Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Grecia
Gonzales Oruño
Los
gráficos y la Federación Obrera del Trabajo encendieron la chispa de la
rebelión, avivada por los partidos de izquierda y los militares nacionalistas.
Los
trabajadores bolivianos, en mayo de 1936, declararon un histórico paro
nacional. No fue una huelga más. Fue un volcán social que cristalizó la pugna
entre el viejo Estado liberal y el revitalizado movimiento sindical. Los
gráficos y la Federación Obrera del Trabajo (FOT) encendieron la chispa de la
rebelión que, luego, fue avivada por los partidos de izquierda y los militares
nacionalistas. Al final, José Luis Tejada Sorzano abandonó la silla
presidencial.
Ese
hecho dio inicio al periodo de los gobiernos nacionalistas militares del
coronel David Toro y el teniente coronel Germán Busch (1936-1939).
La
creación de los ministerios de Trabajo y de Minas y Petróleos, la
sindicalización obligatoria, la creación de la Confederación Sindical de
Trabajadores de Bolivia, la fundación del Banco Minero, la nacionalización de
la Standard Oil Company, la promulgación de la primera Constitución Social, la
dictación de la Ley General del Trabajo y la entrega al Banco Central del 100
por ciento de divisas procedentes de las exportaciones mineras fueron algunas
normativas impulsadas y respaldadas por los insurrectos.
Crisis
El
levantamiento de mayo fue un suceso que sintetizó una serie de luchas que se
exacerbaron acabada la contienda del Chaco.
Tres
años de conflicto armado, la pérdida de 240.000 kilómetros cuadrados, el luto
por la muerte de al menos 50 mil bolivianos y la llegada de excombatientes con
daños físicos y psicológicos sumergieron al país en una situación de crisis.
Frente
a ese contexto, el movimiento obrero y popular reorganizó sus filas. Sus
reivindicaciones, en el fondo, fueron impulsadas por el desempleo, los bajos
salarios, los despidos masivos y el aumento del costo de vida.
Génesis
La
cadena de protestas de los trabajadores comenzó en 1935 y culminó con la
dimisión del liberal Tejada Sorzano, el 17 de mayo de 1936. Al respecto,
Herbert Klein en su libro Orígenes de la revolución nacional realizó una
cronología de los hechos.
La
FOT, en respuesta a la inflación y el alza de precios, en noviembre de 1935,
solicitó al gobierno el aumento del 100 por ciento de salarios y rebaja de los
precios de alquileres y de los artículos de consumo.
En
diciembre, los mineros de Corocoro se movilizaron pidiendo aumento de sueldos.
A la par, se activó una intensa convulsión social en todas las industrias y
regiones del país ante la falta de trabajo y la subida de precios.
Las
huelgas aumentaron en ritmo y proporciones, a inicios de 1936. En marzo, las
obreras de la fábrica de tabacos demandaron jornales más altos.
Devaluación
La
crisis se agravó. El gobierno en vez de apagar la hoguera social, le echó más
leña: dictó un “decreto de cambio único”. El peso boliviano se devaluó. Los
trabajadores, los excombatientes, los inválidos, viudas y huérfanos de guerra
fueron los más afectados. Y la bronca estalló.
En
ese marco, la FOT, dirigida por Waldo Álvarez, envió al Poder Ejecutivo un
pliego de peticiones que contempló la rebaja y libre importación de artículos
de primera necesidad; el aumento del 100 por ciento de salarios; la rebaja de
alquileres; la prohibición del trabajo nocturno; la suspensión del estado de
sitio; garantías para la libertad de reunión, asociación, prensa y organización
sindical; hogar para los mutilados e inválidos de guerra, y trabajo para los
excombatientes.
El
diario La República, el 15 de abril de 1936, informó que “la FOT preparaba un
gran mitin”. Por falta de autorización de la prefectura, la protesta no se
realizó.
Los
dirigentes de la FOT, ante ese hecho, intentaron dialogar con el presidente. La
República, el 25 de abril, relató que no se llegó a ningún acuerdo y que el
jefe de Estado arguyó que la situación del país era “crítica”.
Rebelión
Las
huelgas se agravaron el 1 de mayo. Los trabajadores judiciales de Cochabamba se
movilizaron. Durante cuatro meses no percibían salarios. El matutino El Diario
anunció que dieron un plazo de cinco días para el correspondiente pago, caso
contrario el paro sería inminente.
El
Sindicato Gráfico, el 10 de mayo, declaró huelga general. Su pliego de
peticiones, que principalmente exigió el aumento salarial en un 100 por ciento,
no fue atendido. Como nunca antes, todos los periódicos cerraron sus puertas
entre el 10 y el 18 mayo. Los periodistas se sumaron a la lucha.
Frente
al peligro de una revuelta, el gobierno expidió “un llamamiento militar” para
“encuartelar al pueblo”. Luego, decidió “destruir de un sólo golpe al pueblo y
al Ejército”. Se ordenó al jefe de las fuerzas armadas “hacer fuego sobre el
pueblo si éste se mostraba partidario de la huelga”, narró La Calle, el 24 de
junio de 1936.
Sin
embargo, el Ejército acordó con los sindicalistas no intervenir en los
problemas, mientras no ocurran actos de violencia. De ese modo, los propios
huelguistas patrullaron la ciudad de La Paz para mantener el orden.
Comité
revolucionario
Esa
protesta fue respaldada por la FOT, la Federación Obrera Local, el Partido
Socialista (PS) y el Partido Republicano Socialista (PRS). La huelga, por ende,
se radicalizó. El incremento de salarios se convirtió en una consigna general.
Cabe
mencionar que la alianza formal entre el PS y la FOT fue concretada recién el
15 de mayo, en casa de Rodolfo Soriano. El pacto fue firmado por el entonces
secretario de Gobierno del PS, Carlos Montenegro, Waldo Álvarez, Luis Gallardo
y otros. “De allí salió vigoroso y unido el núcleo popular de la revolución, el
mismo que dos días después llenó las calles de La Paz afirmando la nueva
situación”, reveló el periódico La Calle, el 17 de mayo de 1937.
Inmediatamente,
se formó un “Comité Revolucionario” integrado por Enrique Baldivieso, Carlos
Montenegro, Carlos Romero, Víctor Alberto Saracho, Rodolfo Costas, Alberto
Miranda, Max Atristain, José Unzueta, Rodolfo Soriano, Luis Iturralde Chinel,
Armando Arce, Luis Ernst Rivera, César Méndez Baya, Arturo Prudencio, Víctor
Méndez Baya, Rodolfo Subieta, René Calderón Ballivián, Walberto Aranibar,
Walter Portillo, José Maceda, José Quisbert, Francisco Salgado, Lorenzo Flores,
Nicolás Ballester, José Tamayo, Florencio Candia, Natalio Antezana, Augusto
Guzmán, Enrique Costas, Antonio Campero Arce, Alberto Mendoza López, Miguel
Ángel Céspedes, Armando Montenegro, Augusto Céspedes, Guillermo Alborta, N.
Soria Galvarro, Felipe Tovar, Roberto Soriano, Rigoberto Armaza Lopera, Mario
Diez de Medina, Nazario Pardo Calle, Prudencio Tovar, Moisés Álvarez, Jenaro
Medrano, Adolfo Varela, Esteban Tórrez, German Sarabia y Tomás Pérez.
Bandera
roja
En
ese marco, la noche del 16 de mayo el “Comité Revolucionario” comenzó una serie
de tomas. Primero, ocupó el Club de la Unión, “local de la aristocracia cuya
fortuna era mayor a medio millón de pesos”. En el lugar se izó una “bandera
roja”. En seguida, cercó la alcaldía y colocó “un cordón de tendencia política
(...) estableciendo un ensayo pintoresco de organización bolchevique”; esos
espacios fueron los cuarteles de reunión de los partidos de “extrema
izquierda”, rememoró La República, el 19 de mayo.
Pablo
Estefanoni, en su investigación Los inconformistas del centenario, relató la
manera cómo el escritor Alcides Arguedas detalló ese hecho en su Diario íntimo.
Sucede que ese 18 de mayo, Arguedas fue con su hija, a las once de la mañana,
al paseo del Prado. Al pasar, “vieron flamear la bandera roja” en el Club de la
Unión, donde se podía leer la inscripción “Comité Revolucionario”, escrito
–según Arguedas– “con tinta sobre una banda blanca de percal y con letras
irregulares, letras de artesano primario que no tiene ni la costumbre ni el
gusto de escribir y trazar caracteres”.
Desenlace
Una
comisión de militares, la mañana del 17 de mayo, le exigió a Tejada Sorzano su
dimisión. Él firmó su renuncia. Acto seguido, se dictó un decreto que designó
una Junta Mixta de Gobierno. Germán Busch fue designado “presidente
provisional”, hasta el retorno de David Toro, quién fue posesionado como jefe
de Estado, tres días después.
En
la tarde, el nuevo régimen negoció con los insurrectos. Waldo Álvarez, en su
libro Memorias del primer ministro obrero, afirmó que Busch aceptó todas las
demandas del pliego de peticiones.
Las
federaciones obreras, el 18 de mayo, ordenaron que “todos los empleados,
trabajadores del comercio, la Industria, bancos, ferrocarriles y transportes,
vuelvan a sus respectivas labores de inmediato”.
La
normalidad retornó al país.
Legado
El
levantamiento fue recordado por varios años. El 17 de mayo fue declarado
“feriado nacional”. En 1937, se desarrolló un programa de festejos. Una diana a
cargo de la banda del Ejército, un “match interdepartamental” de fútbol
(Ingenieros Oruro vs. Alianza), la inauguración del Museo Militar, la
concentración “socialista” y las verbenas populares fueron algunos de los
eventos que matizaron el homenaje.
Por
su parte, el gobierno autorizó la emisión de estampillas conmemorativas. La
Calle, el 7 de mayo de 1937, informó que se acuñarían “monedas de nikel” de 10
centavos destinadas a rememorar la “revolución”.
Las
conquistas de mayo hicieron temblar a la oligarquía liberal y fueron un
referente para la insurrección obrera y campesina de abril de 1952.
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