Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por Fernando Mayorga
Hace diez años critiqué la pregunta
del censo respecto a la autoidentificación, reivindicando la inclusión de
la opción “mestizo” en las respuestas ya que, caso contrario, mi opción era No
Te Entiendo, algo peor que “ninguno”. Ese término lo encontré en la novela
Danubio de Claudio Magris.
El No Te Endiendo es una de las
viñetas de Las Castas, una serie de figuras que dan cuenta de los juegos del
amor y las estirpes que resultan de las mezclas provocadas por la pasión en la
época colonial. Cada viñeta contiene tres figuras: un hombre y una mujer, cuyas
sangres diferentes exigen imperiosamente unirse, y un niño nacido de su
encuentro. En la siguiente viñeta, el niño es un adulto que se junta con otra
mujer y de ese vínculo nace otro hijo que continúa la cadena. Las nominaciones
son deslumbrantes: “el Mestizo, hijo del Español y de la India, el Castizo, su
hijo, el Mulato al que una Española regala un adornado Morisco y así
sucesivamente hasta el Chino, el Lobo, el Jíbaro hijo del Lobo y de la China,
el Albarazado hijo de la Mulata y del Jíbaro y padre de un Cambujo, padre a su
vez de un Zambaigo. La tabla aspiraría a clasificar y diferenciar rigurosamente
(incluso mediante la vestimenta) las castas, sociales y raciales, pero acaba
por exaltar involuntariamente el juego caprichoso y rebelde de eros, el gran
destructor de cualquier jerarquía social cerrada... En la penúltima viñeta, el
fruto de los amores del Tente En El Aire y de la Muleta deja perplejo el
talento nomenclatorio del anónimo clasificador que, en efecto, lo define como
No Te Entiendo”.
Unos años después encontré un texto
que completa esta clasificación con el Torna Atrás, que proviene de la mezcla
entre el No Te Entiendo y la India. Desde entonces, la duda perturba mis
reflexiones y búsquedas identitarias.
Han transcurrido muchos años y
cambiado realidades y percepciones, pero retornó el debate sobre la famosa
pregunta del censo y por qué mestizo sí, y por qué no. Y así como cambian las identidades,
cambiaron las posiciones de los sujetos. Quienes antes rechazaban el mestizaje
por asemejarse a lo cholo (¡horror, qué arribismo!), ahora lo reivindican
frente al indianismo (gubernamental o no). Quienes desde las esferas estatales
(o no) rechazan el mestizaje (nacionalismo !horror!) lo hacen desde una postura
indianista más cercana al esencialismo que a esa noción vaga de “lo
plurinacional” que, en buena onda, debería rescatar la propuesta de Amartya Sen
sobre la necesidad de reconocer que tenemos una identidad plural como sustento
para construir armonía sin negar diferencias. Precisamente, más que con esos
incesantes juegos de articulación-desarticulación identitaria, lo plurinacional
tiene que ver con el reconocimiento de derechos colectivos a las naciones y
pueblos indígena originario campesinos. En esa medida, es necesario conocer la
cantidad y distribución territorial de los conciudadanos bolivianos que se
autoidentifican como indígenas para el diseño de políticas públicas que
permitan reducir las enormes brechas de desigualdad social.
Ese es el tema que interesa en torno
al censo, no el tema existencial. Si se quiere discutir “quiénes somos” como
parte de una comunidad política debatamos sobre ciudadanía. Si se quiere
polemizar sobre “quiénes somos” en relación a una “otredad” circunstancial,
este debate tendrá que contener una lista interminable que, en la llajta,
incluiría la de k’ochala, reivindicada por jóvenes jailones para distinguirse
de cambas y collas. Hay que insistir nomás en la obviedad sociológica que
dice que las identidades son relacionales, algo así como “dime con quién andas
y te diré quién eres”. Por eso, si se trata de identidades congeladas e
irreductibles, la única que asimilo con relativo fanatismo es la de “aurorista”...
porque dura los 90 minutos de un partido de fútbol.
Publicado en La Razón, el domingo 26 de agosto de 2012
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