Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Luis Gonzalo Segura
La
guerra sin cuartel ya es una realidad. Estados Unidos ha enviado a China una
declaración oficial de guerra —boicot a Huawei— con su correspondiente
ultimátum: tres meses. Después del aumento de las escaramuzas en los últimos
meses entre norteamericanos y chinos (incluyendo presiones norteamericanas para
que europeos y aliados no contrataran la tecnología 5G con Huawei o la
detención de su vicepresidente, Meng Wanzhou, en diciembre pasado), Donald
Trump decidió declarar el viernes pasado el estado de "emergencia
nacional" argumentando la necesidad de proteger las redes informáticas de
Estados Unidos de los adversarios extranjeros. De China, claro, y más
concretamente de Huawei. Poco después retrasó el plazo de aplicación: tres
meses. Algo normal en Donald, primero actúa y luego piensa.
Tras
declararse la "emergencia nacional", con la que se prohibía que
empresas que contraten con proveedores extranjeros participar de las redes de
telecomunicaciones estadounidenses, las divisiones norteamericanas amenazaron
con un ataque por 'software' y 'hardware'. Ello supuso que Google amenazara con
dejar sin actualizaciones de software (Android) a Huawei, lo que convertiría a
sus teléfonos vendidos en obsoletos casi al instante y sus próximos terminales
en cacharros de escaso valor. También que múltiples compañías norteamericanas
(Intel, Qualcomm, Broadcom, Micron Technology o Western Ditigal) hicieran lo
propio con respecto al hardware (microchips y memorias). Finalmente, el
inminente ataque quedó en un ultimátum: tres meses.
Las consecuencias de la
guerra para Huawei
De
producirse definitivamente la guerra —el veto entrará en vigor el próximo 19 de
agosto si nada lo remedia— sería imposible a día de hoy determinar el resultado
de la batalla y los daños colaterales, los cuales serían sufridos en casi todo
el planeta.
Por
un lado, Google dejaría de suministrar software y componentes a Huawei, lo que
implicaría que los terminales y las tabletas chinas dejaran de actualizarse con
las correspondientes versiones de Android y no pudieran usar aplicaciones tan
exitosas y populares como Gmail, Youtube o Google Maps, entre otras (sin
embargo, Google Play y Google Play Protect seguirán operativas).
Múltiples
analistas afirman que un golpe de esta naturaleza tendría importantes
consecuencias en Huawei dado que tendría que crear su propio sistema operativo
y sus propias aplicaciones y que ello sucediera de forma rápida y exitosa. Algo
que no se antoja sencillo cuando a nivel mundial Android representa el 85% y el
resto está copado por iOS de Apple. El sector de los sistemas operativos es muy
restringido. En cuanto a la venta de las aplicaciones la situación es similar,
pues el 70% de las descargas se realizan en Google Play Store y el 22,6% en
Apple Store. Casi el 93%.
Ren
Zhengfei, el fundador de Huawei, considera, sin embargo, que el impacto del
ataque en la empresa, en caso de producirse, sería asumible. Basa su
consideraciones en que Huawei obtiene el hardware de empresas norteamericanas y
chinas al 50% —al menos, antes del inicio de la contienda arancelaria— y
también en la ventaja tecnológica de su compañía respecto a la tecnología 5G.
Según él, este adelanto se estimaría en unos dos o tres años. De sus palabras se
deduce que el suministro de hardware lo tendrían solucionado aumentando la
producción de las empresas chinas y el daño en el software espera ser
compensado con el adelanto tecnológico en 5G.
La respuesta china
Por
otra parte, la respuesta de China a la amenaza norteamericana puede consistir
en restringir las exportaciones de 'tierras raras', imprescindibles para la
fabricación de productos de alta tecnología como automóviles eléctricos. No hay
que olvidar que la subida de aranceles norteamericanos a China hace dos semanas
fue respondida por el gigante asiático con una subida del 10 al 25% sobre
productos norteamericanos (entre los que no estaban las tierras raras). Una
medida muy lógica si tenemos en cuenta que China produce el 90% de tierras
raras en todo el mundo.
Pero
los asiáticos cuentan con más munición, pues nadie puede descartar que realicen
una ofensiva sobre Apple en su territorio. La compañía de la manzana mordida,
antaño arcoíris, podría quedar seriamente dañada de continuar el conflicto,
pues entre las más de 200 empresas de 43 países diferentes que proveen a Apple
una cantidad más que considerable son chinas (y taiwanesas). Por ejemplo, las
baterías del iPhone son proporcionadas por Sunwoda Electronic, ubicada en
Shenzhen, y los chips de la serie 'A', aunque son fabricados por Apple, son
producidos por TSMC en fabricas chinas y taiwanesas.
Tampoco
sería descartable que se impidiera la venta de dispositivos de Apple en China,
lo que afectaría muy seriamente a la empresa norteamericana, la cual facturó en
2018 más del 15% en el país asiático. Medida que no podría tener respuesta por
parte de los Estados Unidos pues Huawei no está presente en el mercado
norteamericano.
El
ataque chino, además, podría también tener una ramificación en Taiwán, porque
muchas de las empresas que sirven a Apple están ubicadas en esta pequeña isla y
tienen sus fábricas en China.
Los daños colaterales ya son
una realidad
Huawei
incrementó sus ventas un 34,8% en 2018 y consiguió vender 202,9 millones de
terminales móviles en todo el mundo. Se trata de la tercera compañía en venta
de smartphones a nivel mundial, detrás de Apple —a la que sigue muy de cerca— y
de Samsung. No se trata, por tanto, de una compañía cualquiera y teniendo el
mundo un nivel tan elevado de globalización resulta casi imposible que empresas
del resto del planeta, norteamericanas y de cualquier otro país, no resulten
afectadas por un ataque bélico a nivel comercial de la magnitud del que
pretenden los norteamericanos.
Ni
China es un país que se pueda boicotear ni la globalización del mundo actual
permite boicotear a las empresas de una potencia mundial sin que ello suponga
un golpe salvaje a toda la economía mundial. Incluidas las propias empresas
norteamericanas. Una prueba de ello la hemos podido encontrar en los mercados
bursátiles o en las quejas o justificaciones de Tim Cook al respecto de las ventas
de Apple debido a la guerra comercial.
Lo
que no es de extrañar si tenemos en cuenta que la empresa norteamericana, líder
en la venta de smartphones solo por detrás de Samsung, había perdido un 3,5% de
su valor en bolsa en solo esta semana y acumula un 15% desde que Donald Trump
aumentó la intensidad de la guerra comercial con China hace dos semanas. Y los
daños colaterales no quedan solo restringidos a Apple, pues Skyworks acumula un
21,5% en las últimas semanas, una situación catastrófica que se repite en la
mayoría de empresas tecnológicas, especialmente en el sector de los
semiconductores: Xilinx pierde un 17%; Nvidia, un 15%; Intel, un 13% (y hasta
un 26%); VanEck Vectores Semiconductor, un 15%; Qualcomm, un 6% solo el lunes
20 de mayo…
El impredecible desenlace de
la guerra
Una
vez que las razones del conflicto son más que obvias —la ventaja tecnológica
china en 5G y el liderazgo económico del gigante asiático—, queda por resolver
cuál será el desenlace del conflicto, cuál puede ser el ganador y cuáles pueden
ser los países beneficiados (si es que los hay). No es nada sencillo de
predecir.
En
ocasiones, conflictos de esta magnitud terminan por no tener un vencedor claro,
eso que se conocen como guerras pírricas, e incluso por favorecer a un tercero.
Pensemos, por ejemplo, en la I Guerra Mundial y cómo este conflicto marcó el
principio del fin de la superioridad europea y el comienzo del liderazgo
norteamericano. A nadie extrañe, por tanto, que este conflicto pueda favorecer
a terceros países, especialmente asiáticos (India, Pakistán, Indonesia…), pero
también latinoamericanos si aprovechan la oportunidad.
Queda
en evidencia que ambos contendientes, chinos y norteamericanos, necesitan el
uno del otro, lo que no permite descartar, por las altas presiones que ejerzan
las empresas, que la situación se reconduzca. Al menos, ello es lo que están
suplicando las grandes empresas, con Apple a la cabeza, aunque sus mensajes
oficiales puedan diferir.
China,
más allá del conflicto, debe aprender la lección —necesita un sistema operativo—,
pues en este conflicto mantiene una clara superioridad en 'hardware' y una
clara debilidad en 'software'. Y Estados Unidos debe aprender la suya: ya no
son los amos del mundo y los tiempos de salvajes boicots económicos ya no son
posibles entre superpotencias.
Exteniente
del Ejército de Tierra de España.
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