Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
“Hemos visto en estos 30 años que las protestas pacíficas, ordenadas y respetuosas no son escuchadas”
Entrevista a Sergio Grez

Para hablar de
las causas, desarrollo y eventual evolución de la rebelión popular por la que
atraviesa la nación sureña en estos días, le comunicamos, compartiéndonos
generosamente su mirada de este evento.
¿Cuál es el
origen de la protesta social en Chile?
El origen aparente fue la iniciativa tomada por
estudiantes de la enseñanza media –secundarios– de recurrir a evasiones masivas
de pago de pasaje del Metro de Santiago, debido al alza de la tarifa. Pero evidentemente
se trata de la gota que rebasó el vaso, porque esta revuelta popular espontánea
responde a causas mucho más profundas, estructurales, a un descontento sordo,
acumulado en más de cuatro décadas, desde que se implantó el modelo neoliberal
en Chile, en la dictadura de Augusto Pinochet. Modelo que se fue afirmando y
consolidando con los gobiernos postdictatoriales.
Hay que entender que hemos vivido toda esta época con una
cantidad enorme de atropellos, violaciones sistemáticas de los DD.HH., atropellos
a los derechos esenciales de la mayoría de la población, una represión brutal
durante y después de la dictadura, todo tipo de abusos por parte de los grandes
empresarios y políticos profesionales, la destrucción de la naturaleza, la
persecución de los pueblos originarios, la entrega del país a las
trasnacionales, la negación de la soberanía popular. En otras palabras, la
evasión de la tarifa del Metro prendió como un reguero de pólvora, a la que se sumaron
distintas categorías y grupos sociales, prácticamente la generalidad de la
población nacional. Como bien dicen los manifestantes: “No son 30 pesos, son 30
años”. Es el hastío de la población por tanto abuso, explotación, miseria y
desgracias sociales.
¿Por qué
justamente ahora la gente sale a las calles? ¿Cuánto influye el que gobierne la
derecha?
Porque todo tiene su tiempo. Sin lugar a dudas la
existencia de un gobierno de la derecha tradicional –al igual que en 2011,
cuando se produjo otro estallido– contribuye a radicalizar las cosas. El manejo
torpe del Gobierno de Sebastián Piñera, con declaraciones provocadoras e
insultantes de sus ministros a ojos de la mayoría de la población, también
contribuyó. Pero tarde o temprano este alzamiento popular se iba a producir.
Toco que se produjo ahora, por esta larga acumulación y por el mal manejo
político del Gobierno, pero era previsible.
Contrariamente a lo que dicen los grandes medios de
prensa y los políticos profesionales (del oficialismo y la oposición), esto no
es sorprendente. Numerosos analistas, dirigentes sociales, intelectuales y
movimientos sociales habíamos pronosticado esto, claro, lo que no podíamos indicar
era el momento exacto en que se iba a producir, pero era una gran cantidad de
combustible la que se iba acumulando y bastaba una sola chispa para incendiar
toda la pradera, y esa chispa no fue otra que la iniciativa de los liceanos de
evasión masiva de los controles de entrada al Metro.
Al revisar
imágenes y videos de las movilizaciones se distingue variedad de actores, ¿cómo
caracterizaría esta protesta en términos de composición social y métodos
empleados?
Esta es una rebelión del pueblo de Chile, de variados sectores
sociales. Las protestas se realizan en todo tipo de barrios, fundamentalmente
en los barrios populares y de clase media, pero incluso en algunos de clase
media acomodada que, si bien tienen condiciones de vida digna, sufren de la
incertidumbre respecto de su futuro.
En Chile, como no hay derechos sociales garantizados (educación,
salud y pensiones dignas), familias que tienen un buen pasar pueden quedar
arruinadas si tienen una enfermedad cuyo costo de tratamiento es muy caro, por
ejemplo, una enfermedad catastrófica. Asimismo, personas que pueden tener un
nivel de vida digno cuando están activas
desde el punto de vista laboral, ven reducidos a lo menos 1/3 de sus ingresos
actuales al momento de jubilarse y pensionarse. Por eso estos sectores se han sumado
a la protesta.
Es un movimiento policlasista, lo que nos permite
decir que es un movimiento del pueblo chileno, de la mayoría de la ciudadanía,
con características de revuelta espontánea. Aquí no hay un Estado Mayor que
esté dirigiendo la revuelta, son miles de focos de incendio a lo largo y ancho
de todo el país, expresiones de la espontaneidad, del hartazgo, de la rabia, de
grandes sectores de la población que no ven ninguna alternativa de tipo
institucional para expresar su protesta, porque hay que recordar que el sistema
político existente en Chile está determinado por la Constitución –aún vigente– del
dictador Pinochet, aprobada en un plebiscito fraudulento en 1980, que pese a haber
sufrido una serie de reformas, no se ha visto alterada en lo fundamental, sigue
hecha como traje a la medida del modelo neoliberal.
Hablo de una Constitución que garantiza la más amplia
libertad económica, pero que no es garante de derechos sociales, y que en el
plano político establece un régimen de democracia tutelada, restringida y de
baja intensidad. Así, al no existir los canales políticos para que esta
insatisfacción y demandas sean canalizadas de manera positiva a través de
mecanismos institucionales, a la población no le queda más alternativa que
ejercer una protesta con caracteres violentos. Porque ya hemos visto en estos
30 años que las protestas pacíficas, ordenadas y respetuosas no son escuchadas.
Y eso lo han entendido sobre todo los más jóvenes y los sectores más paupérrimos
de la población, quienes, de manera absolutamente espontánea y sin que nadie
los guíe, están recurriendo a formas muy radicales de protesta.
Respecto al
último punto que menciona, ¿cuál es la virtud y cuáles son los límites de lo
espontáneo?
La virtud de lo espontáneo lo hemos visto en la
primera semana, eso generó un desconcierto en la élite dirigente y gobernantes,
una incapacidad de apagar todos los fuegos puesto que aquí, como no hay un
Estado Mayor, no pueden ser golpeados; gran parte de las acciones de la
población –repito– son espontáneas. Si bien hay algunas convocatorias a marchas
o manifestaciones, hay que tener presente que a lo largo de los días se
realizan centenares de protestas que no responden a ningún llamado centralizado.
Las personas lanzan convocatorias por las redes sociales y se van juntando
distintos grupos, en los barrios, en el centro de la ciudad, en los lugares de
trabajo, en los espacios más diversos. Esto ha tenido la virtud de que ha
dispersado a las fuerzas represivas y les ha hecho muy difícil su labor.
En contraparte, pasado el momento de la sorpresa,
entra el momento de la política. Y eso se ha traducido en maniobras por parte
de los que detentan el poder, de los defensores del modelo neoliberal, de quienes
se encuentran en las filas gobiernistas e igualmente en las de oposición,
destinados a darle una salida lo más conservadora posible a la situación
actual.
La debilidad del movimiento de rebelión popular que
está viviendo Chile es que no tiene representación política y por ende van a
tratar de dejarlo fuera de las negociaciones de las tratativas que intenten una
salida. Aunque existe una coordinación de organizaciones sociales denominada
Unidad Social, que es la que está llamando a un conjunto de manifestaciones,
misma que está integrada por unidades sindicales, estudiantiles, feministas,
ecologistas y de distinto tipo, no es menos cierto que esta instancia no
controla el movimiento, porque, como dije, la mayor parte de las acciones son
espontáneas y la mayor parte de las personas que participan no tienen
representación ni social ni política, son ciudadanos de a pie que expresan su
malestar. De tal modo que hay una disparidad muy grande, en el plano de la
representación política, entre quienes están tratando de apagar el incendio y
los sectores populares y organizaciones sociales que están tratando de llevar
lo más lejos posible este movimiento para obtener algunas ganancias concretas
cuando se terminen las movilizaciones.
Al escuchar las
consignas de las masas, leer rayados callejeros o carteles de los que marchan,
uno logra distinguir demandas estratégicas, por ejemplo, el fin de las Administradoras
de Fondos de Pensiones (AFP). ¿Cómo se resuelve esta crisis, entendiendo que
los que supuestamente deben ofrecer salidas son políticos deslegitimados?
No sabemos cuál va a ser el desenlace de todo esto.
Los escenarios son absolutamente gelatinosos, variados, de modo que esto puede
terminar en el escenario más negativo, como lo sería un autogolpe (“fujimorazo”)
por parte de Piñera y el alto mando de las FF.AA., o en el otro extremo, puede
concretarse no el término del modelo neoliberal –falta aún para eso en este
país– pero por lo menos en su resquebrajamiento, de manera tal que los sectores
populares estén en condiciones de obtener algunas ganancias, de fortalecer sus
organizaciones, para en el futuro poder echar abajo el modelo.
Entre aquellos extremos se pueden dar distintos
escenarios, los que en estos momentos, con los elementos que tenemos a mano,
son imposibles de predecir. Lo que sí es seguro es que desde la perspectiva de
los movilizados, los movimientos populares, gente que está protestando en las
calles, mientras más sea la presión que ejerzan, más serán los beneficios que
se obtengan en esta coyuntura.
Han salido a la
palestra teorías de autoatentados y de fuerte represión estatal hacia la ciudadanía,
¿a qué se debe esta sobrerreacción de las FF.AA.?
Efectivamente así es. Aún no se han podido comprobar
los autoatentados, pero gran parte de la población sospecha que efectivamente
una cantidad de incendios, por ejemplo, a las estaciones del Metro, pueden ser
obra de sectores de derecha y de la institucionalidad del Estado, interesados
en crear la imagen de caos, vandalismo, a tiempo de golpear a los sectores
populares –que son los que más utilizan el Metro como medio de transporte– y
generar así una sensación de hastío en la población, lo cual permita un
escenario reactivo, acorde con los intereses de los que defienden el statu quo. Con todo, esto no ha sido
probado, pero es altamente sospechoso que se destruyan e incendien locales comerciales,
supermercados y estaciones del Metro en las horas de toque de queda. Aquí son
miles y miles los soldados y policías uniformados y de civil que patrullan las
calles en las noches, y resulta que justamente por las noches se llevan a cabo
estos atentados. O sea, la sospecha por parte de la población va en crescendo,
mientras que las autoridades nunca han salido a decir en qué circunstancias se
produjo tal o cual atentado contra una estación, más aún, no pocas han estado
desguarnecidas, en escenarios en que se sabía que al violencia iba en aumento.
Igualmente hay quemas de buses que se han producido en
circunstancias muy extrañas, por ejemplo, buses que están alineados, como
diciendo “quémennos”, pegados uno al lado del otro, buses antiguos además,
cuyos propietarios pueden cobrar seguros. En fin, hay una serie de hechos dudosos.
La brutal represión que está sufriendo la población
chilena se explica por la decisión del poder de aplastar esta rebelión a como
dé lugar. Ciertamente el método más recurrido por la clase dominante, a lo
largo de la historia de Chile, ha sido precisamente la represión brutal.
¿Cuál es la responsabilidad
de Sebastián Piñera frente a los asesinatos de civiles por parte del Ejército y
Carabineros, así como de las comprobadas violaciones DD.HH. padecidas por
centenares de detenidos que acusan torturas, violencia sexual, entre otras?
El primer y más grande responsable de esos atropellos
es el Presidente de la República, sus ministros, sus asesores, su base política
de los partidos de derecha –que están gobernando–, porque fueron ellos quienes
decidieron decretar el Estado de Emergencia, el toque de queda y sacar a los
militares a las calles. El propio Estado de Emergencia está violando las leyes
constitucionales.
¿Por qué?
Porque de acuerdo a la Constitución el responsable del
Estado de Emergencia es el Presidente de la República, quien puede traspasar
esta responsabilidad a los jefes militares; pero en el caso de Piñera no se lo
ha hecho de manera formal. Ello sin tomar en consideración que los militares y carabineros
están sobrepasando las atribuciones que le entregan tal declaratoria.
¿Cómo cuáles
atribuciones?
En el Estado de Emergencia la infracción al toque de
queda no es un delito, sino una simple falta, por lo tanto no debe mediar la prisión
y menos aún los malos tratos o la tortura. Simplemente se trata de una falta
que es penalizada con el pago de una multa. Y bien sabemos lo que les está ocurriendo
a las personas que son sorprendidas caminando por la calle en horas de toque de
queda. En algunos casos sufren torturas, malos tratos y detenciones
arbitrarias.
El Estado de Emergencia tampoco autoriza a las FF.AA.
y a Carabineros a ingresar a domicilios particulares con el fin de detener a
personas que puedan estar protestando o en un cacerolazo. Es decir, esta
declaratoria se aparta de las normas constitucionales y su concreción práctica,
por parte de los uniformados, agrava aún más esta situación de ilegalidad; por eso
la responsabilidad política primera es de Piñera y su Gobierno.
A medida que
avanza la protesta se amplifica la petición de un nuevo Pacto Social y la
creación de una Asamblea Constituyente, ¿por qué Chile nunca ha llevado a cabo
un proceso constituyente?
Porque no hemos tenido la capacidad de juntar la
suficiente fuerza social y política que imponga una Asamblea Constituyente. Nunca
en Chile ha habido una Asamblea Constituyente, lo que quiere decir que nunca se
ha gestado una Constitución por medios plenamente democráticos. Todas las
constituciones que hemos tenido a lo largo de nuestra historia, especialmente
las tres más importantes (1833, 1925 y 1980), han sido el resultado de
componendas en el seno de la clase dominante y de una casta política, en las
cuáles ha intervenido la fuerza militar y el poder de las armas ha sido decisivo
en la imposición, mediante métodos no democráticos y fraudulentos, de estas.
Si no hemos tenido Asamblea Constituyente ni
constituciones gestadas democráticamente es porque la clase dominante le tiene
terror a la democracia. Ellos adhieren formalmente a la democracia, a los
valores de la democracia –entendida esta como mera sucesión de gobiernos y
autoridades electas con elecciones más o menos libres, más o menos
fraudulentas, según los distintos momentos de la historia–, pero no como un
régimen de participación de la ciudadanía; a lo sumo adscriben una concepción
de democracia representativa, pero no de democracia participativa.
¿Cuál sería el
costo político y social para el movimiento popular en caso de ser derrotado?
El costo social ya lo estamos sufriendo, hay decenas
de muertos, 3 mil detenidos, heridos, al menos una decena de personas que han
perdido un ojo a causa de los balines disparados por la policía, y quién sabe
cuántos costos más vamos a conocer en los próximo días.
El costo político es fundamentalmente para los
defensores del sistema, porque ya nada va a ser como antes. Ya nada va a ser
como hace diez días, porque Chile cambió. Y cambió en el sentido de que grandes
sectores de la población le perdieron el miedo a la represión y son capaces de
salir, incluso a riesgo de sus vidas e integridad física, a desafiar la
represión, de día y en horas de toque de queda.
En consecuencia, para los sectores populares,
independientemente de cuál sea el desenlace, salvo si se diera uno absolutamente
reaccionario –como el golpe de Estado o el endurecimiento del régimen político
o un mayor recorte de libertades políticas– esto va a ser ganancia concreta.
Por ejemplo, el jueves 24, la Cámara de Diputados, presionada por la calle,
aceptó la idea de legislar un proyecto de ley que establece la jornada laboral
en 40 horas –en la actualidad son 45 horas–. Si bien aún no hay que cantar
victoria, porque tiene que ser aprobada por el Senado y pasar hasta por el cedazo
del Tribunal Constitucional, que es una suerte de tercera cámara conservadora y
tiene la potestad de revertir lo acordado en el Parlamento, esperemos que se
concrete y sea una ganancia tangible del movimiento popular.
Recientemente una manifestación trató de ingresar al
Congreso Nacional y este tuvo que ser cerrado; los parlamentarios fueron
enviados a sus casas, lo cual ilustra que hay una presión muy grande en las
calles. Y, bueno, si esta presión se mantiene en las próximas semanas, es
probable que los defensores del sistema tengan que hacer más concesiones, aunque
a la par intenten maniobras de política palaciega para desviar por un callejón
sin salida toda esta energía de masas que se está desplegando en Chile.
Por último, en
una mirada a escala regional, ¿cuánto afecta al neoliberalismo en su conjunto
lo que ocurre en Chile?
En un contexto en que en distintos países de
Sudamérica hay gobiernos de derecha que
abrazan con fuerza el neoliberalismo, pareciera ser que se está empezando a
producir un punto de inflexión. Hemos visto lo que ha sucedido hace pocos días
en Ecuador y lo que está pasando en Chile tiene cierta influencia e irradiación
en otros países de la región.
Es cierto que el triunfo de Fernández en la Argentina no
significa que el neoliberalismo vaya a ser desmantelado, evidentemente, pero de
todas maneras representa un resquebrajamiento y en un mundo globalizado las
noticias circulan con gran velocidad. No solamente están conectados y
coordinados los Gobiernos y los aparatos represivos, sino cada vez más los
ciudadanos y los movimientos sociales. Por eso hemos de esperar que la rebelión
popular en Chile tenga efectos benéficos en el subcontinente latinoamericano.
Entrevista realizada por Javier Larraín Parada
Director Editorial de Correo del Alba
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