Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Pablo Stefanoni
Las entrevistas de Andrés Gómez
en ERBOL con comunidades del TIPNIS pueden servir como una vía para bajar los
decibeles y retomar una senda de discusión más seria sobre el conflicto,
dejando de lado los hiperbolismos inconducentes. Esas entrevistas -junto a las
opiniones de varios técnicos-abren un camino de solución bastante racional: sí
a la carretera, pero con otro trazado.
En este conflicto es necesario
aislar a quienes sobreponen a la discusión de la carretera pedidos de renuncias
del Presidente y cosas por el estilo. Pero también debería lucharse contra la
idea de un sector del oficialismo de imponerles una derrota estratégica a los
indígenas de tierras bajas para avanzar en los proyectos de desarrollo.
Si tal como indica el mapa
difundido estos días, la ruta sólo pasa por un puñado de comunidades y deja a
la mayoría fuera, el principal argumento del trazado -integrar a los indígenas
del TIPNIS y mejorar sus condiciones de vida- se cae. Por otro lado, si se
trata de mejorar la ansiada integración física del país también se puede
mejorar la carretera Trinidad-La Paz, entre otras cosas.
También deberían evitarse, en mi
opinión, argumentos demasiado exagerados: tipo “el de Evo es el Gobierno más
útil a los intereses del capitalismo global”, o abusar del uso del IIRSA para
cualquier cosa. ¿Acaso el IIRSA impide pensar en un trazado alternativo, por
ejemplo por el este del TIPNIS? Hay una hipótesis de que la intransigencia
oficial sobre el trazado se debe a una promesa de Evo Morales a sus bases
campesina-cocaleras. Suena verosímil. Más allá de que sea así o no, es cierto
que tal como está planeada es bastante funcional a la expansión de la zona de
colonización.
Una vez estuve en la llamada
“zona roja” y es evidente que lo que limita la expansión cocalera, más allá del
acuerdo del 94, es un gran río que hoy sólo se puede cruzar en canoa. Bastaría
un puente -no sólo una carretera- para que el Polígono 7 rompa su actual límite
de contención.
¿Ya habrá gente que como ocurría
con los ferrocarriles en el siglo XIX haya empezado a especular con la tierra
por donde pasará la carretera en caso de concretarse el proyecto?
Si bien en toda lucha se
necesitan aliados, la derecha y los racistas súbitamente ecologistas y
defensores de la Madre Tierra hacen un flaco favor a la lucha de las
comunidades del TIPNIS. Tampoco ayudan al debate las diatribas del compañero
Rodolfo Machaca -secretario de Tierra y Territorio de la CSUTCB- señalando que
todo es una gran conspiración del “capitalismo verde” o que Alejandro Almaraz
es un “enemigo de los campesinos”.
Pero el descubrimiento por
algunos compañeros simpatizantes de la “reconducción” de que gran parte de las
bases del MAS son sectores vinculados al capitalismo popular -lo que era
evidente ya en 2002 y mucho antes- no habilita buscar ahora en los indígenas
del oriente el nuevo sujeto revolucionario reconductor del proceso de cambio.
Las propias aristas complicadas
de la CIDOB -y del Conamaq- y su dependencia de una variedad de ONG ponen en
cuestión de que si ellos estuvieran en lugar de Evo las cosas estarían mejor.
Al tiempo que el “vivir bien” es hoy un proyecto sin sujeto y sin traducción en
políticas públicas (más allá del veto a proyectos desarrollistas inconsultos).
Ni una carretera resuelve la pobreza de las comunidades ni las condiciones de
vida del TIPNIS son tan idílicas como algunos neo-russonianos creen ver.
Muchos volvieron de la marcha del
TIPNIS a sus soleadas casotas de la zona Sur con una doble satisfacción: ahora
se pueden oponer a Evo apoyando una noble causa ecopachamámica; pero los
marchistas volvieron a comunidades sin agua, sin comunicaciones, con escuelas y
educación precarias; a esa “otra cultura” que pasó por el tamiz de la
colonización española y republicana-gamonal.
Para avanzar es necesario
densificar más la discusión del país que queremos -incluyendo las carreteras y
otros proyectos de modernización- tratando de reducir las descalificaciones y
mejorar los argumentos. Quizás sea el momento de iniciar la postergada
discusión sobre el proyecto de país, cómo debería ser la “expansión hacia el
norte” amazónico, si queremos “represas monstruosas” y qué tipo de
industrialización sería adecuada para Bolivia (incluyendo qué política
educativa necesitamos).
La canción de Luis Rico sobre el
bosque chimán emociona, pero si simplemente se logra el veto a la carretera y
todos los emotivos marchistas urbanos se vuelven a olvidar del TIPNIS -como
durante los casi 200 años de historia nacional-, todo habría sido una mezquina
pulseta política; está tan “lejos” el TIPNIS que los medios no se dignaron a
enviar allá a sus periodistas para captar qué piensan las comunidades y si sus
deseos y demandas coinciden con las traducciones de sus dirigentes que viven en
Trinidad. Entre tanto, quizás se pueda avanzar en una discusión sobre el
trazado alternativo. La intransigencia conspira contra el proceso de cambio.
Pablo Stefanoni es periodista, nació en Argentina y trabaja en Bolivia.
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