Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Entrevista a Telma
Luzzani
Telma Luzzani es una periodista e investigadora argentina
de larga trayectoria, quien además es autora del libro Territorios vigilados: Cómo opera la red de bases norteamericanas en Sudamérica,
obra que le valió en 2012 el Premio Libertador al Pensamiento Crítico,
otorgado por el gobierno venezolano y el cual recibió de manos del presidente Nicolás
Maduro en 2013.
Desde hace décadas, Luzzani es una comprometida intelectual
y activista por nuestra América y actualmente es una de las más calificadas
estudiosas del avance estratégico estadounidense en la región, por ello La
Correo, a través de Alejo Brignole, mantuvo un extenso diálogo para que nos ofreciera
su visión en la materia.
Usted
es autora de uno de los más importantes trabajos de investigación sobre las bases militares estadounidenses en
América Latina realizados en las últimas décadas. ¿Qué significa y bajo qué
conceptos estratégicos tienen presencia estas bases en nuestros países?
Hasta el siglo XIX, la estrategia dominante en el
mundo era la del geógrafo y político inglés Halford John Mackinder [1861-1947],
que privilegiaba el dominio terrestre como proyección de poder geoestratégico.
Sin embargo, los Estados Unidos luego intentan superar este enfoque doctrinal a
través de algunos de sus estrategas como Alfred Mahan, que anteponía el predominio
naval como aspecto clave para fortalecer a la nación.
En su doctrina, Mahan visualiza a América como una
gran isla continental y a su propio país como un territorio rodeado por los océanos
Atlántico y Pacífico, y por lo tanto, con proyección hacia los dos continentes
vecinos: Asia al oeste y Europa al este. Dentro de esta concepción, el punto
más vulnerable en términos geoestratégicos para él era el sur, por lo cual
entendió que resultaba crucial controlar cualquier amenaza que proviniera de
esa frontera terrestre. Bajo esta línea interpretativa, EE.UU. decide dotarse
de una poderosa flota naval y mercante y asume la necesidad de un sistema de
bases militares, no sólo para mantener abiertos los pasos interoceánicos y las
rutas comerciales, sino también para abastecerse. En efecto, la estrategia que
hoy observamos en la política exterior estadounidense no es reciente, sólo la
utilización y características de las bases fueron corregidas o adaptadas
conforme la tecnología y los usos tácticos fueron evolucionando.
¿Y cuál
sería el sentido estratégico dado por EE.UU. a sus bases en este momento
histórico?
En este siglo XXI las bases militares resultan un
instrumento fundamental para conservar la hegemonía imperial. En el contexto
latinoamericano, las bases diseminadas tanto en Centroamérica como en
Sudamérica son imprescindibles para la sobrevivencia económica estadounidense y
para su futuro equilibrio estratégico. Recordemos que EE.UU. se concibe como una
isla continental y dentro de esa concepción le adjudica a América Latina un
lugar clave, es parte de su Homeland,
según ellos afirman de manera reservada.
De su
análisis se desprende que América Latina resulta indispensable para EE.UU. en
el complejo escenario multipolar y ambientalmente crítico que se perfila en
este siglo XXI…
Sin dudas… No sólo por las razones geoestratégicas ya
señaladas, sino porque nuestra región es una fuente inagotable de recursos
naturales: de agua, alimentos, metales estratégicos, hidrocarburos, entre otros.
Vemos entonces que pertenece a un área de seguridad militar. De ahí que tengan
base en Guantánamo, Panamá, Manta, las bases costeras en el Pacífico continental
o en la Amazonía peruana, como reaseguro ante cualquier ataque extranjero, pero
además como proyección de poder.
Desde siempre las bases militares se caracterizan
por estar emplazadas donde existen recursos importantísimos, como por ejemplo,
las bases abiertas bajo el auspicio del Gobierno de Macri, ubicadas en las
cercanías del acuífero guaraní en la Mesopotamia, en Jujuy donde está el litio,
y en Neuquén en el yacimiento petrolífero de Vaca Muerta. Estas instalaciones,
junto a Ushuaia, que es un punto próximo a la Antártida además de controlar el
paso interoceánico del Cabo de Hornos, son un ejemplo ilustrativo de su
proyección regional.
¿Cuáles
son las argumentaciones o justificaciones que utiliza Washington para este
despliegue continental, que es también mundial?
El argumento oficial luego de la caída de la Unión Soviética
fue el combate al narcotráfico, al crimen organizado o bien proveer ayudas
humanitarias y asistencia en caso de desastres naturales. Ya caducada la
posibilidad de seguir hablando de un “peligro rojo”, se elaboraron nuevos
argumentos que son los que se utilizan actualmente, aunque en realidad los
objetivos son otros: el acceso a los recursos naturales y a las fuentes
energéticas, como ya vimos. También juegan un papel el control de las
migraciones y del negocio de la droga (que es la segunda o tercera fuente de
riqueza y de acceso al dinero en el mundo). Otra razón primordial es la vigilancia
de las insurgencias y de los movimientos sociales. Las bases articulan tareas
de espionaje y de inteligencia, pero no sólo de almacenamiento de información,
sino además como proveedoras de datos. Podemos citar el golpe contra Hugo
Chávez en 2002, que fue asistido desde la base estadounidense de Manta.
Habría que recalcar que la generalidad de estas
bases utiliza ejércitos mercenarios. No olvidemos que en EE.UU. existen grandes
corporaciones de servicios militares privados como Academi (anteriormente denominada Xe Services LLC, luego Blackwater,
una empresa que participó en Irak y Afganistán con cientos de miles de
efectivos mercenarios).
De igual manera, las bases están concebidas para
ser utilizadas en eventuales intervenciones e invasiones destinadas a
desestabilizar un país, como se pretende hoy en Venezuela, y para entrenamiento
de tropas a ser empleadas en diversos escenarios planetarios. Después de la
reforma que se hizo durante la Administración de Bill Clinton en 1997 estas
bases se denominaron “sitios de operaciones de avanzada”, que son plataformas
portátiles con personal rotativo que operan en red. Su comando central se
encuentra en la base aérea de Schriever, en el Estado de Colorado.
¿Las
proyecciones en cuanto a las bases estadounidenses en el mundo y en particular
en América Latina son crecientes o decrecientes? ¿Habrá más en el futuro?
La
tendencia sugiere claramente que EE.UU. intentará incrementar sus
emplazamientos. EE.UU. ha logrado recientemente presionar al Gobierno de Michel
Temer en Brasil para habilitar la base de Alcántara, en Maranhão, algo que hasta ahora no se había
podido concretar debido a la posición soberana de Lula da Silva, que lo impidió.
La excusa esgrimida por Washington es que la base de Alcántara es un excelente
emplazamiento para lanzar satélites al espacio debido a que está dos grados por
debajo del Ecuador. Sin embargo, el interés está puesto en el Amazonas, que es
otra fuente vital de recursos naturales. La zona de Alcántara es además el
punto más próximo de América al continente africano. Y África, sin dudas,
despierta cada vez más el interés de EE.UU.
En
estos momentos, uno de los vectores que hay que tener en cuenta es la mayor
presencia de China, no sólo en África, sino en nuestra región, y las disputas que
EE.UU. está teniendo con la potencia asiática. Una confrontación que ya fue manifestada
de forma explícita en la última doctrina militar aparecida en diciembre de 2017,
y ahora, en la gira que hizo el Secretario de Defensa estadounidense, James Mattis,
en Latinoamérica y en la que pidió a Michel Temer la apertura de la base de
Alcántara. Asimismo expresó el deseo de su país de que América Latina se aparte
de toda asociación comercial y cooperativa con China. Mattis insistió en que
los valores latinoamericanos se acercan más a los de Estados Unidos que a los
de China o Rusia.
¿Existe
alguna manera eficaz de contrarrestar este despliegue claramente neocolonizador
en el hemisferio? ¿La remoción de estas bases supone un
problema militar, o más bien de orden jurídico bilateral?
En
este sentido creo que los medios para contrarrestar estos despliegues son
siempre políticos y jurídicos, es decir, todos los medios son válidos. La
solución militar siempre está en último término y en nuestro caso no resulta
recomendable, ya que la región no está capacitada para encarar ese tipo de
confrontación. Sí en cambio debemos apelar al recurso político y a la presión
popular, que puede ser un factor vital para el cierre de estas bases. En
Argentina, cuando se estuvo por abrir la base en la provincia del Chaco durante
la gestión del gobernador Jorge Capitanich, la iniciativa tuvo que ser
cancelada debido a la creciente presión popular y política.
¿Qué
rol desempeñan China y Rusia en este equilibrio que plantea EE.UU. con sus
bases diseminadas en toda la región?
Diría
que estamos en un ciclo en donde podemos marcar cierta decadencia de la potencia
norteamericana y el ascenso de Rusia, pero sobre todo de China. Por supuesto,
Rusia es trascendental por su poderío nuclear, pero es China la que más puede
rivalizar con EE.UU. y ellos están muy preocupados por este cambio de paradigma.
Por ello, la administración de Trump está buscando resolver ese conflicto. Los
estrategas de Washington saben muy bien que alcanzar otra vez el unilateralismo
y erigirse en la única potencia mundial dominante es imposible. Eso lleva a que
haya, al menos en apariencia, un interés de compartir el poder mundial con una
especie de G-3 o G-2 (algo que estimo muy difícil de conseguir). O bien
asentarse en distintos bloques de poder, en cuyo caso la elección clara de EE.UU.
sería asegurarse a como dé lugar el bloque de América Latina, y en general a
todo el continente americano.
Entrevista
realizada por Alejo Brignole
(Publicado en revista La Correo No. 78, septiembre de 2018 / www.lacorreo.com)
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