Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Miguel
Lorente Acosta
Las
paredes y cristales nos pueden proteger del contagio del Covid-19, pero
no de los males que viven dentro del hogar, y la violencia de
género habita la convivenciapara poner muros y techos de cristal allí donde
el maltratador decide.
Según la
OMS, referente indiscutible para la pandemia del coronavirus, la
violencia de género es un “problema de salud global de proporciones epidémicas”, e
indica que el 30% de las mujeres del planeta la sufrirán en
algún momento de sus vidas (OMS, 2013). El “Informe sobre homicidios en
España” del Ministerio del Interior, recoge que el 40’7% de todos
los homicidios por violencia interpersonal sucede en el contexto del hogar, y
que los hombres son sus autores en el 66’4% de los casos de violencia
doméstica y en el 100% de violencia de género.
El
confinamiento en el hogar no va a reducir esta violencia, todo lo
contrario; la va a aumentar por la presencia de cuatro
elementos principales:
- El aumento del tiempo de convivencia entre
los agresores y sus víctimas.
- Los conflictos en gran medida van a
surgir alrededor de cuestiones familiares y domésticas, circunstancia
que los agresores viven como un ataque al considerar que todo lo que no
sea seguir sus imposiciones se trata de un ataque a su “autoridad”. Es lo
que reflejan de manera gráfica cuando justifican la violencia y
dicen, “es que mi mujer se empeña en llevarme la contraria”.
- La violencia se prolonga sin que se vea
interrumpida por las circunstancias de la rutina de
cada día, como marchar a trabajar, llevar los niños y niñas al colegio, ir
a comprar, salir a dar un paseo…
- Percepción de seguridad e impunidad en el
agresor, al percibir que las circunstancias del
confinamiento dificultan salir de la relación o interponer una denuncia
por la violencia ejercida.
La
situación no es del todo nueva, pero sí es diferente en la novedad de algunas
circunstancias, y las consecuencias pueden ser mucho más graves, especialmente
para las mujeres por las características de la violencia de género.
El
objetivo principal de la violencia que se ejerce contra las mujeres es controlarlas
y someterlas a los dictados del maltratador, el daño y las lesiones
son una parte de los instrumentos que utilizan para lograrlo, pero la idea que
mueve a un agresor es retener a la mujer dentro de los límites que él impone
sobre las referencias definidas por la cultura. Por eso antes de las agresiones
se produce un aislamiento de la familia, las amistades y el trabajo, y
por ello utiliza también una estrategia aleccionadora con el
objeto de que las agresiones se vivan como una referencia de lo que puede
ocurrir en caso de no seguir sus dictados, y de ese modo hacer que la propia
mujer se “auto-controle” sin necesidad de agredirla a cada momento.
Cuando el
agresor percibe que pierde el control sobre la mujer es cuando recurre a las
agresiones, y cuanto mayor es su percepción, con más contundencia la resuelve.
Este factor es el que hace que la separación y ruptura de la relación
actúen como el principal factor de riesgo para que se produzca una agresión
grave y el homicidio. La consecuencia es clara y directa, si el
objetivo esencial de la violencia de género es el control, la separación
significa la pérdida absoluta de control, lo cual lleva a muchos agresores a
pensar en la idea del homicidio, y a algunos a llevarlo a cabo. El resultado es
objetivo, los homicidios por violencia de género representan el 20’6%
de todos los homicidios de nuestro país, es decir, que una media de 60
mujeres son asesinadas en sus casas cada año por parte de hombres “normales”
con los que mantienen o habían mantenido una relación de pareja.
Las
actuales circunstancias de confinamiento por la pandemia del Covid-19
dificultan la salida de la relación violenta y se traducen en una
prolongación de la violencia, y con ella en un incremento de su intensidad y el
control por parte del agresor, que a su vez lo vive bajo una sensación de
seguridad e impunidad. La aparente disminución de casos graves y homicidios que
se puede producir bajo las actuales limitaciones, se podría traducir en
un incremento posterior cuando se modifiquen las circunstancias y las mujeres
vean facilitada la salida de la violencia, puesto que el riesgo en ese
momento será más alto.
No
podemos esperar a que suceda, hay que desarrollar una estrategia
de acción y prevención basada en cuatro elementos:
- Seguimiento activo de los casos de violencia
de género conocidos en Servicios Sanitarios, Servicios
Sociales, asociaciones de ayuda a mujeres víctimas y sobrevivientes…
- Desarrollo de programas de detección activa en
la atención que se preste a mujeres en las circunstancias actuales.
- Llamada a la implicación de los
entornos cercanos a las mujeres que sufran la violencia para que
las apoyen y comuniquen la situación a las administraciones
correspondientes
- Desarrollo de campañas de
concienciación e información específicas para el contexto actual.
También
tenemos que actuar contra la pandemia de la violencia de género y
evitar sus consecuencias y muertes. Ahora estamos a tiempo de adoptar medidas
preventivas, y en esta materia, precisamente, lo único que no podemos
hacer es “lavarnos las manos”.
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