Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Atilio Borón

Según
algunos observadores el fallo del tribunal de La Haya peca de un tecnicismo que
no se compadece con la densidad histórica y geopolítica que encierra esa
controversia. Los jueces obraron como si estuvieran en presencia de un litigio
entre dos cantones suizos por el acceso a unas pasturas para sus vacunos de
lechería. No se hicieron cargo de la dimensión y la génesis del conflicto y del
papel de las grandes potencias de la época –Gran Bretaña y en menor medida
Estados Unidos- que utilizaron al gobierno de Chile como un "proxy"
para apoderarse de las riquezas mineras existentes en esa región. Estas no
fueron utilizadas para estimular el progreso material de Chile, que siguió
siendo "un caso de desarrollo frustrado" como lo sentenciara el gran
economista de ese país, Aníbal Pinto, sino para acrecentar las fabulosas
ganancias de las empresas extranjeras promotoras de la guerra. En ese tiempo,
1879, la explotación del guano y el salitre producían pingües ganancias dado
que eran los principales fertilizantes que demandaba impostergablemente la
agricultura europea, cuyas tierras labradas por siglos daban signos de
agotamiento luego de la Revolución Industrial. Y también estaba el cobre,
aunque con una presencia apenas incipiente en esa época.
Este
tecnicismo de la Corte era previsible. Es bien sabido que el sistema de las
Naciones Unidas está en crisis, entre otras cosas porque el principal actor del
sistema internacional, Estados Unidos, viola con impunidad casi todas sus
normativas. Ante esta realidad era evidente que lo que La Haya iba a hacer era
evitar producir una sentencia que pudiese, eventualmente, aportar un precedente
susceptible de desestabilizar el delicado tablero de la política internacional.
El objetivo de máxima más razonable era que con su sentencia obligara a ambos
gobiernos a iniciar un diálogo sobre el tema de la salida al mar de Bolivia. No
podía esperarse ni un milímetro más que eso. Pero ni a eso se atrevieron los
togados, y la razón es fácil de entender. No se les escapaba a su entendimiento
que en caso de trasponer ese límite, ordenando por ejemplo la restitución
aunque fuese parcial del territorio boliviano, un futuro gobierno de México
podría plantear una reclamación similar por el robo de la mitad de su
territorio a manos de Estados Unidos, ocurrido unos treinta años antes de la
Guerra del Pacífico en la que Bolivia y Perú perdieran parte de sus posesiones.
O, ya en el siglo veinte, una demanda similar podrían plantear las autoridades
palestinas por el descarado robo de su territorio por parte del Estado de
Israel. Por eso en La Haya primó el tecnicismo y una visión formalista del
derecho para emitir una sentencia que nada ha resuelto.
Conocido
el fallo Santiago y La Paz deberán ahora sentarse a conversar y encontrar una
solución política y diplomática, satisfactoria para ambas partes y que ponga
fin a una disputa que no sólo daña a Bolivia, encerrada en el Altiplano, sino
que tampoco le hace bien a Chile, cuyo prestigio internacional se desdibuja
cuando su gobierno se rehúsa, por momentos con tonos altaneros, a dialogar con
una nación que estará a su lado hasta el fin de los tiempos. Son vecinos y lo
seguirán siendo para siempre, y lo mejor es buscar un buen arreglo que mantener
viva una tensión que podría ser el germen de futuros infortunios. El ejemplo de
las relaciones franco-alemanas después de la Segunda Guerra Mundial es una provechosa
fuente de inspiración. Siglos de guerras y enfrentamientos de todo tipo fueron
superados cuando la derrotada Alemania en lugar de ser sojuzgada, como
ocurriera con el Tratado de Versailles, fue convocada a unirse en el proyecto
de la construcción europea. Los aliados –y especialmente Francia- tuvieron ese
gesto de inteligencia y sabia mezcla de interés nacional y altruismo que allanó
el camino de la paz y la cooperación con la nación vencida. Bolivia, que posee
las más importantes reservas de litio del planeta y enormes cantidades de gas
(que Chile debe importar porque no tiene) reúne las condiciones económicas
necesarias para un acuerdo político mutuamente beneficioso, cerrando
definitivamente las heridas de una guerra de saqueo alentada en su tiempo por
políticos e inversionistas inescrupulosos y respaldados por el colonialismo
inglés hace ya más de un siglo. Con el fallo de La Haya llegó la hora de la
política y la diplomacia. Ojalá la dirigencia de ambos países lo comprendan.
Investigador
del IEALC, Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe de la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires
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