Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Es
evidente que la economía boliviana atraviesa un periodo de bonanza cuya
explicación no se limita a la coyuntura externa exclusivamente, hay una serie
de indicadores que demuestran que la mano humana - la gestión - está detrás de
la mano invisible del mercado. La gestión de la demanda interna, el manejo del
tipo de cambio, la administración de la inflación, el manejo de las reservas
internacionales, entre otros, han jugado un rol en el resultado impulsado por
la bonanza externa: altas tasas de crecimiento, aumento de los salarios reales,
disminución del desempleo hasta su cuasi tasa natural, baja inflación,
superávits gemelos fiscal y externo, disminución del endeudamiento externo,
bajas tasas de interés, alto grado de monetización doméstica, etcétera.
Hay
una serie de efectos colaterales en cuya corrección aún la gestión puede
también influir en algo. Una burbuja inmobiliaria que está mermando la
competitividad de los transables no tradicionales en el largo plazo, una
explosión del consumo suntuario por parte de las clases beneficiadas con la
combinación externa y gestión (cooperativistas, exportadores de soya,
constructores, contrabandistas, narcotraficantes, gremiales, y resto de
economía subterránea) y los sectores que venden servicios a estas clases (bancos),
que está presionando sobre la demanda agregada y - dado el pleno evidente -
sobre la inflación. La realidad de la gestión macroeconómica ortodoxa ensayada
hasta ahora, es que debe ahora aunque tarde evitar lo que se conoce como
inflación derivada de pugna distributiva.
Los
sectores no beneficiados por la bonanza, buscarán vía precios mantener su
participación en la renta nacional. A su vez el Estado vía intervenciones
directas en el mercado laboral, estimula esta pugna, que exigirá a la gestión
mayores y más variadas medidas de esterilización, la suma final son resultados
que ya se están viendo, ligeras modestas limitadas mejoras en la calidad de
vida de la mayoría de la población, al más puro estilo del modelo chileno
ensayado con el arribo de Pinochet, que reforzó una clase dominante
empresarial, indujo un boom de construcción e hizo crisis abrupta en 1982.
El
Estado debiera aumentar la presión tributaria en los sectores ganadores con la
bonanza, casi ninguno de ellos tributa, y si lo hace son montos
insignificantes. Debiera aumentar la regulación laboral sobre dichos sectores
que, de paso, son altamente informales y, en aquellos que son delictivos debiera
eliminarlos como corresponde en Ley, es inconcebible que parte de la bonanza
beneficie a contrabandistas y narcotraficantes.
El Estado debiera orientar el crédito hacia sectores menos beneficiados con la bonanza como la industria y la agricultura tradicional, ahora es más fácil financiar un auto último modelo que un nuevo negocio industrial o de servicios. El Estado sufrirá un fuerte desgaste desactivando sector por sector la pugna distributiva, si no lo logra la tasa de inflación alcanzará un nuevo mayor punto estacionario que las políticas ortodoxas, como las ensayadas hasta ahora, no podrán disminuir en el corto plazo. El Estado debe pasar de la política ortodoxa a la economía política, buscar por todos los medios una participación equitativa de todos los agentes en la renta, con iguales derechos e iguales obligaciones, por lo menos en el plano tributario.
El Estado debiera orientar el crédito hacia sectores menos beneficiados con la bonanza como la industria y la agricultura tradicional, ahora es más fácil financiar un auto último modelo que un nuevo negocio industrial o de servicios. El Estado sufrirá un fuerte desgaste desactivando sector por sector la pugna distributiva, si no lo logra la tasa de inflación alcanzará un nuevo mayor punto estacionario que las políticas ortodoxas, como las ensayadas hasta ahora, no podrán disminuir en el corto plazo. El Estado debe pasar de la política ortodoxa a la economía política, buscar por todos los medios una participación equitativa de todos los agentes en la renta, con iguales derechos e iguales obligaciones, por lo menos en el plano tributario.
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