Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Joaquín
Ayma
“Desde el principio, la oligarquía boliviana no sirvió ni
siquiera como oligarquía y hasta hoy ha sido lo que podríamos llamar una
oligarquía birlocha, aprisionada por su propia sensualidad, adormecida en su
falta de sentido de la historia”
René Zabaleta
De
las oligarquías del continente, ensimismadas y ajenas a toda realidad, a
Bolivia le cayeron en flor, una fauna de tiranos amantes de la hamaca, de
mejillas coloradas, bigotes de Bismark, prepotentes e ignorantes, ridículamente
afrancesados que consideraban indigno luchar por la posesión del mar, “hubiesen
preferido combatir hasta la muerte, por el santuario de Copacabana”.
El
artículo 14 de la primera constitución de este país vapuleado del derecho y del
revés, consideraba que mujeres e indios carecían de facultades mentales, por lo
que el marido y el patrón, debían sojuzgar esos cuerpos llenos de pecados
abominables.
Con
la plata que debieron usar para comprar buques de guerra, para detener a la
armada anglo chilena, construyeron en Chuquisaca, el cementerio más bello del
mundo, con árboles traídos de Europa, malvas y helechos de Colombia y siemprevivas
de México. Contrataron al mismísimo ingeniero Eiffel, para que les construya en
la capital, una réplica a escala de la famosa torre francesa, y una terminal
ferroviaria, similar al de las capitales europeas de entonces. Con la misma
intensidad con que amaban Francia, detestaban Bolivia, por lo que hicieron todo
lo humanamente posible por hundirla.
En
1902, en su informe ejecutivo, el ingeniero Sénechal de La Granje, presidente
de la Compañía Minera Huanchaca, señalaba: “de los 400 nacidos anualmente,
muere alrededor de 360 antes de los tres meses” Sin esta formidable carnicería,
las fortunas de la oligarquía minero terrateniente, jamás hubieran visto la
luz.
Así
nació, creció y se enriqueció, la clase social de la cual proviene Carlos Mesa
y que hoy pretende vendernos el rostro humano del capitalismo salvaje.
En
1904, el mismo año en que la casta gobernante firmaba el tratado que entregaba
definitivamente el mar a la rapiña mapocha, el magnate del estaño, Simón
Patiño, fundó el periódico El Diario, que jamás en su larguísima vida, fue
censurado por ninguna de las habituales dictaduras que inundaron de sangre la
historia de Bolivia y que sobrevive hasta nuestros días, sin cambiar un ápice
su rancio discurso pro terrateniente.
De
allí medraron los padres, hermanos y hermanastros de la culta familia de
Carlitos, como le gusta que lo llamen.
Por
lo que cabe preguntarse, ¿Existe en Bolivia una oligarquía nacional capaz de
construir un verdadero proyecto de país soberano e independiente? ¿Es posible
encontrar en la historia de esta oligarquía, un atisbo de decencia por esta
patria huérfana de padre y madre?
La
respuesta, por supuesto es, no. Con su natural elocuencia, en su mensaje a la
Tricontinental el Comandante Che Guevara escribió; “las burguesías autóctonas
han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo -si alguna vez la
tuvieron- y solo forman su furgón de cola”.
En
un reciente acto fallido, don Carlos, prometió que de llegar a la presidencia,
de un solo saque acabaría con el Estado rentista. Estos modestísimos bonos que
tanto irritan a los neoliberales, detuvieron la muerte de miles de madres y
niños, interrumpieron la sangría de la deserción escolar y devolvieron dignidad
a los viejos, 180 años olvidados por todos los gobiernos de todos los colores.
Después,
el oligarca se desdijo, pero en un lapsus línguae, volvió a mostrarnos su alma
endeble y tránsfuga. Sigmund Freud, explicaba que “los actos fallidos expresan
algo que, por regla general, la persona no se propone comunicar sino guardar
para sí”, pero que es eso, efectivamente lo que piensa, confirmando el dicho
popular; el pez muere por la boca.
Entonces,
¿Qué hará don Carlos Mesa, con las empresas nacionalizadas, las volverá a
vender como ya lo hizo una y otra vez su partido político?
¿Qué
les sucederá a las casi 4 millones de almas que escaparon del purgatorio
neoliberal y que hoy son clase media?
Los
días atroces de la Masacre de Octubre, Carlos Mesa, dijo sentirse consternado
por tanta muerte. Es decir, ¿Carlos Mesa, no sabía lo que eran capaces de hacer
Sánchez de Lozada y Sánchez Berzaín, por lo tanto, lo engañaron?.
El
13 de octubre de 2003, el oportunista representante del capitalismo ético,
retiró su apoyo a Sánchez de Lozada, pero ya en las calles habían 42 muertos
amontonados en las calzadas y aceras.
El
17 de octubre, el mismo día en que Los Sánchez, escapaban del país Carlos Mesa
se reunió con el embajador de Estados Unidos, David Greenlee. Así, el imperio
bendecía el reciente gobierno del neoliberal bueno.
El
7 de marzo de 2005, en otro acto de sinceramiento, don Carlos Mesa, admitió,
chabacano y feliz: “señor, señora, le estoy pagando… su salario de la limosna
internacional que recibo, porque extiendo la mano”. Poniendo en evidencia, sin
abochornarse, la mentalidad parasitaria de una casta pedigüeña.
Junto
a Amalia Pando, al padre Pérez, Mario Espinoza y a una generación de
periodistas sicarios, bendijeron de rodillas la llegada de los globos de la
globalización y el libre mercado, no dijeron ni pio mientras el Estado
neoliberal, remataba 220 empresas del pueblo.
En
una complicada operación quirúrgica, los medios de comunicación, pretenden
instalar en el sentido común de la sociedad, la idea de que Carlos Mesa
representa lo nuevo y que Evo representa lo viejo. Este grotesco Frankenstein
del libre mercado, con partes del cuerpo remendadas a una cabeza cínica y
burlona, es la esperanza de la oligarquía boliviana.
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