Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por
Alberto Cruz
La infección del coronavirus se
ha extendido al mundo pese a los intentos de China por evitarlo. Durante dos
meses largos la epidemia bautizada COVID-19 por la Organización Mundial de la
Salud estuvo activa casi exclusivamente en China. En el momento de escribir
esto, ya comienza a extenderse por Asia y Europa mientras comienza a revertir
en China, donde apenas aparecen casos de infectados fuera del epicentro de
Hubei. La OMS aún no habla de pandemia, pero sí que dice que el resto de los
países no han estado a la altura porque China, con su combate contra el virus,
ha dado mucho tiempo al mundo para prepararse.
Sin embargo, y pese al número de
muertos y afectados, no es una epidemia más peligrosa que otras. El pánico
desatado es bastante irracional porque, gracias al trabajo de China, ya se sabe
que el número de afectados se divide en dos clases: los casos abiertos o en
estudio y los casos cerrados, es decir, los casos que se investigan como más
probables y los que han sido confirmados. Del total de afectados, el 80% son
casos abiertos (probables) y el 20% restante, cerrados (confirmados). De este
porcentaje de casos cerrados, es decir, los infectados realmente, el 86% está
hospitalizado, con diferentes niveles de gravedad, y el 14% es el que ha
muerto. Y de entre las muertes, el 85% se ha dado en personas mayores de 65
años.
Aunque es impredecible predecir
cómo se desarrollará la epidemia, tal y como ha dicho la OMS, lo cierto es que
el número de casos, tanto abiertos como cerrados, decrece en China
constantemente desde principios de febrero. De hecho, desde el 3 de febrero el
número de afectados disminuye significativamente en todo el país (sólo se
mantiene activo, con un alto grado de infecciones, en la provincia de Hubei,
donde se originó) y crece, por el contrario, el número de personas dadas de alta.
Teniendo en cuenta que este virus
inusual tiene un período de incubación de 24 días, todavía hay centenares de
casos diarios pero el número de muertes es casi estable y con tendencia a
descender de los 100 diarios a partir de finales de febrero. Es en estas
fechas, o al rededor de ellas, cuando se considera que la epidemia podría
alcanzar su clímax aunque para la OMS “aún es demasiado pronto”. No obstante,
la OMS sigue insistiendo en que el coronavirus no es una epidemia global y que
no aumentará el nivel de riesgo global hasta declararla pandemia.
Que haya que prepararse para lo
peor es lógico según la OMS, pero que se extienda el pánico no tiene ninguna
razón sólida pese al aumento de casos en otros países fuera de China. Por eso
acaba de enviar un equipo internacional de expertos para llevar a cabo
controles sobre el terreno, revisar las medidas preventivas, visitar centros de
investigación y emitir instrucciones para contener la epidemia a nivel mundial.
Y en esas se está, con marcadas
razones para el optimismo que llegan desde China, como la de Zhong Nanshan, uno
de los principales expertos chinos en la lucha contra el síndome respiratorio
agudo severo (SARS, la epidemia que se produjo en los años 2002-3003) que es
quien con mayor énfasis afirma que el COVID-19 está a punto de llegar a su
clímax.
Las especulaciones son muchas,
las certezas son pocas. Pero sí hay algunas que destacar: China está luchando
contra la epidemia en nombre propio, pero también del mundo y lo está haciendo
en tres frentes y por este orden: protege a sus ciudadanos de la transmisión de
infecciones aunque haya cerrado ciudades; ha enviado a miles de expertos y
personal sanitario (en su inmensa mayoría voluntario y militante del Partido
Comunista ) a tratar a los afectados y a investigar las vacunas para encontrar
una cura rápida, y está protegiendo a la humanidad de la infección incluso a
expensas de su economía.
Pero esto no es malo de por sí.
O, al menos, no pésimo. Porque gracias al coronavirus las medidas que está
poniendo en práctica China -como reducir el costo de los préstamos- van
dirigidas a empresas que trabajan para el consumo interno que es en estos
momentos la principal fuente de crecimiento de la economía china. De hecho, ya
antes del coronavirus la dependencia china de las exportaciones (como
consecuencia, también, de la guerra comercial lanzada por EEUU) se había
reducido muy significativamente desde el 51’3% al 31’8%. Eso significa solo una
cosa: la exportación ya no es el principal impulsor del crecimiento económico
de China. Y esta tendencia no va a hacer más que aumentar con y tras el
coronavirus.
No obstante es evidente el daño
económico que stá causando el COVID-19 porque China es el mayor socio comercial
de más de 100 países por lo que las medidas adoptadas para evitar la
propagación de la epidemia han afectado a las relaciones comerciales con ellos.
Vivimos en un sistema económico
fuertemente interdependiente y altamente conectado por los flujos de materias
primas que son las que alimentan a las capacidades de producción de China y
esta cadena ahora está trabajando al ralentí. Como consecuencia del coronavirus
está comercializándose menos petróleo, menos cobre y menos carbón, entre otros
productos. Si eso parece que no nos afecta demasiado, habrá que añadir que el
80% de los teléfonos inteligentes producidos en el mundo llegan de China, y
aproximadamente el 50% de los ordenadores y aparatos de televisión. El miedo al
COVID-19 se está extendiendo junto con la epidemia, dañando gravemente el
comercio mundial y las cadenas de suministro.
Pero si hay un país amenazado por
las consecuencias del virus es EEUU. Dado que China es el centro global de la
fabricación de este tipo de productos, el virus ha interrumpido la cadena de
suministros de empresas como Boeing, GM o Apple, por mencionar sólo algunas.
Si China no puede controlar el
virus en los márgenes que estableció desde el principio, unos tres meses (y eso
se cumple a finales de marzo), la economía estadounidense se verá gravemente
afectada y eso en un año electoral va a ser letal. La menor comercialización de
petróleo (y EEUU está, junto a Rusia y Arabia Saudita, a la cabeza de la
producción mundial) viene dada porque China ha reducido un 20% las compras, lo
que ha hecho bajar sensiblemente el precio del barril. Y eso redunda, también,
en EEUU que está viendo cómo el petróleo que vende es un 15% más barato ahora y
eso supone un daño considerable a la economía estadounidense, con la
consiguiente quiebra de compañías, especialmente las que extraen petróleo del
esquisto y que exportaban, casi en su totalidad, a China.
A ello hay que sumar la cuestión
agrícola, esencial para acordar la tregua comercial entre los dos países en la
guerra de los aranceles y que se conoce como “Fase 1”. Como consecuencia del
coronavirus, China no sólo ha reducido sustancialmente la compra de productos
agrícolas como soja o maíz sino que ya ha insinuado que puede pedir una
revisión del acuerdo debido a los efectos del virus.
Esto no son palabras vacías ni
aportaciones entusiastas, son hechos. Tan ciertos como que la bolsa de Nueva York
ya ha tenido (24 de febrero) la peor caída en puntos de toda su historia, es
decir, desde hace 124 años.
Si la situación epidémica no se
puede controlar, pocas economías se librarían del daño potencial, y economías
como Japón, Estados Unidos y Europa sufrirán el golpe más fuerte dada su
estrecha cadena de suministro con China. Y solo China está combatiendo en los
dos frentes mientras los otros han estado mirando y regodeándose con una
epidemia que podía debilitar a su gran amenaza.
Alberto Cruz es periodista,
politólogo y escritor.
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