Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Atilio Boron
La gravísima situación imperante
en Bolivia tiene múltiples manifestaciones, a cual más aberrante. Todas tienen
un denominador común: la violación sistemática de los derechos humanos, las
libertades públicas y los derechos y garantías individuales. Estos son los
resultados previsibles de todo régimen dictatorial, y sin duda el gobierno que
hoy se ha apoderado de Bolivia lo es. Una dictadura impuesta por un golpe militar
a la antigua usanza y desechando las más sutiles herramientas del “golpe
blando”. Aquí el protagonismo no recayó sobre jueces y legisladores corruptos
sino sobre los policías y militares que desde décadas son adiestrados y
equipados por Estados Unidos. Fueron ellos los verdugos del golpe de estado que
destruyó no sólo un gobierno sino la democracia laboriosamente conquistada en
Bolivia. Es obvio que este operativo venía gestándose desde hacía mucho tiempo,
como lo demuestra la frustrada tentativa de golpe y secesión del 2008. Este
proyecto nunca fue archivado y se actualizó en el último año en vísperas de la
elección presidencial, con la inestimable colaboración de los medios
–abrumadoramente en manos de la oposición- que actuaron como punta de lanza del
golpismo, creando el “clima de opinión” que justificaría el asalto al Palacio
Quemado por parte de las hordas fascistas. Pero a diferencia del 2008 esta vez
nada quedó librado al azar: Estados Unidos jugó fuerte y a comienzos de
Septiembre envió nada menos que a Ivanka Trump a la norteña provincia argentina
de Jujuy en un avión cargado de armas, pertrechos para producir disturbios y
dinero -mucho dinero- para contratar a los hampones que bajo el mando de Luis
F. “Macho” Camacho asolaron las principales ciudades y crearon el caos social
requerido para justificar el golpe y su irrupción en el Palacio Quemado
portando una Biblia, exorcizar a la Pachamama y ultrajar a la wiphala. La
“donación” de la Casa Blanca fue enviada a Santa Cruz de la Sierra, centro de operaciones
de los supremacistas blancos, racistas hasta la médula, y de los agentes
estadounidenses operando en Bolivia.
Pero lo de Bolivia va más allá de
ser una revancha de la minoría blanca y los mestizos colonizados en contra de
los indígenas soliviantados por Evo. No se puede ignorar que ese país es una
presa muy codiciada por el imperio por varias razones, pero muy principalmente
por ser quien alberga en sus entrañas el más importante depósito de litio del
mundo. Y este recurso ha adquirido una importancia excepcional debido a su
creciente utilización por las nuevas tecnologías militares, cosa que es
plenamente reconocida en informes de diversas agencias del gobierno de Estados
Unidos. Téngase en cuenta que si el precio del litio en 2012 era de 4.220 dólares
por tonelada (habiendo llegado a 16.500 en el 2018) el banco HSBC estima que
para fines de esta década oscilará en torno a los 10 o 12.000 dólares. Así como
todas, repito: todas, las intervenciones de Estados Unidos en Oriente Medio
tuvieron como propósito excluyente el pillaje de las inmensas reservas
petroleras de los países del área, su activo involucramiento en el golpe en
Bolivia tiene un solo nombre: litio. Y un recurso que ya es estratégico para la
industria militar estadounidense obliga a abandonar todo escrúpulo legal o
ético, como ya ocurriera en Irak, en Libia, en Siria. Y, por consiguiente
masacrar a un pueblo indefenso, incendiar los hogares de los colaboradores de
Evo, extorsionarlos raptando a sus familiares, secuestrar y desaparecer opositores,
perseguirlos cual si fueran animales feroces y liquidar toda fuente de
información independiente está en el repertorio de políticas que el imperio y
sus lacayos: Áñez, Murillo, Camacho, Mesa aplican y continuarán haciéndolo en
el futuro previsible salvo que una enorme insurrección popular ponga fin a tal
nefasto régimen. Entre esas políticas figura la pertinaz persecución de altos
funcionarios del gobierno de Evo asilados en la embajada de México en La Paz y
a quienes se les niega la emisión de un salvoconducto para que puedan abandonar
el país sin mengua de su integridad física.
La brutal dictadura instaurada
por la Casa Blanca y sus torvos compinches autóctonos actúa como las mafias:
capturando rehenes para poder así cometer sus fechorías sin impedimento alguno.
Es crucial que la presión internacional obligue a la satrapía instalada en La
Paz a poner fin a esa práctica. Se impone la necesidad de que los organismos de
derechos humanos de todo el mundo, privados tanto como oficiales e incluyendo
también a los del sistema de Naciones Unidas, presionen a los golpistas para
que cesen las persecuciones políticas y otorguen los salvoconductos a quienes
los requieran. Y también que hagan saber a Áñez y su pandilla que sus crímenes
no quedarán impunes, y que más pronto que tarde deberán dar cuenta de ellos
ante algún tribunal. Y su condena, estamos seguros, será ejemplar.
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