Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Emir Sader / Alainet
El escenario de polarización entre el PSDB, de Fernando Henrique Cardoso, y el PT, de Lula, que se mantuvo durante seis elecciones presidenciales seguidas y a lo largo de casi un cuarto de siglo, se deshizo con el golpe en contra de Dilma Rousseff y el gobierno de Michel Temer.
El PSDB, luego de haber cuestionado la victoria electoral de Dilma, y apoyado al golpe en su contra, respaldó y participó en el gobierno de Temer, y ahora perdió su lugar como representante tradicional de la derecha brasileña. Un expresidente del partido, el senador Tasso Jereissatti, recientemente hizo una autocrítica por esos errores, pero a destiempo de corregir y de salvar el partido.
El PSDB cedió el lugar de la representación de la derecha a una corriente de extrema derecha, representada por la candidatura de Bolsonaro. Antes de la primera vuelta, encuestas demostraban que la gran mayoría de los electores del PSDB en Sao Paulo, su núcleo tradicionalmente más fuerte, no apoyaban a Geraldo Alckmin, gobernador de la provincia y líder de ese partido, ya estaban con Bolsonaro.
Lo cual expresa el proceso de radicalización a la derecha que las bases del PSDB habían sufrido.
Ese proceso no ocurrió en la izquierda. A pesar de los pronósticos de que el PT sufriría un proceso similar, el partido resistió muy bien bajo el liderazgo de Lula y ocupa el lugar central de la izquierda en la polarización política nacional. Se mantiene como el partido con la mayor bancada en la Cámara de Diputados, eligió o reeligió a sus gobernadores del nordeste de Brasil, región donde el PT, en alianzas con otros partidos, eligió o elegirá a los nueve gobernadores. El PT sigue liderando a la izquierda, con alianza con algunos partidos en primera vuelta, con todos en segunda vuelta.
No se ha dado el proceso que el PSDB ha sufrido en la derecha. El partido que pudiera ocupar el lugar del PT, el PSOL, aumentó su número de diputados, pero sigue sin tener el gobierno municipal o de provincias. Asimismo, su candidato a presidente de Brasil, un cuadro de mucha calidad, Guiherme Boulos, líder del Movimiento de los Trabajadores sin Techo, obtuvo apenas el 0,4% de los votos, el peor desempeño de un candidato del PSOL a la presidencia de Brasil.
¿Qué relación tiene el PT con ese fortalecimiento brutal de la extrema derecha? Este fenómeno es claramente la reacción rabiosa de las élites brasileñas y de amplios sectores de las capas medias, a las inmensas conquistas de las clases populares durante los gobiernos del PT. Aunque no se trata de una revolución, es el mismo mecanismo de surgimiento de procesos contrarrevolucionarios como reacción a los procesos revolucionarios.
Si los gobiernos del PT no hubieran logrado introducir trasformaciones importantes en las relaciones de poder, la derecha no tendría necesidad de una reacción tan radical. No movilizaría todos los recursos de que dispone, legales e ilegales, para enfrentarse a la posibilidad de retorno del PT al gobierno.
La campaña del PT se basa en el objetivo de convencer a la mayoría de la sociedad brasileña de que se trata no de tener armas en la mano, sino un libro en una mano, una cartera de trabajo en la otra. La de Bolsonaro se apoya en el planteamiento de que habría que resolver los problemas de Brasil por la fuerza, por la discriminación y por el recorte todavía más grande de los derechos de los trabajadores.
Lo que fue decisivo es la monstruosa campaña de la extrema derecha, basada en las iglesias evangélicas y alimentada por una máquina gigantesca de fake news y de robots. Ella logró imponerse, haciendo que la campaña adversaria se quede en la defensiva, de tal manera que tenga que volcarse a contestar e intentar desenmascarar la serie de acusaciones y versiones falsas que disemina a cada hora. Una actividad frente a la cual, el Superior Tribunal Electoral afirmó que es incapaz de impedir. Es una nueva modalidad de campaña, que pasa a ser parte integrante de la guerra hibrida, como nueva estrategia internacional de la derecha.
Aun con toda esa monstruosa campaña, una encuesta hecha ahora, en segunda vuelta, confirma todo lo que se sabía antes: si Lula pudiera ser candidato, ganaría con tranquilidad a Bolsonaro. Lo cual hace con que la elección brasileña sin Lula se vuelva un fraude.
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