Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Alfredo Rada Vélez
El conflicto en la ciudad de El Alto, iniciado luego de la designación de subalcaldes por la señora Soledad Chapetón, ha puesto en juego varias construcciones discursivas y estrategias políticas, tanto del movimiento vecinal organizado en la Fejuve alteña, como de la nueva derecha con tintes populares que hoy gobierna ese municipio.
La declaración pública de Chapetón sobre los usos y costumbres, restringidos según su particular comprensión, a los pueblos indígenas, mismos que no serían “ciudadanos”, fue de tal torpeza que ella misma tuvo que corregirse afirmando que quiso decir “citadinos”. Pero con su aclaración, la señora Chapetón yerra nuevamente, pues ¿de dónde se le ocurre que ser indígena es excluyente tanto de ser ciudadano como de ser citadino?
No fue un lapsus. Fue la expresión de un pensamiento colonialista reciclado que, ante la evidencia de que era políticamente incorrecto expresarse así, trató de encubrirse con nuevas frases. Voltaire decía que es frecuente el uso de las palabras para ocultar lo que piensan las personas. Y la estrategia de la derecha restauradora pasa hoy por la derrota de los movimientos sociales, para lo que necesita acusarlos de haberse prebendalizado a la sombra del poder, tildando al gobierno de Evo de “corporativista”. Este es el discurso de los operadores ideológicos de esta nueva derecha; escribidores que en el pasado fueron parte del hipercorrupto mirismo, y que hoy reaparecen luego de haber estado más de una década en silencio, derrotados junto al modelo neoliberal que con tanto entusiasmo defendieron.
Ya he planteado en otras ocasiones y me ratifico ahora en la idea de que no puede mezclarse la conducta de algunas dirigencias con la voluntad soberana de centenares de miles de personas que conforman las organizaciones campesinas, obreras y populares. El potencial transformador de estos movimientos sociales se ha expresado en la recuperación de la democracia resistiendo a las dictaduras militares; en la defensa y ampliación de derechos sociales, económicos, ambientales y culturales, alcanzados luego de años de resistencia contra el neoliberalismo; en los exitosos procesos de nacionalización que han fortalecido nuestra posición económica como país. Bolivia le debe mucho a la acción organizada de los movimientos sociales que fueron eliminando los privilegios de las clases dominantes. Y éstas van a reaccionar como lo hizo un representante de la burguesía, el señor Samuel Doria Medina, cuando dijo que es hora de “poner fin al reino de los movimientos sociales”.
En el caso particular alteño una cosa es la participación vecinal en la selección de subalcaldes, como un ejercicio democrático que se viene practicando desde hace más de 15 años; otra cosa es el afán de alguna dirigencia de utilizar esas prácticas comunitarias para obtener cuotas personales de poder. La primera debe ser respetada y plasmada en nuevas leyes, tal como ya está incorporada la elección por voto de gobernadores y hasta de subgobernadores en departamentos como Pando o Tarija. La democratización supone este tipo de avances.
Pero la actitud prebendal de algunos dirigentes envilecidos, debe ser objeto de sanción por las propias bases de sus organizaciones y, si correspondiera, de investigación sin atenuantes por las instituciones de contraloría y lucha contra la corrupción.
Se acusa al Gobierno de ser corporativista, y se lo hace buscando fijar en la ciudadanía una imagen per se negativa de la participación social en la conducción del Estado. Es el viejo planteamiento liberal de que el individuo es más importante que el colectivo, y la idea arguediana de que es mejor dejar que gobiernen los ilustrados organizados en tecnoburocracias antes que permitir que la masa plebeya lo haga. Curiosamente los restauradores ideológicos que hoy se esmeran por escribir diatribas contra el proceso de cambio, nunca cuestionaron, en las épocas de los gobiernos de Paz Estenssoro, Banzer, Paz Zamora o Sánchez de Lozada, que empresarios privados sean ministros o presidentes. Entonces sí que había un “corporativismo” de los ricos.
Condenando la mala gestión de Édgar Patana en El Alto, pretenderán luego acusar al gobierno de Evo, un gobierno de los movimientos sociales que nunca efectuó el reparto de áreas estatales en favor de tal o cual organización social. El objetivo de los restauradores no es criticar lo que se estuviera haciendo en forma equivocada; su verdadero objetivo es echar a andar un proceso de contrarreforma liberal en toda la línea de los avances logrados con la Asamblea Constituyente.
Chapetón ha ido por el camino de sentar principio de autoridad aprovechando el momento de debilidad y confusión en el movimiento vecinal alteño. Pero en ese afán ha abierto heridas con varios distritos, alguno de los cuales comienza a debatir su separación en otro municipio. La derecha alteña había prometido en la campaña unir a todos, en los hechos está sembrando la división.
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