Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Por
Javier Larraín
Al amanecer del
martes 11 de septiembre de 1973, las tres ramas de las Fuerzas Armadas de Chile
se desplegaron para derrocar al Gobierno del presidente Salvador Allende y la
Unidad Popular (UP).
Dirigidos por el
general Augusto Pinochet, los golpistas se concentraron inicialmente en apresar
a los dirigentes y líderes políticos de la izquierda, con la excepción del
Presidente, a quien se ordenaba “matar”. Por eso, a media mañana la Fuerza
Aérea bombardeó la casa de Allende y alrededor del mediodía hizo lo propio con
el Palacio de La Moneda, desde donde finalmente salió sin vida el primer
mandatario.
El día del golpe
También tempranamente
partió de su casa, para dejar a sus hijas en la escuela, el cantautor y
dramaturgo Víctor Jara, quien debía participar en un acto político, en la
Universidad Técnica del Estado (UTE), en que Allende convocaría a un plebiscito
para que el pueblo decidiera en las urnas si debía continuar con su mandato.
Obediente al llamado
de la Central Única de Trabajadores de Chile (CUT), de defender al Gobierno
desde cada puesto de trabajo, Víctor se dirigió a la UTE, donde ejercía como
docente y director de teatro. De esta manera, sin poder abandonar el campus a
causa del toque de queda, pasó la noche en un aula –tapado con papel periódico–
junto a otros profesores, siendo todos detenidos por las tropas al mando del
mayor Marcelo Moren Brito (al momento de su muerte, en 2015, sus condenas por
crímenes de lesa humanidad ascendían a 300 años) y rápidamente trasladados, el
miércoles 12, al Estadio Chile, un coliseo cerrado ubicado a media cuadra de la
Alameda, y primer centro de detención masiva de la dictadura, a cargo del
coronel Mario Manríquez Bravo.
Detención,
interrogatorios y torturas
Identificado
inmediatamente por el militar que recibía a los detenidos, Jara fue apartado de
las filas, arrojado al suelo y golpeado a culatazos de fusil por un conscripto.
Desde entonces tendría un trato especial, al margen de los restantes cinco mil
detenidos.
Según han señalado
algunos ex prisioneros políticos, de los cuatro días que Víctor Jara estuvo en
el Estadio Chile, sólo un instante pudo allegarse a las gradas del recinto, el
viernes 14, donde compartió con algunos colegas de la UTE, quienes le limpiaron
un herida que tenía en la frente, le brindaron algo de agua y un huevo crudo,
único alimento que ingirió desde que fue detenido.
Apartado del resto,
unas veces en un pasillo y otras en una oficina, pero siempre con guardias a su
alrededor, el cantor fue llevado una y otra vez hasta los camarines del
recinto, para ser interrogado y torturado por los oficiales.
Asesinato
La noche del sábado
15, los últimos detenidos fueron formados en fila india, en la entrada del
espacio deportivo, para ser trasladados al Estadio Nacional. Tres fueron
separados del grupo: Danilo Bartulín, amigo y médico personal de Allende;
Littré Quiroga, director general del Servicio de Prisiones; Víctor Jara. Los
dos últimos no sobrevivieron.
Hasta el 2009 eran
confusas las versiones en cuanto al asesinato de Víctor Jara, sin embargo, a
partir de las declaraciones de ex conscriptos presentes en el Estadio Chile,
por ejemplo, la de José Paredes Márquez, quien dijo haber sido testigo
presencial del crimen, se logró precisar el curso de los acontecimientos: tras
ser apartado de la fila de los presos, Víctor fue devuelto a un camarín donde
fue brutalmente golpeado y torturado por cinco o seis oficiales, quienes
jugaron con él a la “ruleta rusa” y después le obligaron a arrodillarse,
asesinándole por la espalda, en las primeras horas del domingo 16.
El peritaje
antropológico realizado por el Programa de los DD.HH. del Servicio Médico Legal
de Chile en 2009, entre varios detalles, arrojó: los restos de Víctor Jara
daban cuenta de 56 lesiones, unas en el cuello y costillas a causa de una
caída; contaba además con 44 impactos de bala de Fusil SIG, disparos propinados
a no más de dos metros de distancia; fue asesinado por la espalda, mediante un
disparo en la nuca, con salida de proyectil por el parietal derecho, emitido
con una pistola 9mm. Las dos armas empleadas eran de uso “reglamentario” para
la oficialidad.
Los culpables
Después de 45 años de
investigaciones, el 29 de junio del presente año, le tocó al ministro de la
Corte de Apelaciones de Santiago, Miguel Vásquez, emitir un fallo en los casos
de “los delitos de secuestros simples y homicidios calificados, perpetrados en
las personas de Víctor Lidio Jara Martínez y Littré Abraham Quiroga Carvajal”,
documento que en sus 342 páginas condena en calidad de culpables a nueve ex
oficiales del Ejército de Chile, quienes deberán cumplir una condena de 15 años
y un día: Hugo Sánchez, Raúl Jofré, Edwin Dimter, Nelson Haase, Ernesto Bethke,
Juan Jara, Hernán Chacón y Patricio Vásquez.
¿El noveno? El ex
teniente Pedro Pablo Barrientos Núñez, sindicado por los testigos como el
militar que le disparó en la nuca. En 1989 se fugó del país y se nacionalizó
estadounidense, estableciendo su residencia en el estado de Florida, donde hace
dos años la Corte Federal de Orlando lo declaró culpable del asesinato de
Víctor Jara, en demanda civil interpuesta por la familia del artista en
2013.
Actualmente el
Gobierno de Chile ha solicitado a su par de EE.UU. la extradición de Barrientos
con el objetivo de que comparezca ante la justicia como autor, cómplice o
encubridor del asesinato de Víctor Jara.
Última creación de
Víctor
Decenas de ex presos
políticos del Estadio Chile –desde 2003 bautizado como Estadio Víctor Jara–,
señalan que el breve instante que el autor de Te recuerdo Amanda estuvo en las gradas lo
ocupó para escribir, a escondidas, su último poema:
Somos cinco mil aquí
en esta pequeña parte la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el
país?
Sólo aquí,
diez mil manos que siembran
y hacen andar las fábricas.
Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura.
Seis de los nuestros se
perdieron
en el espacio de las estrellas.
Uno muerto, un golpeado como
jamás creí
se podría golpear a un ser
humano.
Los otros cuatro quisieron
quitarse
todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra
un muro
pero todos con la mirada fija en
la muerte.
¡Qué espanto produce el rostro
del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión
artera
sin importarles nada.
La sangre para ellos son
medallas.
La matanza es un acto de
heroísmo.
¿Es este el mundo que creaste,
Dios mío?
¿Para esto tus siete días de
asombro y de trabajo?
En estas cuatro murallas sólo
existe un número
que no progresa.
Que lentamente querrá más la
muerte.
Pero de pronto me golpea la
consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su
rostro de matrona
llena de dulzura.
¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!
Somos diez mil manos
menos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del compañero
Presidente
golpea más fuerte que bombas y
metrallas.
Así golpeará nuestro puño
nuevamente.
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