Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lourdes Montero
Algunas
personas nos alarmamos cuando tenemos conocimiento de los diversos encuentros
de las iglesias y el poder político. Este temor está fundado en los riesgos que
siempre implica este vínculo para las luchas por los derechos de las mujeres y
las diversidades sexuales. Sin embargo, el campo en disputa parece ser mucho
más amplio que un simple interés inmediatista por votos: las iglesias están
influyendo de forma sólida hacia una transformación cultural conservadora. La
reciente discusión de la Ley de Libertad Religiosa ha vuelto a poner en duda
los avances de nuestra declaración constitucional de Estado laico; y el
surgimiento del nuevo binomio presidencial por UCS nos alerta sobre el
entramado religioso en el campo político.
Durante
los 60 y 70, las fuerzas progresistas de América Latina tenían en las élites
religiosas potentes enemigos, y no son pocos los ejemplos históricos del
vínculo de las iglesias con las dictaduras militares. Pero esos tiempos han
cambiado, y cada vez es más urgente comprender la novedosa relación que existe
entre las diversas religiones y los imaginarios políticos de nuestra sociedad.
Por eso celebro la reciente publicación El nuevo evangelismo político en la
revista Nueva Sociedad (No 280) que se pregunta, entre otras cuestiones, ¿cómo
está transformando la política el nuevo evangelismo?
Una
rápida mirada al contenido de la revista nos demuestra que esta preocupación
que expresamos en Bolivia tiene un denso arraigo en toda la región: Brasil y
Costa Rica son los casos más mediáticos, pero hablemos también de Chile,
Argentina, México, Cuba y, como ejemplo sorprendente, las megaiglesias de
Nigeria que ya construyen sus propias ciudades. De las variadas ideas que
explora la revista quiero detenerme en lo que Pablo Semán denomina los
“eficaces entronques teológicos con creencias y sensibilidades populares” como
una estrategia que nos permite comprender (en algo) el crecimiento amplio de
estas identidades modernas.
La
pregunta es, ¿qué hace tan atractiva la religión protestante (en todas sus
manifestaciones) en la actualidad? Mi hipótesis es que su incremento se debe en
parte a dos rasgos centrales que tenemos que explorar mucho mejor. El primero
refiere a la “teología de la prosperidad” y el segundo, a la “universalidad del
sacerdocio”.
La
teología de la prosperidad sostiene que si Dios puede curar y sanar el alma, no
hay razón para pensar que no pueda otorgar prosperidad. La bendición se ofrece
ahora, no es una promesa del más allá, y su contraparte es el diezmo. Así, la
prosperidad de tu negocio o trabajo se corresponde a tu fidelidad a Dios y en
el sacrificio que haces al otorgar recursos a tu iglesia. Esta mezcla entre lo
espiritual y lo económico de manera tan abierta (contrapuesta a la ética de la
pobreza de la religión católica) se relaciona con las ambiciones concretas de
bonanza del sector popular.
La
segunda característica refiere a la universalidad del sacerdocio, que
democratiza el surgimiento de líderes religiosos. Esto permite que
prácticamente cada creyente puede convertirse en pastor y cada nueva iglesia
recrea la religiosidad adaptándola a la sensibilidad del territorio con el que
conviven; produciendo así prédicas, organizaciones y productos culturales
adaptados a los más diversos nichos sociales. Por ello, en cada barrio puede
haber una interpretación particular (y adaptada) de la religiosidad y cada
hermano puede ser tu pastor.
El
caso de la expansión evangélica es revelador que cada vez son más precarios
los muros de interposición entre el mundo de la religión y la política. Este
constante “retorno” del mundo conservador portado por la tradición religiosa
debe ser una preocupación política central. La modernidad en Bolivia, lejos de
significar el fin de las creencias espirituales, nos desafía a comprender mejor
cómo estas se articulan a nuevos imaginarios, intercambios simbólicos y
trasformaciones económicas.
Es
cientista social
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