Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Gonzalo Zambrana Avila
La Epoca
13-10-2019
Todos los candidatos opositores sin reparar en las tendencias proteccionistas promovidas por EE.UU., Reino Unido, Bolsonaro, etc. proponen una clásica articulación al mercado mundial “aprovechando la globalización”; Ortiz habla de una revolución exportadora proponiendo una serie de acciones retoricas, existentes en libros de texto, sin que estas tengan opciones operativas y menos consideren las nuevas formas de relacionamiento comercial internacional. Piensan que profundizar las relaciones económicas con EE.UU. es bueno porque sí. Es un dogma, una convicción sin fundamento, que podría ser peligrosa, sino fatal para Bolivia, en el corto plazo.
China y Rusia en la Estrategia de Seguridad
Nacional de Estados Unidos
En
su actual Estrategia de Seguridad Nacional, Estados Unidos identifica
claramente a “potencias revisionistas, como China y Rusia, que utilizan la
tecnología, la propaganda y la coerción para imponer un mundo que representa la
antítesis de nuestros intereses y valores…”. Y para enfrentar el poder económico
de China propone: “renovar la economía estadounidense en beneficio de los
trabajadores y las empresas del país; no tolerar los abusos comerciales
crónicos; estar a la vanguardia en investigación, tecnología e innovación;
proteger la base innovadora de seguridad nacional de aquellos que pretenden
robar la propiedad intelectual y se aprovechan de las innovaciones de las
sociedades libres”. Por tanto la relación comercial con China, forma parte de
la Seguridad Nacional norteamericana. Las tensiones que se apuntan no son
imaginarias y tendrán efectos concretos sobre la realidad boliviana y
latinoamericana como un todo. En ese contexto es fundamental saber lo que
piensan los candidatos de oposición sobre cuestiones tan centrales como estas.
No
obstante, antes es imprescindible realizar una inducción al problema al que nos
enfrentamos.
Guerra Comercial de Estados Unidos contra China
El
presidente Trump ha desatado una abierta guerra comercial con China,
aparentemente en forma atolondrada y desconociendo los verdaderos alcances de
sus medidas al punto de retroceder en varias de ellas. Improvisación que no
sólo debería preocupar a sus connacionales sino también a nosotros.
Las
acciones de Trump contra China se basan precisamente en dos temas identificados
en su estrategia de Seguridad Nacional: propiedad intelectual en tecnología y
abusos comerciales crónicos.
Para
lamento de Trump, existen factores estructurales insalvables en el mediano
plazo, que inviabilizan cualquier posibilidad de competencia de EE.UU. contra
China en la producción de productos tecnológicos y otros. Es decir EE.UU. no
tiene ninguna posibilidad de competir contra China por las características de
competitividad que ha alcanzado la potencia asiática, razón por la cual una
empresa estandarte del capitalismo norteamericano como es Apple, produce en la
China y por tanto la frase de Trump, “Voy a obligar a Apple a fabricar sus
malditos ordenadores en EE.UU.”, por ahora es imposible de realizar.
Vale
recordar que en una cena con empresarios, el expresidente Obama le preguntó a
Steve Jobs sobre la posibilidad de que Apple trasladara su producción a EE.UU.
Jobs negó rotundamente esta posibilidad porque no se trataba solo de la mano de
obra barata sino que, la enorme escala necesaria para fabricar un producto que
vende centenas de millones de unidades cada año como el iPhone, requería una
calidad y habilidad de mano de obra, así como su rápida movilización, lo cual
solo existe en China. En este país en 24 horas se puede disponer de 10.000
ingenieros listos para fabricar un producto y también se puede prescindir de
ellos fácilmente; eso, en cualquier otro país, es impensable, ni siquiera en
los Estados Unidos.
La
intención de Trump es plausible, pues para revertir el déficit comercial con la
China (y otros países) pretende fortalecer la economía norteamericana mejorando
los términos de intercambio comercial con su principal socio. Sin embargo
cualquier posibilidad en este sentido debe partir de la gran brecha de
competitividad con la China. Ya hemos descrito por qué sería imposible
repatriar a las grandes industrias tecnológicas que están situadas o fabrican
en la China, como Apple. Por otra parte, cualquier posibilidad de aplicar
medidas arancelarias para restringir la importación de productos chinos en favor
de productos norteamericanos finalmente se expresara en el incremento de los
precios domésticos y de exportaciones, por tanto la reducción de la oferta de
estos productos, cierre de fábricas e incremento del desempleo.
Además
no se debe olvidar que China, aparte de ser un actor principal en la cadena de
suministros intermedios, es uno de los principales destinos de las
exportaciones de EE.UU. y a su vez se ubica en el primer lugar de las
importaciones norteamericanas. Solo cabe imaginarse el desastre financiero para
Apple si el gobierno Chino aplica trabas arancelarias a los iPhones. Y para
colmo China es el principal tenedor de deuda de EE.UU. y en cualquier momento
podría vender esa deuda desequilibrando las finanzas norteamericanas.
En
ese contexto, Trump ha lanzado una serie de incrementos arancelarios habiendo
recibido medidas de respuesta similares por parte de China y no solo eso sino
que este país devaluó su moneda después de 11 años, fortaleciendo su posición
comercial frente a EE.UU.
Esta
guerra comercial entre EE.UU. y China tendrá efectos contraproducentes para
EE.UU. pues quienes terminan pagando los aranceles no son los productores
chinos sino sus propios importadores y consumidores a través de la subida de
precios, Por ello existen opiniones referidas a que estos vaivenes arancelarios
de Trump tienen un carácter electoral.
Al
observar la complejidad de los alcances de esta guerra comercial, parecería que
finalmente quedara en acuerdos que lleven a una situación parecida al inicio de
esta guerra.
Los efectos de la guerra comercial en Latinoamérica
El
primer efecto global de la guerra comercial entre EE.UU. y China, de ser
efectiva, será la desaceleración de la economía mundial que podría presionar a
la baja de los precios de los hidrocarburos y asimismo a la reducción de la
demanda de las materias primas, que son las fuentes principales de ingreso de
nuestra región. Esto se verá acentuado por la apreciación de las monedas de la
región que afectara en los ingresos por exportaciones.
Por
otra parte se ralentizaría la inversión China en nuestra región que en los
anteriores años ha tenido un crecimiento notable incluyendo los recursos
financieros.
Sin
embargo la guerra comercial podría inducir a ambos países a buscar nuevos
mercados para sus productos, incrementando la oferta de bienes de consumo a
bajo precio en nuestra región. Asimismo los mercados de China y EE.UU., por la
necesidad de acceder a bienes que sustituyan los productos restringidos entre
sí, podrían abrir oportunidades de mercado para productos de nuestra región. En
este ámbito ya se ha observado una sustitución de los productos chinos por
productos mexicanos debido al tratado de Libre comercio que existe con EE.UU. y
Canadá.
Ciertamente
éste momento de crisis es también uno de oportunidad para los países de nuestra
región, como demuestra el ejemplo precedente; pero sería ilusorio pensar que
Bolivia, un país pequeño y en desventaja entre sus pares latinoamericanos,
podría obtener las mismas ventajas que México. Bolivia debe mirar seriamente la
situación más allá de su tradición proestadounidense vista en gobiernos
neoliberales, y más bien meditar lo que hay por ganar con una potencia como
China y las nuevas economías emergentes del Asia.
La guerra comercial de cara al proceso electoral
boliviano
Por
las características de la Economía boliviana los efectos de la guerra comercial
entre EE.UU. y China tendrían principalmente un carácter indirecto, relacionado
con la desaceleración de la economía mundial y la reducción de los precios de
las materias primas. Sin embargo, salvando magnitudes y calidades, se podrían
presentar oportunidades de mercado para productos bolivianos.
Todos
los candidatos opositores sin reparar en las tendencias proteccionistas
promovidas por EE.UU., Reino Unido, Bolsonaro, etc. proponen una clásica
articulación al mercado mundial “aprovechando la globalización”; Ortiz habla de
una revolución exportadora proponiendo una serie de acciones retoricas,
existentes en libros de texto, sin que estas tengan opciones operativas y menos
consideren las nuevas formas de relacionamiento comercial internacional.
Piensan que profundizar las relaciones económicas con EE.UU. es bueno porque
sí. Es un dogma, una convicción sin fundamento, que podría ser peligrosa, sino
fatal para Bolivia, en el corto plazo.
Las
propuestas de Comunidad Ciudadana son aun mas teóricas en consonancia con la
retórica internacional para la gestión del desarrollo económico y nacional y
territorial, como “economía naranja”, “economía inteligente”, “ciudades
inclusivas”, lo que demuestra una lamentable incapacidad de comprender la
realidad y la aplicación efectiva de políticas de desarrollo.
En
las dos propuestas que corresponden a las organizaciones con mayores
posibilidades de votación se observa una nostalgia neoliberal y una clara
intención de reestablecer las relaciones (de dependencia) con los EE.UU., con
la ingenua idea de que con este país se pueden establecer relaciones
diplomáticas y comerciales horizontales. Peor aun cuando el presidente Trump es
un enemigo declarado de nuestra región excepto en casos como Macri, a quien
tiene bajo su control luego de haberle facilitado a través del FMI un préstamo
millonario para sus fracasadas políticas de ajuste.
Hasta
ahora el gobierno boliviano ha logrado establecer una clara soberanía en su
relacionamiento internacional, priorizado relaciones diplomáticas y comerciales
horizontales con diferentes países incluso con potencias económicas y políticas
como Rusia, China, India, Turquía, México y las ya legendarias relaciones económicas
con Brasil y Argentina y con Cuba y Venezuela. El actual gobierno no sólo ha
probado algo nuevo, sino que ha triunfado en el intento. Por ello, las
propuestas de Ortiz y Mesa no solo son demagógicas en el sentido más concreto
de la palabra, sino que son peligrosas.
La
oposición boliviana ha demostrado en sus sucesivas acciones una total
irresponsabilidad política con el futuro del país y ahora de cara al proceso
electoral lo corrobora, pues ha definido con claridad que su único propósito es
lograr la salida del presidente Evo Morales sin asegurar ningún tipo de
gobernabilidad ni claridad en su propuesta de gobierno en caso de triunfo. No
consideran que viven en un mundo inmerso en tensiones geopolíticas como las
anotadas. Para ellos, el problema no es la injusta división internacional del
trabajo, ni como la competencia entre China y EE.UU. tiene consecuencias reales
sobre nuestras vidas. Para ellos, el problema es Evo, nada más. Votar por ellos
sería como votar por un alcohólico que culpa al mundo por su problema, y no
considera la complejidad de su enfermedad como un todo. Si Evo se va, todo
bien, piensan. Qué debe hacer el país para enfrentar éste mundo complejo y en
constante cambio no entra ni en sus más fugaces reflexiones.
Bolivia
no necesita modificar el modelo de desarrollo económico y tampoco la forma de
relacionamiento diplomático y comercial que ha aplicado hasta ahora; por el
contrario, la posibilidad de que alguna candidatura opositora triunfe en las
lecciones del 20 de octubre, dejaría en estado de vulnerabilidad la
gobernabilidad del país y la economía, frente a los posibles efectos de la
guerra comercial entre EE.UU. y China.
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