro Cultural de la
Cooperación (CCC). Autoras de “Bolivia en 2008: el espacio mediático” del libro
Por Otros Medios. Medios de comunicación y golpes en América Latina (2002-2016)
editado por el CCC. Nota distribuida por el Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE)
http://estrategia.la/2019/12/24/bolivia-cronologia-del-cerco-mediatico-y-la-nueva-avanzada-neocolonial/
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