Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: José Gabriel Espinoza Y.
En
1999, un poco más de 817.000 trabajadores estaban afiliados a alguna
asociación, gremio o sindicato, lo que representaba el 22,5% de los
trabajadores ocupados en ese momento. Para 2006, esta cifra había subido a un
poco más de un millón de trabajadores, pero equivalía solo al 22,1% de la
población ocupada.
En
2011, ese porcentaje cae a 20,4%, y en 2017 llega solo a 16,2%, lo que
representa algo más de 696.000 trabajadores de los más de 5,4 millones de
trabajadores ocupados (datos de las Encuestas de Hogares del Instituto Nacional
de Estadística, INE).
Aquí
hay que aclarar que no podemos identificar cuáles asociaciones, gremios, e
incluso sindicatos, están afiliados a la Central Obrera Boliviana (COB) y
cuáles no; sin embargo, podemos asegurar que al menos 8 de cada 10 trabajadores
en Bolivia no están afiliados a ningún ente gremial y por lo tanto tampoco son
representados por la COB, lo que de por sí implica un serio problema para la
principal organización sindical del país.
A
esto hay que agregarle algunos datos más: los principales sectores donde se
encuentra la población agremiada, durante todos los años mencionados, son
educación, salud y minería, mientras que los sectores donde más ha crecido el
empleo han sido la construcción, comercio y transporte, por lo que es claro que
aquellos sectores que más empleo generan no son los que más agremiados aportan
(lo que es coherente con la caída en la participación de la población ocupada
con alguna filiación sindical o gremial).
Y
aquí quizás el dato más preocupante: la edad promedio de un afiliado a algún
gremio, asociación o sindicato, en 1999, era de 38 años, mientras que en 2017
esta cifra sube a 42 años; en otras palabras, los jóvenes no se están
sindicalizando.
Es
claro que los problemas de informalidad y el auge de los servicios frente a la
industria, como sectores generadores de empleo, no son nuevos, sin embargo, y
más allá de las continuas quejas de la COB por mejorar la lucha contra el
contrabando y la informalidad, es claro que el discurso de esta institución
está asentado en una visión industrial posguerra. Bajo esta perspectiva del
mundo, consignas como la estabilidad laboral se podían aplicar de manera más o
menos textual, pues la industrialización, ya sea a partir de la sustitución de
importaciones o de la transformación de nuestras materias primas, primero a
través de industria liviana hasta avanzar a la gran industria, era la meta casi
indiscutible de todo proceso de desarrollo.
Sin
embargo, este proceso nunca se ha dado en Bolivia; de hecho, el mismo concepto
de industrialización ha cambiado. Hoy, las fronteras entre los servicios y la
industria son cada vez más borrosas, y está claro que el mundo demanda cada vez
más servicios que bienes manufacturados, al punto tal que hoy día las empresas
más grandes del mundo venden servicios y no automóviles, maquinaria o cualquier
otro tipo de bien, como hace 15 años. Por lo tanto, es claro que una buena
parte del discurso de la COB ha quedado desactualizado, por no decir que en
realidad siempre fue difícil de aplicar a la economía nacional.
Pero
a estos problemas “clásicos” de la representación sindical hay que agregarle
las nuevas dificultades: jóvenes que no creen en las viejas formas de
organización y/o trabajo, la globalización de la producción, las brechas de
género y las nuevas formas de organización empresarial, lo que nos lleva a
nuevas formas de contratación y subcontratación, precariedad y temporalidad del
empleo.
Estos
problemas se han acentuado con la externalización del empleo a partir de la
emergencia de aplicaciones móviles o plataformas digitales que permiten llegar
incluso a la individualización de la oferta laboral (puedes trabajar donde,
cuanto y cuando quieras, siempre y cuando cumplas los estándares o metas
propuestas). Ojo, esta forma de empleo, contrariamente a lo comprendido por la
actual dirigencia sindical, en la mayoría de los casos no es algo impuesto,
sino que funciona con el consentimiento de los nuevos trabajadores, que buscan
un equilibrio entre su vida laboral y el uso de su tiempo (de ahí que a los
jóvenes el sindicato les parezca algo tan anacrónico).
En
un momento en el que la creatividad es la palabra clave del mercado laboral, es
claro que los sindicatos deben ser más creativos, tanto para lograr incluir a
aquellos jóvenes (y no tan jóvenes) trabajadores que llevan adelante sus
labores desde la individualidad, como para dar respuesta a una serie de nuevas
preocupaciones de la sociedad, y que van más allá de la mera falta de ingreso u
ocupación, como la urgencia de un empleo digno con remuneraciones justas,
reconocimiento de las habilidades y potencialidades del trabajador e incluso la
sostenibilidad del medio ambiente.
Economista
y Twitter: @escuelanfp
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