Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Ahora me doy cuenta que solo me usaron para tumbarlo al Evo, y ahora sacan sus garras.
Por: Edgar Arandia Quiroga
La costumbre de enviar cartas manuscritas es una bella práctica relegada al pasado siglo. Inclusive las cartas apasionadas eran sometidas a un proceso para impregnar de fragancia el papel y así potenciar su efecto seductor. Ahora este talento sería tachado de machista, pero puedo asegurar que una enorme cantidad de mujeres lo extraña profundamente.
El escritor boliviano Alcides Arguedas (1879-1946) tenía la costumbre de enviar cartas a los presidentes, pocas veces le contestaron, y cuando le exigió una respuesta al presidente Germán Busch (1904-1939) para reprocharle sobre la actuación de los soldados indígenas en la Guerra del Chaco (1932-1935), éste le respondió que eran los mejores soldados del mundo y le propinó un sonoro bofetón.
Hace una semana, mi compadre Teo me llamó para advertirme que nos visitaría en su día de salida de la cuarentena porque quería enviarle una carta al ministro Murillo. La visita, además, la haría para cerrar pequeñas heridas que aparecieron luego de los sucesos de noviembre, cuando el gobierno de Evo Morales fue desbaratado, y él y mi comadre Macaria aplaudieron su derrocamiento; en tanto nosotros apostábamos por la segunda vuelta para no liquidar la poca institucionalidad que aún sujetaba el orden en Bolivia. Como nuestras familias son devotas del Tata Santiago y del Señor Jesús del Gran Poder, nuestra relación es más fuerte que cualquier diferencia de opinión y posición política que asumamos.
Cuando llegó, intercambiamos codazos y nos desinfectamos para conversar. Luego, sin máscaras y sin tapujos me solicitó que, por intermedio de mi columna, le permitiera enviar una carta al ministro Murillo, ya que mi amigo Teo no es presidente, ni diputado y menos dirigente sindical y vecinal, solo un modesto zapatero que se gana la vida cada día y jamás tendrá la oportunidad de que alguien le lea. Luego de un suculenta sopa de tofu con algas y arroz k’aja, me entregó su carta para que se la edite sin cambiar el sentido. Así traté de hacerlo, y aquí la tienen.
“Señor Dr. Arturo Murillo/ministro de Gobierno: el suscrito es de oficio zapatero, casado, con tres hijos, una mujer ya casada y dos hijos varones, uno vende casetes que trae del Perú, y otro todavía está en la Pedro Domingo Murillo, estudiando para mecánico. Cuando llegaron los zapatos chinos casi me quedo sin trabajo, porque eran desechables y baratos, pero la gente pobre igual venía a mi taller a revivirlos.
De joven militaba en el MNR y después en el NFR, porque mi esposa simpatizaba por Reyes Villa, llamado el bom-bon. Ganó el Evo, y en su gobierno nos cansamos de los actos de corrupción y de los abusos contra la gente que no pensaban como él. Igualito que ahora hacen ustedes, o peor, usan aviones del Ejército cuando quieren, no respetan la Constitución. En menos de medio año, han desfalcado nuestro país (Entel, YPFB, Salud), le están ganando al gobierno de Evo.
Durante los líos de octubre, yo salí a poner pitas, latas y un montón de cachivaches para evitar que los mineros vengan a fregarnos con sus dinamitas. Los hijos del dueño de casa donde tengo mi tallercito decían que los indios salvajes vendrían a quemar nuestras casas. No ocurrió nada de eso, ahora mi dueño de casa exige que le pague alquileres y no tengo plata. En cuatro meses han goteado unos pesitos, mi esposa ahora hace dar vueltas zapatos que no han recogido y hacemos comida para ganar algo. ¡Qué les pasaría a los hijos de dueño, quienes ahora me amenazan con juicio y quieren botarme de mi taller! Pensé que no eran así.
Ahora me doy cuenta que solo me usaron para tumbarlo al Evo, y ahora sacan sus garras. Señor ministro, usted dice que es cristiano, pero no entendemos porque odia tanto a los pobres y a los que tenemos origen campesino, a los indios. No le hemos hecho ningún daño, no somos masistas, y hasta pensábamos votar por la Jeanine, pero ahora, como dicen en los mercados, es EngAñez (sic). Usted nos amenaza todo el tiempo y después pide diálogo; eso no es posible si no cambia. Dice: ‘No estoy jugando’, amenazándonos como si fuéramos unos niños. Nosotros le decimos: ‘Nosotros tampoco’. Atentamente, Teófilo Ch. profesión: zapatero boliviano”.
Edgar Arandia Quiroga, artista y antropólogo
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