Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Segunda vuelta electoral en Colombia
Tras ganarle las elecciones por 900 mil votos a Óscar Iván Zuluaga, el Presidente-candidato Santos llegará a su segundo cuatrienio con un panorama político muy distinto al que lo recibió en la Casa de Nariño en 2010.
En retrospectiva, el que Juan Manuel Santos haya estado a punto de perder la elección fue lo mejor que le pudo pasar al proceso de paz.
Ante la inminencia del regreso del uribismo y la posibilidad de que Zuluaga acabara con lo logrado en La Habana, Juan Manuel Santos pudo crear alrededor de la paz una gran y variopinta coalición de centro izquierda que no solo lo mantuvo en la Casa de Nariño otros cuatro años sino que se convirtió en el primer referendo a favor del acuerdo en la Habana.
De los casi ocho millones de colombianos que eligieron a Juan Manuel Santos, solo 3,2 millones lo apoyaron en la primera vuelta. Es decir, que para los otros casi cinco millones de colombianos que lo respaldaron en la segunda vuelta, el tema de la paz y el antiuribismo –que en muchos casos van de la mano- fueron determinantes. En todos los demás, Zuluaga y Santos proponían rumbos bastante similares.
La posibilidad de su derrota también obligó al Presidente a jugársela a fondo por las conversaciones en la Habana, que hasta hace muy poco defendía de manera algo vergonzante.
Otro aspecto positivo fue que la urgencia de generar mayor confianza en la principal promesa de Santos le imprimió a la mesa de negociación un ritmo que no había tenido durante todo el año.
En unos pocos días, gobierno y FARC lograron sacar adelante un acuerdo sobre los principios rectores para la discusión del punto de víctimas que incluye el reconocimiento por parte de la guerrilla de que la negociación no será “un intercambio de impunidades” y que el derecho a la justicia de las víctimas será reconocida. Es un gran avance en un punto crucial.
Por otro lado, el voto de casi siete millones de colombianos en contra de Santos le baja las expectativas a la guerrilla sobre lo que pueden pedir en la mesa y de lo que los colombianos están dispuestos a ceder. Esto, quizás, ayude a focalizar la discusión en la mesa en lo posible, más que en lo deseable.
Por último, en la angustia de perder y reconociendo que lo único que podría aglutinar a la izquierda, a los movimientos sociales y a los indecisos alrededor suyo era la paz, Santos parece haber encontrado una voz propia y un hilo conductor para su segundo gobierno. También una nueva legitimidad para sacar adelante el proceso de paz pues ahora sí tiene un mandato ciudadano claro para hacerlo.
Los retos que plantea este triunfo por la paz son grandes.
Primero, porque el presidente-candidato prometió que para fines de año habría un acuerdo firmado y dado que los negociadores han dejado para el final los puntos más difíciles –como el de la justicia y la dejación de las armas- cumplir con esa expectativa no será fácil.
Segundo, porque Santos logró transmitir la importancia de lo que se estaba negociando pero perdió la oportunidad de hacer una pedagogía sobre lo que implicará la firma del Acuerdo y la justicia transicional que viene después.
Desde la iconografía cliché que utilizó (la consabida paloma blanca) hasta el principal argumento de que la paz liberaría recursos para invertir en educación y seguridad urbana (algo que es improbable si piensa cumplir con los acuerdos que ya ha logrado con las FARC) reforzaron la idea de que el fin del conflicto armado no solo está a la vuelta de la esquina sino que no exigirá de los colombianos grandes sacrificios.
Con lo cual, si es cierto que el Acuerdo Final estará firmado para diciembre, el gobierno necesitará hacer una gran y pronta inversión para preparar al país para lo que viene.
Pero más allá de lo que suceda con la paz en los próximos meses, y especialmente con la coalición política que la respalda y que será necesaria para Santos para sacar en el Congreso la reglamentación del Marco para la Paz, la votación de hoy representa un gran aplauso para Humberto de la Calle, para Sergio Jaramillo, para los demás negociadores y para el equipo principalmente conformado por mujeres que llevan trabajando durante estos cuatro años en la Oficina del Alto Comisionado en función de la negociación de paz.
Publicado en la página de Rebelión
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