Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Grecia Gonzales Oruño
La explosiva coyuntura de la posguerra del Chaco, la victoriosa rebelión
popular de mayo de 1936, la creación del Ministerio de Trabajo, la promulgación
de la primera Constitución Social y las normativas progresistas dictadas bajo
los gobiernos nacionalistas militares (1936-1939) fueron algunos antecedentes
del Código.
El 24 de mayo de 1939 no fue un día más para los trabajadores bolivianos.
En esa histórica fecha, el presidente Germán Busch promulgó el Decreto-Ley
General del Trabajo, más conocido en ese entonces como Código Busch. No tuvo un
“espíritu socialista”. Fue nacionalista. “Armonizó las relaciones entre el
capital y el trabajo”. Ocho décadas después, pese a que varios regímenes
dictatoriales y democráticos intentaron “cambiarlo”, sigue vigente.
Luego de una centuria de avances en materia laboral, el país dio un salto
con la creación del Ministerio de Trabajo (1936) y la promulgación de la
Constitución Social (1938) Ambos hechos, que fueron el resultado de la lucha
obrera, permitieron la dictación del longevo Código.
Ese decreto, bajo la presidencia de Enrique Peñaranda, fue elevado a rango
de Ley, el 8 de diciembre de 1942.
Necesidad
La difícil coyuntura de la posguerra del Chaco, el triunfante levantamiento
popular de mayo de 1936 y las medidas progresistas dictadas por los regímenes
nacionalistas militares (1936-1939) fueron vitales para la promulgación del
Código Laboral.
Esa norma no surgió de la nada. Fue parte de una necesidad histórica,
cristalizada en medidas laborales dictadas desde el siglo XIX. En 1942,
Remberto Capriles y Gustavo Ardúz hicieron un recuento de las codificaciones de
trabajo: la austriaca (1859), la alemana (1869), la suiza (1877), la inglesa
(1878), la de los Países Bajos (1922), la yugoslava (1922), la española (1926),
la rusa (1928) y la turca (1936).
América Latina no estuvo al margen de esa realidad. Robert Alexander, en su
texto El movimiento obrero en América Latina, puntualizó que México fue el
primer país en aprobar su código laboral (1929). A esa tendencia se sumaron
Chile (1931), Venezuela (1936), Bolivia (1939), Costa Rica (1940), Argentina
(1945) y Honduras (1959).
Conquistas
Frente a las luchas obreras por mejores condiciones de vida, los gobiernos
liberales aprobaron disposiciones laborales aisladas, como el “descanso
dominical” (1915), la regulación de “paros y huelgas” (1920), la Ley sobre
“accidentes de trabajo” (1924), la Ley de ahorro obrero (1925), la Ley de
organización del departamento nacional del trabajo (1926), la creación de
cuatro jefaturas laborales (1927), la Ley sobre “enfermedades profesionales”
(1928).
Esas conquistas, más tarde, fueron canalizadas en el “Pacto de Partidos
Coaligados” firmado por el Partido Republicano Socialista y el Partido
Socialista (PS), en febrero de 1936, que en su artículo 38 planteó la
“complementación” de las leyes sociales “hasta formar un Código del Trabajo”.
Ese acuerdo, luego, se cristalizó en el Programa de Acción Socialista, que
motorizó la rebelión de mayo del 36.
Redacción
La elaboración del Código comenzó en la gestión del ministro de Trabajo,
Javier Paz Campero, militante del PS.
La Primera Convención de Jefes de Trabajo se realizó entre el 15 de
diciembre de 1936 y el 21 de enero de 1937. Contó con la presencia de Guillermo
Peláez, delegado de La Paz, Humberto Méndez, de Potosí, Ricardo Perales, de
Oruro y Ricardo Sejas, de Uncía, apoyados por expertos en el área, informó La
Razón el 15 de diciembre de 1936.
De acuerdo al Boletín del Ministerio de Trabajo (1937), el análisis del
mundo laboral y la legislación internacional fueron las bases del proyecto del
Código.
Para su construcción se revisó el proyecto de Código del Trabajo, de
Roberto Zapata, hecho por encargo del Ministerio de Gobierno; el proyecto de
Código del Trabajo, de Humberto Méndez S. G.; el proyecto sobre pensiones,
jubilaciones y montepíos, de los secretarios de la Confederación Sindical de
Tranviarios, Ferroviarios y ramas anexas, A. Cabezas y Roberto Jordán; el
proyecto de varias sugerencias y modificaciones hechas al proyecto del Código
del Trabajo de Humberto Méndez, por Adolfo Bozo Jantzen; el proyecto sobre
primas, desahucios e indemnizaciones y ahorro obligatorio para empleados de
comercio e industria, por Joaquín Barrientos; el proyecto de pensiones,
jubilaciones y montepíos de empleados de Banco, por Ricardo Sejas; el proyecto
de legislación del trabajo agrícola, de Ricardo Perales; el proyecto de
legislación de convivencia indígena, de Arturo Posnanski; el proyecto de
protección a las labores indígenas, de la finca “El Retama’’ de Cliza,
Cochabamba; el proyecto de trabajos técnicos en las minas, del inspector de
minas Raúl Cañedo Reyes; el proyecto sobre higiene industrial, de Ernesto S.
Navarro, jefe de la Sección Social del Departamento de Higiene; el proyecto
sobre la reglamentación de trabajos mineros, de Leonardo S. Ball; los proyectos
sobre la reglamentación del trabajo de menores, mujeres, regulación de horario de
trabajadores, de empleados de telégrafos, teléfonos, radio-telegrafistas,
radio-telefonistas y trabajo nocturno en las panaderías, enviados por el
Ministerio del Trabajo y Previsión Social; el plan de organización del Código
del Trabajo, por Guillermo Peláez; los proyectos sobre estadística e
inspección, de Juan C. Villarpando, que ha colaborado permanentemente con
informaciones de carácter internacional; el proyecto sobre el trabajo en las
minas, del Sindicato Central de Mineros de Oruro; el proyecto sobre el trabajo
en las panaderías, del Sindicato de Panificadores; el proyecto de la caja de
seguro y ahorro obrero; las observaciones a la Ley de jubilaciones, por Gustavo
Pacheco; las reformas a la Ley protectora de empleados de comercio e industria,
presentado por los delegados de la Liga de Empleados de Comercio e Industria, y
las resoluciones y conclusiones del Primer Congreso Sindical de Trabajadores de
Bolivia, enviadas por los personeros legales de la Confederación Sindical de
Trabajadores de Bolivia.
Reacción
El documento final de la Convención generó resistencia en los sectores
liberales.
“La reacción rosquera, mediante sus órganos de prensa, ha expresado
insistentemente que en las reparticiones vinculadas con la codificación del
trabajo había un afán desmedido de ir hacia innovaciones de proyección
extremistas, exóticas e inaplicables”, reveló La Calle, el 21 de enero de 1937.
El Diario, el 16 de enero de 1939, afirmó que esa Convención no cumplió con
las expectativas de todos los sectores. Por ello, las cámaras de Comercio y de
Fomento Industrial presionaron para que los empresarios intervengan en la
elaboración del Código.
Esos cuestionamientos postergaron la aprobación del Código Busch por más de
dos años.
Frustración
En 1939, bajo la dirección del ministro de Trabajo, Alberto Zelada, se
realizó la Segunda Convención del Trabajo, del 2 al 13 de febrero. Formaron
parte de las sesiones, según La Razón del 2 de febrero, el presidente, los
ministros, catedráticos de derecho, periodistas, industriales mineros, miembros
de la Sociedad Rural Boliviana, delegados de la Confederación Nacional de
Trabajadores, representantes de las cámaras de Comercio y de Fomento Industrial
y otras instituciones.
De acuerdo a la Crítica del proyecto del Código del Trabajo, escrita por
Humberto Méndez y Ricardo Sejas, cuando se debía promulgar el decreto se
suscitó la muerte del ministro Zelada, “que frustró la posibilidad tan ansiada
de dotar al país de un buen Código del Trabajo”.
Luego, el nuevo ministro de Trabajo, Roberto Jordán Cuéllar, delegó la
redacción del Código al Oficial Mayor del Trabajo, Remberto Capriles Rico, en
medio de cuestionamientos.
Trascendental
Después de las dos convenciones y los virulentos debates mediáticos, el 24
de mayo de 1939, se aprobó el Decreto-Ley General del Trabajo, que hasta hoy se
inmortalizó con sus 12 títulos y 122 capítulos.
Al respecto, el inspector de trabajo Juan Villarpando, en el periódico
Crónica del 30 de mayo, afirmó que el Código fue producto de las convenciones y
que, a pesar de tener algunas deficiencias, “es un instrumento de importancia
trascendental” en la vida del país.
“El Código del Trabajo, aprobado por el supremo gobierno, es la síntesis
viva del proyecto de la Convención de jefes del Trabajo a la que tuve el honor
de integrar (…) No se trata precisamente de una obra perfecta, adolece
seguramente de algunos defectos y quizá instituye algunas disposiciones
coactivas del movimiento obrero: con todo, su importancia es vastísima para
nuestro país (…) Podemos estar orgullosos de tener una de las legislaciones más
avanzadas de Sud América y ocupar en el concierto de las naciones el lugar que
nos corresponde como pueblo civilizado”, afirmó.
Victoria
El sector obrero vio ese acto como una victoria. “Los trabajadores estiman
que con el nuevo Código se armoniza las relaciones del capital y el trabajo y
que, por tanto, los problemas sociales tienden a una solución favorable”,
informó El Diario el 2 de junio. Ese mismo día, La Calle relató que los
trabajadores respaldaron entusiastamente el Decreto-Ley.
Así, el Código Busch no fue una concesión. Fue el directo resultado de un
largo periodo de lucha obrera que cerró un ciclo con el triunfo de mayo del 36.
Grecia Gonzales Oruño es Comunicadora Social
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