Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Siete mil
millones de niños y niñas, de jóvenes y adolescentes, de mujeres y hombres de
todas las edades, razas, creencias, naciones y pueblos, estamos
irremediablemente condenados a desaparecer de la faz del planeta, si acaso
permitimos que la voracidad de los imperios y sus transnacionales destruyan la
Madre Tierra y nos lleven a la catástrofe mundial.
Cada
cinco segundos muere un niño en el mundo; cada minuto muere una mujer
embarazada a causa de la sed, el hambre, la desnutrición y las enfermedades de
la pobreza que asolan a nuestros continentes, mientras los caballeros de la
muerte subastan nuestras riquezas naturales, nuestras vidas y nuestros destinos
en las Bolsas de Valores de Londres, Nueva York, Tokio o Paris.
La
enorme concentración de la riqueza mundial en pocos países y pocas manos, crea
brechas inmensas de desigualdad e injusticia entre los dos hemisferios. Al
Norte, los ricos se alimentan bien y tienen larga vida, a costa de millones de
seres humanos que mueren temprano por hambre y sed en el Sur.
En
el Norte, las potencias imperiales tienen en su poder energía nuclear e
invierten miles de millones de dólares en bases militares, armas y químicos de
destrucción masiva. En el Sur, esas armas del Norte bombardean y exterminan
pueblos en nombre de la paz, la libertad y la democracia.
Ellos
despedazan a los pueblos de África y Asia con guerras intestinas, derrocan
gobiernos legalmente constituidos con el pretexto de la lucha contra el
terrorismo, o los invaden militarmente para asaltar sus campos petroleros, sus
minas de diamantes, su biodiversidad, sus animales silvestres. Para consumar su
barbarie contra la humanidad, convirtieron a la OTAN en su ejército de
ocupación y al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en su gendarme
internacional.
¿Qué
razón tiene de existir la próspera industria de las armas en el Norte, que no
sea otro que el de las guerras y el saqueo de los recursos naturales de los
Pueblos del Sur?
En
el Sur, las potencias colonialistas del Norte han globalizado feudalmente
nuestras economías, apropiándose de los descubrimientos de las ciencias, la
tecnología, la medicina, las comunicaciones, el agua, nuestras plantas y
animales, nuestros recursos genéticos, nuestra biodiversidad y nuestros saberes
ancestrales.
El
neoliberalismo global, regentado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial, impone a los pueblos del Sur la privatización de la salud, la
educación, el agua, que no es otra cosa que privatizar globalmente el derecho a
la vida.
No
sólo exterminaron los bosques del Norte sino también a los dueños originarios
de esos bosques. Inventaron el defoliante “naranja” y lo experimentaron matando
400.000 seres humanos en Vietnam; con su industria contaminante destruyen la
capa de ozono que protege a la Tierra, polucionan a diario el aire que
respiramos, el agua que bebemos y los frutos que comemos.
Hoy,
con su cínica moral ambientalista pretenden que la ONU declare a la Amazonía
americana Patrimonio Universal de la Humanidad, después de haber saqueado
impunemente el 40% de este milagro de la naturaleza, después que mandaron matar
a Chico Méndez y a los indios amazónicos del Brasil.
El
globalizado e injusto Orden Económico Mundial condena a muchos pueblos del Sur
a una inmoral e impagable deuda externa, a un desigual comercio internacional,
con barreras proteccionistas para los Estados del Norte, y de fronteras
abiertas a los pueblos del Sur.
Los
pueblos que tienen la osadía de nacionalizar sus economías, desafiar el orden
comercial impuesto, o enarbolar su derecho a vivir bien, son sancionados
descarada y millonariamente por los inapelables Tribunales Arbitrales del
imperio.
¿Qué
han hecho de la Justicia y los Tratados internacionales de derechos humanos, de
derechos indígenas y derechos de los Pueblos? Los usan hipócritamente para
proteger sus intereses imperiales.
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