Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Verónica Rocha Fuentes
Mientras uno de los periódicos más importantes del país informaba en su titular principal de domingo que hay cerca de dos decenas de fotografías de Pedro Montenegro, investigado por narcotráfico, con autoridades de gobierno y dirigentes cercanos al MAS, en la otra vereda un ministro y un viceministro apuntaban que también hay fotos de periodistas con el implicado en esta investigación.
Estas fotografías dicen bastante sobre los tiempos que vivimos hoy en día. Por un lado, está la manera en la que uno de los hombres más poderosos del Gobierno ha salido a la palestra pública, tras la difusión de una conversación telefónica en la que la autoridad vierte impresentables afirmaciones que, en el marco de innegociables principios, no pueden ser aceptadas cuando vienen desde el poder. Además, la desafortunada grabación llegó precedida por una intentona de demanda contra cibernautas por parte de la misma autoridad, la cual rápidamente fue retirada por consejos provenientes de su círculo cercano. Es en este punto en el que toca ser enfáticos: ningún amedrentamiento, y especialmente si viene desde el poder político, es saludable para la democracia.
Haciendo la postura a un lado, se supo por esa conversación y posteriores declaraciones del Viceministro de Régimen Interior y Policía que también existirían fotografías de periodistas con Montenegro. ¿Es esto relevante para la opinión pública? Depende. El mal pensado crítico a la mediocracia siempre podrá instrumentalizar esta información para suponer que, en caso de que aparezcan las supuestas fotografías, un poder fáctico, como son los medios de comunicación, finalmente sacramentó “dudosos vínculos”.
Por otro lado, está la importante cantidad de fotos de Montenegro junto con políticos mayoritariamente del oficialismo. Las cuales, producto de la jerarquización noticiosa, han sido presentadas como certezas en torno a un hecho, y de alguna manera reflejan el estado del periodismo nuestro de cada día, “enriquecido” en sus sospechas con imágenes de Facebook e Instagram.
¿Estas fotografías de políticos con un narcotraficante son relevantes para la opinión pública? Depende. El mal pensado crítico al Gobierno bien podría suponer, a partir de ellas, que el poder real finalmente “exhibe” cuestionables vínculos con el narcotráfico. Se ha dicho al respecto que en 1994 fue una fotografía la que “abrió” el caso “narcovínculos”, que relacionó a buena parte de un partido político (de la entonces coalición gobernante) con el narcotráfico. Y ello no es una certeza que se puede afirmar con contundencia, ya que la mencionada fotografía, antes que un elemento detonador de una investigación, fue una prueba más.
Varias corrientes en torno al periodismo de investigación señalan que su esencia es la palabra y no así la imagen. Y consideran, por tanto, a la imagen como un complemento (importante, sí) pero anexo a cualquier producto periodístico. Así, definidas como un insumo complementario del periodismo de investigación, las imágenes que acompañan cualquier informe o producto periodístico pueden tener varias funciones, entre ellas, ser un apoyo testimonial, documental, pedagógico u otras, pero nunca como certeza de un hecho.
En este escenario es fácil señalar que la “fotocracia” como ombligo del periodismo actual o como instrumento de los excesos del poder solo puede llegar a fortalecer un escenario de prejuicios, representaciones y resistencias hacia sujetos que debieran estar en diálogo y no en confrontación en medio del espacio público.
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