Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: David Castells Quintana
Durante
las últimas semanas han salido a la luz datos que deberían ser más que
preocupantes para todos los latinoamericanos. Y es que estos informes muestran
la rapidez con la que estamos arrasando uno de nuestros tesoros más valiosos,
la selva amazónica.
Según
datos satelitales, manejados por MAAP, de la Organización Amazon Conservation,
se han deforestado en los últimos 17 años más de 4,2 millones de hectáreas en
la región amazónica (sin incluir Bolivia), siendo particularmente duros los
últimos años. Esto demuestra que los países “amazónicos” (Brasil, Perú,
Ecuador, Bolivia, Colombia, Venezuela y las Guayanas), se encuentran lejos de
alcanzar sus propios compromisos de frenar la deforestación, como señala el
Reporte de la iniciativa The Dialogue: Neraing the Tipping Point: Drivers of
Deforestation in the Amazon Region (Cerca del punto inflexión: Impulsores de la
deforestación en la región amazónica).
La
deforestación del Amazonas, el famoso “pulmón” del planeta, el mayor bosque
tropical lluvioso del mundo, se explica, como es de esperar, por el crecimiento
demográfico y económico que requiere de cada vez más recursos naturales. La
agricultura, en especial la extensiva en tierra, que desafortunadamente es la
que ha caracterizado a nuestro continente, es la principal responsable de que
el Amazonas mengüe sin parar.
Pero
detrás de la acelerada deforestación de los últimos años de nuestra mayor y más
preciosa selva también se encuentran factores de la coyuntura socio-política de
nuestro continente. Según el artículo “How to save the Amazon rain forest”
(Cómo salvar la selva amazónica), publicado en el New York Times, un ejemplo
del desastre es Colombia, donde varias de sus regiones muestran los mayores
niveles de deforestación reciente.
De
acuerdo a los datos satelitales, la deforestación en el país se ha triplicado
desde 2015 y se concentra en zonas que hasta hace poco tiempo estaban en manos
de la guerrilla de las FARC. Con la “liberación” de dichas zonas, la
agricultura y la extracción ilegal maderera se han disparado, lo que representa
una consecuencia negativa del proceso de paz en el segundo país con mayor
biodiversidad del mundo.
Brasil
es el país con mayor diversidad, precisamente debido a su mayor área amazónica.
Desafortunadamente, con la llegada al poder de Bolsonaro la protección
medioambiental ha pasado a un segundo plano, y el país parece despreciar lo que
es su mayor activo. Ante las alarmas recientes de deforestación, el presidente
nacional-populista ha recurrido, al igual que Donald Trump, a la negación y a
las acusaciones de falsedad, una de las estrategias más poderosas de nuestro
tiempo.
La
realidad es que la acelerada deforestación del Amazonas es una catástrofe en
toda regla. Como advierte el reporte previamente mencionado, la destrucción de
los bosques lluviosos no es lineal. Al generar casi la mitad de su propia
humedad, la selva amazónica requiere de un tamaño mínimo. Pero la desaparición
de los bosques está alcanzando un punto de inflexión a partir del cual la selva
podría empezar a colapsar en sí misma por la falta de capacidad para mantener
su humedad.
De
esta manera, se pondría en peligro al menos a 30 millones de personas de más de
400 etnias con lenguas y cultura propia y con escaso o nulo contacto con el resto
de la civilización, condenando a estas culturas al olvido. Además, la
destrucción de dicho ecosistema, donde habitan al menos el 10% de las especies
animales y vegetales conocidas de la Tierra (pudiendo llegar a ser el 30% según
varios expertos), está haciendo peligrar a gran multitud de especies.
El
problema es de tal magnitud que según algunos expertos hemos llevado la tasa de
extinción de especies a los niveles más altos registrados en la historia del
planeta.
Así,
vivimos actualmente la sexta extinción masiva, con altas probabilidades de
convertirse en la peor. Y si la situación no fuera suficientemente grave, con
la deforestación de las selvas tropicales (deforestación que contribuye hasta en un 25% con las emisiones de gases de
efecto invernadero), estamos también disminuyendo nuestras ya escasas
oportunidades de hacer frente al calentamiento global, la mayor (y si no
hacemos nada tal vez última) amenaza que afrontamos como humanidad.
Lo
que queda claro es que nuestras decisiones, tanto como consumidores como
votantes, tienen más repercusión de la que creemos. Proteger nuestro futuro y
el de las demás especies debería ser una de nuestras prioridades y argumento
suficiente para replantearnos el devenir político de nuestra región.
Profesor en
economía de la Universidad Autónoma de Barcelona Latinoamérica21
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