Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Xavier Albó
Los cocaleros sienten que los
originarios del lugar son latifundistas que subutilizan su propiedad
Hay fuertes contrastes entre el
enfoque de los indígenas que viven en el TIPNIS desde antes y los
llegados en épocas más recientes, sobre todo para cultivar la hoja de coca,
venderla y quizás procesarla; aparte de algunas empresas madereras y otras. Los
trinitarios, yuracarés y chimanes, si bien tienen sus propios y a veces graves
problemas de sobrevivencia, se acercan más a una relación armoniosa con la
Madre Tierra, elemento clave del vivir bien.
Muchos cocaleros en sus lugares
andinos de origen mantenían también una relación sagrada y ritos a la
Pachamama, sobre todo porque allí es difícil hacer crecer algo y asegurar
buenas cosechas. Pero en esas tierras tropicales donde todo crece de por sí, no
hay tal dificultad; ya no parece que sientan la necesidad de mantener esos
ritos y creencias con igual rigor; menos aún quienes ya se han lanzado de lleno
a producir para el mercado, legal o no.
Por esas experiencias distintas, a
estos últimos les cuesta comprender y aceptar que los indígenas orientales,
siendo tan pocos, ocupen tanto territorio que ellos desearían explotar de
manera más intensa para sí o sus hijos, chaqueando monte y expandiendo sus
cultivos de coca. Muchos sienten que los originarios del lugar son
“latifundistas” que subutilizan su propiedad. “¿Por qué ellos tienen tanto y nosotros
tan poco? Es injusto”.
No entienden ni la distinta forma de
vida ni la distinta relación de esos pueblos con la naturaleza. Tampoco quedan
muy impresionados, a un nivel más global, por el rol clave que juegan hoy esos
grandes bosques en el mantenimiento de buenas reservas de oxígeno puro y de
agua, dentro de nuestro planeta enfermo. “Hay que sacrificar a la Pachamama por
el desarrollo”, llegó a decir un prominente dirigente “intercultural”.
Por otra parte, para los habitantes
originarios de la región, esos cocaleros, que se multiplican y siguen
adentrándose hacia nuevas tierras, son ante todo una amenaza para su forma de
vida y para su propia casa grande, la selva y sus ríos. Todo empezó allí hacia
1970 con una modesta carretera hasta el río Moleto, pese a ser entonces parte
nuclear del parque nacional, que prohibía carreteras. De ella, poco a poco se
derivaron sus ramales (las llamadas “espinas de pescado”) a lo largo y ancho
del hoy Polígono 7, al que ya no queda nada de parte nuclear del parque. Por
eso, cuando, en 1989 empezó a gestarse la I Marcha por el Territorio y la
Dignidad (1990), precisamente con dos reuniones en la comunidad Santísima
Trinidad, en pleno Polígono 7, éste fue allí uno de los principales motivos
para emprenderla.
Pocos años después llegaron a un
acuerdo, fijado por sus respectivos dirigentes Marcial Fabricano y Evo Morales
para trazar una “línea roja” divisoria entre sus dos formas de vida. Fue un
ejemplo notable de acuerdo intercultural. Más aún, en los primeros borradores
de estatutos para el TIPNIS se reconocía a los que allí vivían su forma
distinta de vida y organización. Pero año a año esa línea roja se va rebalsando
y ensanchando. Y cuando en 2009 el propio Morales firmó el título definitivo de
“territorio indígena”, el Polígono 7 ya quedó fuera de él, salvo la comunidad
Santísima Trinidad, la única que allí mantiene su propiedad comunal colectiva
asociada a la TIOC TIPNIS, como una isla rodeada de sindicatos parcelarios
cocaleros.
¿Cabe otra lectura de la decisión
inalterable del Gobierno de construir la carretera con una “consulta”
preprotocolizada y reiterable hasta que se convenzan?
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