Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Claudia Espinoza I.
Una
niña triste en el espejo me mira prudente y no quiere hablar. Hay un monstruo
gris en la cocina que lo rompe todo, que no para de gritar…”. (Rozalén). Es
cierto que no queremos ser número, pero a la hora de hablar sobre violencia, es
imposible soslayar los 35 feminicidios registrados en el país en lo que va del
año (cuando empecé a escribir eran 30). ¿Habrá casos no reportados que aumentan
esa cifra? Las historias detrás de cada estadística conllevan varios tipos de
violencia sistemática y duradera, que incluyen la psicológica, patrimonial,
sexual, entre otras, que asentaron un dolor profundo y paralizador en un solo
cuerpo y alma.
Se dice
que cuando las mujeres aparecen muertas a manos de sus parejas es porque
acumularon huellas sistemáticas de actos violentos, por lo que esa muerte no
debiera ser solo parte del número de feminicidios, sino también de la base de
datos de las otras violencias. Esta hipótesis toma sentido si partimos de que
el feminicida no surge de un ataque pasional, de un shock emocional, ni de un
odio abrupto. Por lo general, el feminicida cultiva la violencia. La psicología
lo puede explicar mejor.
El
perfil feminicida deambula por los resquicios del cuerpo y el alma, sembrando
desde pequeñas violencias hasta culminar en el delito mayor: cesar la vida de
la víctima. En ese devenir debilita y destruye toda resistencia posible. Va
minando y avanza sobre la autoestima de la mujer, atrapada por el desafecto
disfrazado de amor romántico.
Tal
como Mary Shelley imaginó a los 19 años a Frankenstein —el monstruo de su
primera novela, de 1818, producto de pesadillas y cuentos góticos de terror (la
escritora británica tuvo que publicar con un pseudónimo de varón, a tono con el
machismo de su tiempo), el feminicida está compuesto por diversas partes.
El
asesino de una mujer acarrea una herencia secular, patriarcal y colonial hasta
donde alcanza la memoria cuando era permitido maltratar y matar a las mujeres
por ser “inferiores”, desobedientes, locas, hechiceras o indias. En un solo ser
se combinan prejuicios, creencias y antivalores. Por ello, y con más argumento,
resulta imprescindible enfocar el dato feminicida de manera integral, como una
conjunción de violencias. Y también por ello, enfrentarlo o luchar contra él
implica ocupar varios flancos.
Volvemos
a insistir en la necesidad de concientizar, sensibilizar y trabajar desde la
familia, la educación, la cultura, los medios de comunicación, la política y la
Justicia. Porque no debe haber un dato tan variable como el feminicida, cambia
al compás del tiempo actual, acelerado y puntual. Que las mujeres están
avanzando en sus derechos y eso provoca el odio y la crueldad de sus muertes…
menuda explicación, tenemos derecho a tener derechos.
Periodista
boliviana; @warmiclau, http://ticswarmiclau.blogspot.com/
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