Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Emir Sader
Nadie vive 80 años de derrotas y de frustraciones sin dejar de volverse amargado. Tantas esperanzas y tantos reveses han hecho del trotskismo, al parecer, un espacio del rencor, de no reconocimiento de la realidad concreta.
En sus orígenes, el trotskismo aparecía como una crítica democrática del estalinismo y de los caminos trillados por la URSS para sobrevivir a las ofensivas para derribar la primera revolución proletaria del mundo. El Programa de Transición era una convocatoria a valerse de la crisis internacional del capitalismo para promover una ofensiva revolucionaria a escala mundial. Infelizmente, nada de eso se ha producido. El trotskismo se ha vuelto especialista en hacer balances de las derrotas de la izquierda, sin que pudiera agregar ninguna victoria suya que apunte en las perspectivas de superar la crisis de la izquierda. Al contrario, fragmentado en múltiples corrientes, sin ninguna experiencia positiva, el trotskismo se ha vuelto intrascendente políticamente, crítico de los otros, sin capacidad siquiera de autocrítica de sus reveses permanentes.
Lo más grave fue la pérdida de reconocimiento de las diferencias en la realidad, no saber distinguir entre gobiernos progresistas y reaccionarios. El cambalache se ha impuesto: todo es igual/nada es mejor. Menem y Kirchner, Cardoso y Lula, Frente Amplio y derecha uruguaya, Evo Morales y sus antecesores, Rafael Correa y Lenín Moreno. No importa si la vida del pueblo mejoró sustancialmente, si los trabajadores y sus organizaciones apoyaron a esos gobiernos, no importa si la soberanía nacional se fortaleció, no importa si la derecha se unió en contra de esos gobiernos. No importa si, donde esos gobiernos fueron derrocados, todo empeoró, para el pueblo y para el país.
La teoría, al parecer, no es instrumento para comprender las diferencias en la realidad, sino, al contrario, para amalgamar todo. Si no corresponde a los sueños trotskistas, es traición, capitulación, cuando no estalinismo y contrarrevolución. El trotskismo se volvió una triste expresión de las derrotas, para quien no hay derecha e izquierda, hay gobiernos revolucionarios, trotskistas, y traidores de los intereses del proletariado, representados por los trotskistas.
Si la práctica sigue siendo el criterio de la verdad, nadie debiera aprender tanto de la realidad y de sus fracasos como el trotskismo. Pero está demasiado ocupado en disparar sobre los otros para ocuparse de sus problemas. Se valen del viejo Trotsky para buscar legitimidad política, pero son un fracaso político reiterado.
No reconocer a la Argentina del siglo XXI frente a la del siglo XX es expresión de una grave miopía política. No reconocen un Brasil de Lula distinto al de Cardoso. No se valen de la práctica para iluminar la teoría, sino interrogan a la realidad a partir de sus teorías permanentes. Les encanta la teoría, pero como la realidad no corresponde a sus teorías, echan la realidad por la borda y se quedan permanentemente con sus libros.
¿Dónde están las experiencias victoriosas basadas en las tesis trotskistas para que puedan evidenciar que la práctica les da razón? ¿Qué gobiernos han seguido sus orientaciones y han transformado revolucionariamente la realidad? ¿Dónde, cuándo, de qué forma, con quiénes?
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