Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
El
viernes la OMS declaró que el epicentro de la pandemia ya no era China, sino
Europa, pero bien pronto la situación más crítica podríamos tenerla en Estados
Unidos. Que Estados Unidos se sitúe en el ojo del huracán parece pulverizar la
tesis, lanzada ya en febrero por el centro antiimperialista Global
Research, de que el origen de la pandemia estuvo en Estados Unidos y que su
gobierno la utilizaba “para poner a la economía china de rodillas”.
El
ayatolla Jamenei, líder supremo de Irán, ha seguido esa estela y ha dicho que
la pandemia podría ser un “ataque biológico” contra China e Irán, pero a la
vista de los perjuicios que se esperan en Estados Unidos de lo que se trataría,
más bien, sería de una gran chapuza y una enorme estupidez.
No es que
la pandemia haya puesto a “la economía china de rodillas”, sino a la “economía”
en general. Y no solo porque lo primero implique lo segundo (dado el tamaño y
el papel global de la economía china), sino por la simple razón de que el único
medio para controlar la epidemia es, precisamente, matar la economía.
Eso es
algo que ya dicen los habituales analistas y estrategas de mercado. Lo más
probable es que la pandemia no sea contenida hasta junio, si todo va bien.
Europa, dicen, estará en recesión el primer y segundo trimestre. Italia,
seguramente todo el año 2020, igual que Alemania, cuyo fuerte vector exportador
se revela ahora como talón de Aquiles. Francia, en cambio, por mal que vayan
las cosas, podría salir algo menos malparada a causa de la mayor
diversificación de su economía. Respecto a Estados Unidos, seguramente conocerá
recesión en el segundo trimestre y su tasa de “crecimiento” se reducirá a un
1%… Todo esto son detalles al lado de las posibles repercusiones sobre los
mercados financieros.
Como
advertía Thomas Piketty bien antes de la pandemia, la situación de las finanzas
es más crítica ahora que en 2007, en vísperas del hundimiento. Las burbujas se
han inflado, la estructura financiera global está aún más degradada y es más
inestable que entonces. Como explica Nomi Prins, después de la crisis de 2008,
la política de dinero barato e incluso con interés negativo de los bancos
centrales convirtió a estos en una especie de cajeros automáticos para el
sistema bancario mundial y los mercados financieros, lo que hizo crecer las
burbujas. Gran parte de ese dinero barato de los bancos centrales y sus beneficios
fueron a parar a manos del 1% más rico. “Como el Doctor Frankestein, el
experimento se convirtió en el monstruo e incrementó aun más las
desigualdades”.
Los
montos de dinero adoptados en la Unión Europea para prevenir nuevas quiebras
son manifiestamente insuficientes. Y lo que es peor: el recurso a una nueva
expropiación de las clases medias y bajas en favor de los superricos, a base de
recortes y de conversión de deuda privada en deuda pública, será toda una
invitación a la revuelta social, pues un segundo atraco difícilmente será
comprendido. Claro, todo depende de cuanto duren las parálisis de la pandemia,
esa “muerte de la economía”, pero todo indica que se abrirán condiciones
extraordinarias para un replanteamiento general de esa “economía”, de nuestra
manera de vivir. Si por una vez lo humano -la salud pública- se pone por
delante del beneficio, ¿por qué no proseguir por esa senda y de paso
solucionar, por ejemplo, la crisis climática?
“Las
emergencias sanitarias hacen que los países cancelen normas sagradas para el
capitalismo y tomen medidas muy potentes sin esperar a consensos
internacionales. Ahora mismo los gobiernos están aprobando medidas unilaterales
sin esperar al resto. Si se les da a elegir entre el comercio o proteger a la
población, eligen lo segundo, y eso es algo que no está ocurriendo con la
crisis climática”, constata Javier Andaluz en un clarificador artículo de
Alejandro Tena publicado por Público: La
crisis climática: otra gran pandemia pero sin medidas urgentes.
Volviendo
a Estados Unidos, Bernie Sanders dijo el lunes que el impacto de la pandemia en
su país, en muertes, “será en la escala de una gran guerra”. “Nadie sabe
cuantas muertes tendremos pero podrían igualar o superar las víctimas
americanas que vimos en la Segunda Guerra Mundial”. Es un pronóstico respaldado
por científicos como el director del National Institute of Allergy and
Infectious Diseases, Anthony Fauci. Si Trump, que ya ha declarado materia
reservada todos los debates de la Casa Blanca sobre la pandemia, es
incapaz de entender eso, habría que poner la crisis en manos de, “una autoridad
de expertos capaz de guiarse por las recomendaciones científicas y en los
hechos”, dice Sanders. ¿Peligra la reelección de Trump? ¿Podría abrirse
un momento Roosevelt-New Deal en la sociedad de Estados
Unidos?
Desde
hoy, Sanders va a hacer bandera principal del sistema de sanidad universal en
el país. La pandemia convierte su ausencia no solo en un asunto de justicia,
sino también de seguridad nacional. En un país en el que, según se
reveló en 2017, tres personas (Bill Gates, Jeff Bezos y Warren Buffett) son más
ricas que la suma de la mitad de la población menos favorecida del país (160
millones), los 38 millones de ciudadanos que viven por debajo del umbral de pobreza,
los 15 millones de hogares que sufren precariedad alimentaria y los más de
medio millón de sin techo, van a sumar ahora las penalidades de la pandemia,
cuyos efectos serán diferentes para ricos y pobres. La consideración vale
globalmente para todos los pobres del mundo, por lo que, en medio de sus
dramas, la pandemia contiene también una invitación a replantear la solidaridad
y paliar la desigualdad entre sectores sociales y territorios.
Calentamiento,
desigualdad y proliferación militarista de recursos de destrucción masiva, son
los tres retos de siglo que la humanidad tiene por delante. El
mensaje está ahí, como oportunidad dentro de la pandemia, por si queremos
atenderlo. En los próximos meses si Estados Unidos entra en el ojo del huracán,
podría convertirse en el mejor terreno de prueba.
(Publicado
en Critic)
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