Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Joan Scott
Un mes antes de unas elecciones, se filtra una falsa conversación ¨antigua¨ de una de las candidatas a la presidencia de Estados
Unidos. En la cinta describe sus ¨métodos¨ de seducción: "Agarra a los tipos
por el pene", se le escucha decir. "Cuando eres una
estrella, te dejan hacer de todo".
Si esa hubiese sido una situación real, la campaña de la aspirante en
cuestión hubiese acabado, asegura la historiadora Joan Scott.
Pionera en analizar la historia desde el punto de vista del género, Scott
dice que a una mujer no se le perdonarían declaraciones de esta índole y que,
sin embargo, en boca de los hombres se vuelven en apenas polémicas pasajeras.
Los comentarios originales de la cinta, los que nosotros te presentamos
modificados, correspondían en realidad al actual presidente de Estados Unidos,
Donald Trump. "Agárralas por la vulva", dijo en el video divulgado en
octubre de 2016. Pero el material no impidió su victoria apenas un mes después.
De acuerdo con la historiadora, quien también es profesora del Instituto de
Estudios Avanzados (IAS, por sus siglas en inglés), ubicado en Princeton,
Estados Unidos, y autora de libros sobre desigualdad de género y política, las
mujeres son sometidas a un escrutinio mucho más minucioso —y duro— en el juego
electoral.
Para participar en él, explica, necesitan alcanzar un equilibrio difícil
entre fuerza y feminidad: no
deben parecer muy agresivas y, por lo tanto, masculinas, ni muy sensibles y, por
tanto, frágiles.
Este es un extracto de los principales asuntos sobre los que la
historiadora conversó con la periodista Ingrid Fagundez de BBC News Brasil.
En un texto reciente, usted habló sobre el
"magnetismo animal" del presidente estadounidense Donald Trump y
enumeró las razones por las que la candidata demócrata Hillary Clinton no fue
vencedora, entre ellas el hecho de ser mujer. Esto limita "las
posibilidades de que resultase atractiva [para el electorado]", dijo. ¿Por
qué una candidata no tendría tanto "magnetismo"como Trump o como Jair
Bolsonaro en Brasil?
Hay un estereotipo de género en el cual los hombres son los líderes, los
gobernantes y las figuras poderosas; y las mujeres son las destinatarias
pasivas de la protección, el amor o de lo que sea (de los hombres). Es una
respuesta psicológica profundamente enraizada en temas como el liderazgo, que
siempre fue definido como (una característica) masculina.
Y a pesar de que haya mujeres líderes como Angela Merkel (canciller de
Alemania), Margaret Thatcher (primera ministra de Reino Unido entre 1979 y
1990) e Indira Gandhi (primera ministra de India entre 1966 y 1977), la
habilidad de ejercer un papel extraordinario se entiende aún como un rasgo
masculino, particularmente como una masculinidad excepcional, más fuerte y
poderosa.
(...) En tiempos de crisis y agitación en una sociedad, la gente recurre a
figuras de poder y con una masculinidad extraordinaria en busca de la
salvación.
El problema ahí es que, si una mujer intenta ejercer ese poder, se ve como
una anormalidad, como que no es femenina sino masculina, y que eso puede
resultar peligrosos. Porque otras cosas que esos tipos hacen es apelar a las
nociones tradicionales de masculinidad y feminidad.
Entonces, Bolsonaro habla de que las mujeres deben de tomar cuenta de la
casa; en Turquía, (el presidente Recep Tayyip) Erdogan dice que el papel de la
mujer es tener hijos para así salvar nuestro futuro; Trump piensa que las
mujeres son objetos de satisfacción sexual. Lo que resulta anormal es que nos
presenten como mujeres poderosas.
¿Y cómo se puede huir de eso?
Es interesante ver cómo, por ejemplo, ahora en Estados Unidos Nancy Pelosi
(congresista demócrata y presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU.)
está rechazando que Trump la coloque en esa posición. Mucha gente dirá que la
odia, porque quiere retratarla como algo anormal. Como con aquel video que
divulgaron en el que aparecía ella hablando a cámara lenta y para que pareciese
que estaba borracha.
Ese es un intento de señalar que hay algo que está mal, que ella no puede
ser tan poderosa como parece o que es capaz de resistir las acciones de Trump.
Nancy dice lo que piensa: "Él (el presidente) necesita que se le
detenga". Todas esas cosas son verdad, pero el hecho de que ella hable de eso
y sea considerada una figura política poderosa está molestando a Trump, le está
volviendo loco.
Lo interesante es que usa vestidos y siempre se muestra como mujer. Es
madre y abuela, y lo dice millones de veces. Así que se ratifica en su
"feminidad normal", aunque tenga un poder extraordinario.
Los seguidores de Trump están buscando aquella figura paternal que se haga
cargo de todo. Y la pregunta es: ¿hay una mujer que pueda hacer eso? No sé qué
se necesitaría o cómo funcionaría.
Pensando en lo que escribió sobre Hillary Clinton,
¿una potencial líder debería asumir una posición menos femenina para que las
personas la viesen más fuerte?
Sí, y ese es el problema. Cómo hacer que eso funcione sin que tengan que
tacharte de anormal. Uno no se imagina a Hillary Clinton diciendo el mismo tipo
de locuras que dice Trump, insultando a la gente. Se la consideraría una histérica.
Tiene que tener una postura diferente y eso es lo que Nancy Pelosi está
descubriendo. Ella no compite contra Trump para ser presidenta, está en una
posición diferente, preside la Cámara de Representantes. Trump está intentando
hacerle parecer una loca, pero no lo consigue porque ella se mantiene en su
posición y no es ambivalente. Hillary Clinton siempre fue ambivalente en la
manera en la que se presentaba a sí misma.
Se habla mucho de las ascensión de figuras como Trump,
Bolsonaro y Narendra Modi, el primer ministro de la India, en momentos de
crisis. ¿Cómo explica el fortalecimiento de hombres con un perfil tan parecido?
Siendo tal vez muy simplista, se puede decir que se debe a una crisis en el
capitalismo neoliberal. Los ricos son cada vez más ricos, los pobres más pobres
y las separaciones y las divisiones en el mundo están aumentando de forma
dramática.
Hay oleadas de inmigrantes que llegan a países europeos de las áreas de
guerra en Oriente Medio y África, y a Estados Unidos, llegan de los países pobres
de América Latina. Uno acaba desilusionado con que las personas pueden tener
otro tipo de expectativas para su vida.
(...) Hay algo en la vulgaridad y brutalidad de esos personajes que los
hace atractivos. La gente piensa "ah, ellos sí saben mandar en el mundo;
ellos sí van a acabar con el crimen y la corrupción". Incluso en el caso
de Duterte (Rodrigo, presidente) de Filipinas, que está matando a todo el
mundo.
También se apela al discurso nacionalista, diciendo que son otros los
responsables de nuestros problemas, ya sean inmigrantes o minorías étnicas.
Trump es la promesa del retorno de la supremacía blanca desafiada por una
población creciente de no blancos en Estados Unidos.
Matteo Salvini (el secretario del partido de derecha Liga Norte), en
Italia, Nigel Farage, el tipo del Brexit en Londres, son todos lo mismo. Todos
ellos ven a los inmigrantes o a las minorías como un problema que debe ser
atajado, desviando el foco de los fallos de las fuerzas capitalistas, de
empresarios como ellos, para centrarlo todo en "los otros", que
necesitan ser expulsados del país. (Ellos dicen): "si conseguimos purificar
la nación, estaremos mejor".
En el artículo mencionado anteriormente, usted
cuestiona cómo la democracia puede lidiar con el llamado de figuras
autoritarias, hombres en su mayoría. Le hago la misma pregunta: ¿cómo la
democracia puede hacer frente a esta tendencia?
Hay alternativas, que además ya han funcionado en el pasado. En Europa,
después de la Segunda Guerra Mundial, hubo un llamamiento a la democracia
social, al bien común. Existió una noción de necesidades e intereses
colectivos.
Tuvimos (al presidente) Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos y el New
Deal (una serie de programas implementados entre 1933 y 1937 en Estados Unidos
para recuperar y reformar la economía estadounidense), que eran la alternativa
al fascismo de Europa. También estuvo Martin Luther King, quien fue símbolo de
una veneración enorme, de amor y de respeto.
Existieron personajes que se convirtieron en la representación de toda una
comunidad. Ellos también eran poderosísimos y, muchos de ellos también tenían
un papel paternalista, pero era un tipo de figura diferente.
Piense en Cárdenas en México (Lázaro Cárdenas del Río, uno de los
presidentes más populares del país (1934-1940) y responsable de la
nacionalización del petróleo local) o en Bolívar (Simón Bolívar, líder político
venezolano y uno de los pioneros en la lucha contra la colonización de la
región en el siglo XIX) en América Latina.
Hay momentos en que los que se dan líderes fuertes que son muy admirados,
pero no los amamos porque sean más poderosos que nosotros, sino porque
representan algo común a todos. Históricamente hay muchos ejemplos de eso.
Entonces ¿lo que necesitamos es un tipo de padre
diferente?
(Risas) Sí. Creo que es eso... Gandhi. Mire aquellos que consiguieron
personificar un espíritu común y nacional, pero de una manera muy diferente a
la de los actuales líderes de derecha.
(...) Otro [personaje] del que a mí me gustaría saber más es Angela Merkel,
porque durante mucho tiempo tuvo mucho éxito.
Tengo la certeza de que había gente que sacaba sus trapos sucios o que la
atacaba diciendo que era una mujer anormal, pero consiguió ser fuerte y
cautelosa de una forma distinta a Margaret Thatcher, que era casi tan masculina
como los hombres de su época. Ella y Ronald Reagan (presidente de EE.UU. entre
1981 y 1989, y coetáneo con Thatcher) eran del mismo tipo.
Si consiguiéramos pensar en cómo un líder puede personificar un aspecto
común de una sociedad, sería posible pensar en mujeres que desarrollen ese
papel.
Esa es mi próxima pregunta. En un escenario de crisis
económica y política, pero también de transformación de las funciones del
hombre y la mujer, ¿podría una mujer asumir ese liderazgo alternativo?
En momentos de crisis, las gente mira más hacia la vieja manera de hacer
las cosas, se fijan en aquello que siempre creyeron, y en lo que fueron
educados porque les resulta más seguro que los desafíos que representa el
matrimonio gay u otras formas alternativas de sexualidad.
El mundo ahora parece estar dividido entre las personas que piensan de
forma vanguardista y aquellos que prefieren anclarse en ideas antiguas. Los
autoritarios apelan a las costumbres antiguas e intentan imponerlas a todos
nosotros.
Otra pregunta para la que no tengo respuesta es: ¿qué pueden aportar las
nuevas formas de pensar en materia de género para ofrecer soluciones a estas
crisis?.
Porque estamos hablando de una política que ha migrado a la derecha, pero
hay una población sustancial, la mitad del mundo probablemente, y más de la
mitad de Estados Unidos, que no cree en esas ideas.
Hay una parte de la población que no eligió a Trump y haría cualquier cosa
para encontrar una alternativa. Y la pregunta es: ¿por qué no estamos
recibiendo otra política desde ese lado? ¿Qué pasó con la izquierda? ¿Cómo
perdió su conexión con la forma en la que el mundo estaba cambiando?
¿Por qué los momentos de crisis despiertan esa
necesidad de figuras paternas? ¿O es que en realidad siempre las necesitamos?
No, creo que es especialmente en momentos de crisis. Cuando hay
incertidumbre, nadie sabe lo que va a suceder y todas las formas de vida
organizada en las que creemos se caen a pedazos. La crisis trae la necesidad de
esa figura.
¿Necesita la izquierda entender esa necesidad de un
padre para pensar en estrategias futuras?
Creo que sí. Es difícil predecir quién podrá ser la persona, quizás hombre
o quizás mujer, que llene esa necesidad. Pero creo que los momentos de crisis
son los que causan ese deseo de personajes poderosos que cuiden de nosotros y
nos guíen fuera del desierto.
¿Una mujer sería capaz de representar esa figura? ¿En
caso de que encontrase una forma de ser fuerte y femenina, como ha hecho Nancy
Pelosi, podría el electorado aceptarla o sería rechazada automáticamente?
Eso tiene dos partes: una es que la mujer debe descubrir cómo quiere mostrarse
a sí misma y la otra es saber cómo resistir a los ataques. Y ambas cosas deben
ir juntas.
Cuando la candidata socialista Ségolène Royal se presentó como candidata a
la presidencia de Francia (en 2007), no fue capaz de unirlas. Siempre usaba
ropas caras y cada vez que la atacaban, intentaba negarlo. "No, yo soy una
mujer normal", decía, en lugar de ignorarlos.
Con esto quiere decir que las dos partes son importantes: primero, es
necesario que una mujer tenga las cualidades y el carisma para ser aceptada por
el electorado, y, segundo, que sepa combatir los inevitables ataques, los
cuales intentarán retratarla como "anormal".
Unos la describirán como muy femenina, bajo la creencia de que las mujeres
no pueden ser líderes, y otros como muy masculina y, luego, habrá incluso quien
la tilde de estar desconectada con lo que realmente significa ser americano o
brasileño.
Esos dos elementos son los que una mujer necesita negociar. Es una pregunta
abierta. Puede que haya alguien por ahí ya. Como historiadora, odio decir que
depende enteramente de una persona en concreto, de un individuo, pero puede ser
el caso. Si aparece alguien que combine ciertas cosas, puede que funcione.
Pero entonces todo parece injusto, ¿no? Porque la
respuesta equivocada de una mujer puede acabar con su candidatura, mientras que
los fallos polémicos de los hombres no provocan que se retiren de la contienda.
¿Se lo imagina? Hasta si un (candidato) negro lo hiciera (sería complicado
que permaneciese en la lucha). Si agarraran a Obama pagando a una actriz porno
para que no dijese nada de que estuvo con él, estaría fuera de la campaña en un
minuto. (Trump fue acusado de ello). Es sólo ese tipo (Trump) quien consigue
pasar incólume.
Recuerde cuando en la campaña Hillary Clinton intentó parecer confiada y
comenzó a beber whisky. Todos decían: "Miren qué dura es". Pero lo
que sucedió es que todos hablaban de lo masculina que era. Después Clinton
lloró y aquello la sepultó. Ya no importaba lo que hiciese, ella era siempre o
muy dura o muy débil.
y Twitter: @escuelanfp
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