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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...

Cuando la emergencia se vuelve una manera de ser


Por: Rafael Puente Calvo

Como todos los años anteriores, sólo que peor, al llegar esta época del año las catástrofes naturales y situaciones de emergencia ocupan la mayor parte de los noticieros. Son cada día más municipios, y prácticamente todos los departamentos, los que se encuentran en “estado de emergencia” y esta vez se ha declarado emergencia nacional.

Por supuesto las víctimas directas son siempre las familias más pobres, las que no han podido escoger el lugar de su vivienda (y han tenido que caer en las manos de loteadores y de autoridades municipales vinculadas con ellos) o que tampoco han podido tomar precauciones. Al llegar el momento de la tragedia todos esperan -y con razón- que las autoridades hagan algo para socorrerlos, y realmente vemos a muchas autoridades preocupadas, que por lo general quisieran hacer algo pero carecen de recursos. Y aunque los tuvieran, esencialmente llegan tarde, llegan directamente a socorrer a quienes ya se han quedado sin vivienda, o a quienes ya han perdido su cosecha.

La pregunta que todos se hacen es por qué se repite fatídicamente este ciclo fatal y casi nunca se toman previsiones para que así no sea. ¿Es posible que cada año volvamos a ser víctimas de la misma “sorpresa”? ¿No es realmente posible planificar de un año para otro, o mejor para los próximos cinco o 50? La verdad es que las responsabilidades son compartidas, y si no veamos:

Para empezar las autoridades competentes no parecen preocupadas del problema antes de que éste se presente, y en sus formas más calamitosas. Destinamos dinero a“aeropuertos internacionales” de dudosa utilidad, por poner sólo un ejemplo, y no a evitar que los próximos años se tenga que llevar frazadas y víveres a la gente que nunca iba a utilizar esos aeropuertos pero que es la gente real, nuestra gente.

Pero ojo, ocurre que la población en general está encantada con esos supuestos aeropuertos, y cuando presentan a sus autoridades proyectos comunales o vecinales para el POA de cada año, no suelen pensar en la prevención de catástrofes, por eso piden canchas (si puede ser con pasto sintético), sedes y tinglados, que llegado el momento no sirven ni para comer ni para evitar catástrofes.

Pero lo peor de todo es que ni las autoridades ni la población -tanto la organizada como la dispersa en inermes individualidades- parecen darse cuenta de que los ciclos de catástrofes van siendo cada vez más intensos y crueles por la sencilla razón de que entre todos estamos destruyendo el equilibrio de la naturaleza. Seguimos deforestando suelos aceleradamente; seguimos envenenándolos de manera que se vayan convirtiendo en futuros desiertos; seguimos cementando y construyendo sobre terrenos antes agrícolas de manera que ya no puedan absorber el agua; seguimos urbanizando los bordes de la torrenteras; seguimos ensanchando la frontera agrícola; seguimos desviando ríos o encajonándolos, a riesgo de que un día se desborden con fiereza vengativa. Y por supuesto seguimos decididos a explotar minerales e hidrocarburos aunque sea a costa de convertir a la tierra en inhabitable.

A través de nuestros gobernantes estamos alertando al mundo sobre los riesgos del cambio climático, del efecto invernadero y de las emanaciones de dióxido de carbono, pero aquí en casa seguimos poseídos de la misma fiebre devastadora, y todo ello en aras de un imaginario “desarrollo” que nunca llega. ¿No era que nos íbamos a parecer a Suiza? Pues empecemos por proteger nuestras áreas verdes y por no permitir la circulación de camiones de excesivo tonelaje, y por no derribar selva para que cuatro aprovechados puedan exportar soya transgénica a no sé dónde.

Todo esto no quita que el Estado deba ahora auxiliar a las familias damnificadas, por supuesto que debe hacerlo; pero a continuación esas mismas autoridades debieran convocarnos a todas y a todos para que cambiemos nuestro plan de vida, de manera que las emergencias sean realmente algo fortuito e imprevisible y no una manera de ser, como está ocurriendo ahora. Ukamau.

Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio de Cochabamba.


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