Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Danilo
Paz Ballivián
La
oposición sufre el Síndrome de Estocolmo: admira a sus secuestradores, el FMI y
el Banco Mundial
Trastorno
psicológico temporal que aparece en la persona secuestrada y que consiste en
mostrarse comprensivo y benevolente con la conducta de los secuestradores e
identificarse progresivamente con sus ideas, ya sea durante el secuestro o tras
ser liberada”, este es el concepto del cuadro patológico denominado Síndrome de
Estocolmo, que inmediatamente puede asociarse, por sus síntomas, al discurso
político ejercitado por la oposición al gobierno de Evo Morales y al proceso de
cambio en general.
En
efecto, las clases medias de la oposición (de los partidos y asociaciones
políticas, plataformas, comités cívicos y algunos profesionales, académicos y
analistas) saben a ciencia cierta qué derrotado el proceso de cambio solo puede
venir una devaluación monetaria y en consecuencia una inflación, primero; y,
segundo, una reducción del gasto público que acrecentará el desempleo dado que
al momento el Estado es el principal empleador del país.
Aquí,
claramente esas clases medias secuestradas se identifican con los
secuestradores. Creen que es inevitable y necesario cumplir con los dictámenes
del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial para no quedar al margen
del sistema. En el fondo creen que solo podemos existir como dependientes en el
concierto internacional.
Esta
conclusión tremenda, naturalmente no puede ser dicha por los secuestrados y
menos por los secuestradores; tienen que buscar una forma indirecta y sutil
acudiendo a los valores, la ética y la moral ciudadana. De esta manera, el
propósito de derrocar al gobierno de Evo Morales y liquidar el proceso de
cambio aparece metamorfoseado como la lucha contra el centralismo, la defensa
de las autonomías, la defensa del medio ambiente, la lucha contra la corrupción
pública y el prebendalismo, en fin, como la defensa de la Constitución Política
del Estado.
Lo
paradójico es que la libertad y la democracia sean ahora levantadas por los secuestrados;
por esa élite desplazada de “la democracia pactada”, caracterizada precisamente
por ser comprensiva, benevolente e identificada con los secuestradores.
Por
más de una década esa élite pequeña y exclusiva perdió el poder político de
decisión directa en indirecta en el quehacer del Estado, no así su poder
mediático, acrecentado más bien por las redes sociales mediante las cuales
sistemáticamente crea y reproduce una posverdad, es decir: “Un contexto
cultural e histórico en el que la contrastación empírica y la búsqueda de la
objetividad son menos relevantes que la creencia en sí misma y las emociones
que genera a la hora de crear corrientes de opinión pública”.
Mediante
los instrumentos de comunicación escrita, audiovisual y de redes sociales disponibles,
esta élite opositora tiene el objetivo de crear una corriente de opinión
pública que independiente de la demostración empírica y de la objetividad,
establezca creencias que valgan por sí mismas. En el marco económico, por
ejemplo, establecen: que la bonanza económica se debe exclusivamente al alza
del precio de las materias primas; que las empresas estatales no son rentables;
que en hidrocarburos se explota, pero no se explora; que todas las obras de
infraestructura física, particularmente los caminos, suponen coima y
corrupción; que la economía es más centralista que nunca, etc. En el ámbito
político: que todos los poderes del Estado están subordinados al Poder
Ejecutivo; que el apoyo al proceso de cambio de las organizaciones populares,
de las fuerzas armadas y la Policía son prebendales; que todos los proyectos
económicos y sociales del gobierno central responden a una campaña electoral;
que nuestra política exterior nos aísla y condujo a una segunda derrota en el
Pacífico, etc.
Esta
táctica sutil e indirecta, en su remate, solo persigue cortar el proceso de
cambio y derrocar al gobierno de MAS, para restaurar un nuevo ciclo liberal.
Concretamente, esa élite minoritaria de oposición quiere un voto emocional, no
razonado contra el MAS, en el que no importe el programa y los logros
alcanzados, sino simplemente que Evo Morales debe irse porque debe irse, los
motivos los encontrará el ciudadano en el amplio abanico de las posverdades
previamente establecidas.
Lo
sorprendente es que esta élite opositora en realidad no quiere tomar el poder y
proponer un programa a la nación en su conjunto, simplemente quiere recuperar
su papel de mediador entre el Estado y la sociedad en una economía neoliberal,
un gobierno de democracia pactada y un sistema de partidos funcionales. La
posverdad no tiene patas cortas como la mentira; sin embargo, la evidencia
empírica y la objetividad se irán imponiendo de todas formas.
A
partir del último periodo de gobierno del MAS se va priorizando la ejecución de
proyectos productivos y sociales a través de los programas Bolivia Cambia, Mi
Agua, Mi Riego, Créditos de Fomento a la pequeña industria y el campesinado, al
mismo tiempo que se desarrollan proyectos mayores como la explotación e
industrialización de hidrocarburos, en hidroeléctrica y minería. Por otra
parte, los perversos intentos de retorno al liberalismo de Argentina y ahora de
Brasil, van ciertamente contra ese discurso de la posverdad.
Queda
pues una campaña del MAS que objetivamente demuestre lo realizado en 13 años de
gobierno, sin esa cansadora comparación del antes y después de 2005, hablando
más bien de los periodos del proceso de cambio, en los que se destaca el
progresivo crecimiento de la inversión en áreas estratégicas de hidrocarburos,
minería y construcción de carreteras; en áreas productivas de pequeña industria
y pequeña producción campesina; y en áreas básicas de salud y educación.
A
partir de ese diagnóstico empíricamente demostrado, marcar la Agenda 2025,
caracterizada como proteccionista, corporativa y estatal revolucionaria, es
decir, patriótica y antiimperialista. Además, para que la verdad se imponga
sobre la posverdad deberá cumplirse transparente y efectivamente la lucha
contra la corrupción pública y el contrabando.
Sociólogo,
investigador del CESU-UMSS
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