Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Reymi
Ferreira
El
siglo XXI ha sido el escenario de la transición de los modos de influencia
política a través de los medios de comunicación social. Asistimos a la
consolidación de las redes sociales como los medios de mayor impacto en la
política. La victoria de Barack Obama se debió en gran medida al efectivo uso
del Facebook. A través de las redes se apuntaló la denominada “Primavera árabe”
que derrocó a regímenes nacionalistas en Egipto, Túnez y Libia. Su utilidad se
probó también en Europa con el derrocamiento del gobierno democrático de
Ucrania, que fue sucedido luego por el actual gobierno filofascista de dicho
país.
El
sentimiento antieuropeo que logró el éxito del brexit en el Reino Unido, la
derrota en el referéndum del proceso de paz en Colombia y la victoria opositora
en Bolivia el 21 de febrero también demostraron lo efectiva que puede ser la
manipulación política a través de las redes sociales. Las victorias de
personalidades tan cuestionadas como Donald Trump o Jair Bolsonaro tampoco
hubieran sido posibles sin las redes sociales. Bolsonaro ganó prácticamente sin
movilizarse, a través de mentiras permanentes y reiteradas difundidas por
WhatsApp.
Hay
quienes sostienen que las redes sociales son neutras, como cualquier otro
instrumento, y que su contribución a la democracia dependerá de quién y cómo
las utilice. Otros, como Zigmunt Bauman o Humberto Eco, consideran que estos
nuevos instrumentos están aparejados a la crisis del Estado; el cual está
perdiendo terreno frente a las entidades transnacionales económicas, que han
generado una cultura de desarraigo, alienación, individualismo y consumismo
desenfrenado. Hoy se vive para consumir y sustituir lo que se consume, como los
teléfonos celulares, cayendo en un ilimitado e irracional deseo de cambiar los
móviles sin motivo; fenómeno que Eco ha calificado como “una bulimia sin
objetivo, orgía del deseo; vivir para aparentar y para consumir”.
Bauman
señala que frente a la desilusión con el Estado y la revolución ganan terreno
los “indignados”, quienes saben lo que no quieren, pero no lo que sí quieren.
Es una lucha light en una modernidad liquida, en la que más importa la selfi
que el contenido, la ausencia de compromiso social, la trivialización de la
política, la precarización de los valores, la tendencia a vivir el momento. De
estas influencias no se ha librado ni la música, la que se ha reducido a un
simple golpe monótono de tambores y de algún “cantante” que cree que su queja
es música; basta escuchar a Maluma o Bad Bunny para darse cuenta de ello.
Las
redes sociales transmiten más fácilmente emociones que pensamientos. El
contenido comunicacional está asentado en imágenes, e influyen más en el tálamo
(sentimientos, instintos) que en el córtex. Por ello, los mensajes de odio, el
sensacionalismo, el morbo... se transmiten con una velocidad impresionante en
las redes.
No
existe debate, simplemente incitaciones, un insignificante meme genera
corrientes de “opinión”. En un mundo “líquido” en el que hay que vivir el
momento ya no existe la paciencia para leer. Esta precarización favorece a los
centros mundiales que están homogeneizando tendencias y culturas en función al
mercado, por lo que naturalmente estarán en contra de cualquier expresión que
considere que el Estado todavía tiene una función que cumplir.
Aberraciones
como violaciones en manada o la repetición a modo de rebaño de mentiras
políticas que te hacen sentir “cool” no es lo único que se ha precarizado. Esto
se lo observa, como ya se dijo, hasta en la música; no sin razón Camilo Sesto
dijo hace unos días que “la música de hoy es una mierda”.
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